¡Oiga! permítame le cuento que el pasado miércoles del mes/año que corre, asistí puntualmente al desayuno convocado por la organización Otero Ciudadano, que preside doña Leonor de la Miyar Huerdo. Como recordará, pues ya en otra ocasión se lo compartí, esta organización la integran empresari@s, académic@s, comunicador@s, polític@s, presidentes de cámaras/asociaciones, politólogos y uno que otro artista de las letras, la música, el teatro, la danza o la pintura.
Es costumbre de la organización invitar al desayuno a un diputado local/federal, funcionario estatal delegado federal, presidente municipal, candidatos a un puesto de elección popular o a un directivo universitario para que -en un diálogo abierto/plural/respetuoso- los comensales cuestionen/opinen sobre las acciones que el invitado realizó o no ha realizado. También, por supuesto, es un buen foro para que el suspirante/candidato exponga su aspiraciones políticas.
Dicho lo anterior, le comento que en esta ocasión el invitado fue el senador de la República, don Héctor Yunez Landa, quien al hacer uso de la voz enumero las leyes aprobadas durante el segundo periodo ordinario de sesiones del segundo año de la LXII Legislatura y periodos extraordinarios del segundo receso. Sin obviar, como era de esperarse, que hablara de sus próximos proyectos políticos.
Todo este preámbulo es para compartirle la duda/reclamo que le hice a don Héctor sobre la deuda que aún se tiene con los creadores de expresiones simbólicas adjetivadas. Deuda histórica, pero que se acentúo desde el 2009 en que se adiciona un párrafo al artículo 4º: “Toda persona tiene derecho al acceso a la cultura y al disfrute de los bienes y servicios que presta el Estado en la materia, así como el ejercicio de sus derechos culturales. El Estado promoverá los medios para la difusión y desarrollo de la cultura, atendiendo a la diversidad cultural en todas sus manifestaciones y expresiones con pleno respeto a la libertad creativa. La ley establecerá los mecanismos para el acceso y participación a cualquier manifestación cultural. (DOF: 30/04/2009)
En ese año “lanzamos las campanas al vuelo”, porque creímos que ahora sí el Estado iba a garantizar el derecho a la cultura de tod@s l@s mexican@s, y con ello se tomaría el camino de la (re) construcción ciudadanía a través de la formación del gusto y el desarrollo de la sensibilidad. Mas la alegría nos duró muy poco, pues por palabras del propio senador hasta el momento no se han elaborados las leyes secundarias ni el reglamento que “establecerá los mecanismos para el acceso y participación a cualquier manifestación cultural”, lo cual priva a la sociedad de contar con un aliado de calidad en la reconstrucción del tejido social.
Los “invisibles” para ellos, cada vez pierden más la paciencia/esperanza de que entiendan –de una vez y para siempre − que un pueblo culto es un pueblo sensible, y que un pueblo sensible no es violento; que además del orgullo, cohesión y sentido de pertenencia que provocan los signos sonoros, visuales, literarios, etcétera, está la generación de riqueza y miles de empleos directos/indirectos; que la trascendencia de las civilizaciones en gran medida es consecuencia del nivel cultural que hayan alcanzado; que es más barato la formación artística de un niño/joven, que la manutención y vigilancia de los internos en los Centros de Readaptación Social (CERESOS)
La ausencia de políticas públicas en materia de cultura diseñadas por especialistas del campo -sea por práctica/preparación académica y no por “premiados” por servicios prestados en campaña o, en el peor de los casos, por parentesco con un notable de la política- trae como consecuencia un paupérrimo desarrollo de la sensibilidad/formación del gusto, decremento de espectadores de calidad e incremento de consumos tecnológicos.
Seguir viendo lo cultural como un premio de consolación, cuota de poder o espacio para el enriquecimiento lícito (Cumbre Tajín, declaratoria de Patrimonio de la Humanidad, Pueblos Mágicos, salvaguarda de Bienes Culturales) no hace más que profundizar la brecha entre el ser y deber ser en la salud moral de los pueblos.
Comentario Breve
Ahora resulta que la colocación de la estatua del músico-poeta Agustín Lara –Plazoleta del Farolito– no se pudo hacer porque alguien del Ayuntamiento de Xalapa se le olvidó tramitar el permiso correspondiente. Cosa que no es de extrañar, si partimos de la premisa de que muchos de “los hombres [mujeres] de presidente” son improvisados.
Y buen, ya que ando entre las patas de los amigos del tercer nivel de gobierno, no estaría de más que en sesión pública nos dijeran como va lo del cambio de uso del Ex Museo Casa de Xalapa, cuál fue el criterio que se empleó, así como la oferta cultural que se ofrecerá a los miles de deportistas, entrenadores, familiares y directivos que vendrá por los Juegos Centroamericanos y del Caribe.