Me siento acosado, indescriptiblemente perseguido y con los minutos contados; como perrito en matadero esperando su última cena que si bien le va será nuevamente de croquetas. El Word se me fue a rojos y no para de advertirme que existe un Error de activación de productos y el McAfee me indica que el periodo de prueba está a punto de expirar. Esos detalles, señor señora mía, aunque usted no lo crea a mí me ponen al borde de un ataque de nervios. No debería ser así, debería relajarme y permitir que la vida corra sin mayores obstáculos. Ya bastante tenemos con las preocupaciones de la inseguridad en Guerrero, con las marchas de jóvenes encapuchados o con los reiterados casos de los políticos encajuelados, como para que encima yo me ande preocupando por nimiedades.

No obstante el preocuparme así es parte de mi personalidad, pues soy de los que en las noches tienen sus manías para dormir y hasta encontrar mi cepillo de dientes en una posición distinta me convulsiona. No estoy seguro qué voy a hacer con el Office, pues en el análisis costo beneficio me resulta bastante caro. En cuanto al McAfee afortunadamente las licencias se extienden a dos o tres equipos lo que lo hace más rentable. ¿Qué proporción de chinantecos seremos los que pagamos las licencias de software? Creo que no es muy grande. Conozco algunos que han tenido por años angustiantes anuncios en sus máquinas y no sienten el menor escozor, lo que para mí es una incógnita cósmica, indescifrable como los misterios de Maussan y sus ovnis de Tepoztlán. Cuento con el LibreOffice, que es una versión región 4 del Office de Microsoft. Claro que siendo gratuito es un esfuerzo inconmensurable por parte de sus desarrolladores y de una valía insuperable, eso no se niega, pero en honor a la verdad no me gusta del todo.

Hoy, encima de lo anterior, también ando medio desentonado. No debería pues el 4-1 de mis poderosas Águilas sobre el Santos de Torreón tendrían que colocarme en el éxtasis y al borde del paroxismo futbolero, más cuando las cuatro dianas fueron de Layún, el guerrero de Córdoba. Sin embargo, ando con las pilas bajas y ni un café americano gigante ha podido levantarme. Se me cierran los ojitos y yo sé que no es por sueño, es más bien por cansancio. Pero ¿cansado de qué? Se podría preguntar, bien querido lector lectora, si apenas es lunes y estamos a un tris de terminar septiembre. Cansado de qué, si yo no participé en las múltiples marchas y cierres de calles que este día asolaron la ciudad. ¿Por dónde me voy papá? Me habló mi hija, la del retrato del artista adolescente. Qué pregunta tan difícil me haces vida mía: por el Centro definitivamente no porque está tomado; por la Avenida Xalapa tampoco porque también está tomada; por Lázaro Cárdenas menos porque el tráfico está imposible… y también está tomada. ¡Por Rébsamen! ¡Eureka! Pero Rébsamen, señor señora mía, la están asfaltando. Ese ejercicio de búsqueda de rutas alternas me dejó extenuado. Sencillamente esta ciudad está hecha un caos, y para acabarla de amolar una persistente lluvia se dejó caer sobre nosotros presagiando malos tiempos, humedeciendo el clima y colándose entre las suelas rotas de nuestro andar.

¿Así cómo? Es como querer derrotar a los gigantes molinos de viento del Quijote. Son empresas imposibles. Ya no quiero salir, prefiero quedarme en casa frente al monitor… pero el monitor se me va a rojos y entonces todo vuelve a empezar.

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P.D. Lo invito a leer mi blog en el que se actualizó mi último cuento (“Ella, la de sus recuerdos”), el cual la Universidad Veracruzana publicó en su Revista Lepisma, bajo el auspicio de la Coordinación de los Posgrados del Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias de la UV.