Tal parece que no tuviera nada que hacer más que chapotear en mis jugos entre las sábanas de mi camota, antes siempre desarreglada por la pelea constante de dos osos y ahora casi siempre pulcra pues parece no ser pisada ni por dos esmirriados pollos. Desde mi camota me dejo sorprender por lo bueno de la vida pues no tengo más que asomarme a mi balcón, que alguna vez quiso estar florido pero que dejó paso a espigas secas y a una planta trepadora que en un principio pensé que era un tomate y terminó siendo una yerba mala que, por tanto, nunca muere. Es lo bueno de ser una persona sencilla, pues igual nos alegramos la vida porque cada día odian más al poderoso América o porque nos asomamos al balcón y las lunas de octubre cada vez se ven más hermosas.
Motivos para deprimirse hay muchos, pues los temas económicos, sociales, políticos o de seguridad en nuestro país están rebasados por la realidad, pero la verdad es que también hay formas de afrontar de una forma más positiva la vida. No me refiero, claro, a los catastróficos escenarios en los que las garantías individuales más esenciales como el respeto a la vida son vulneradas, ahí sí no hay mucho espacio en dónde acomodar el real trasero en el asiento. Me refiero más bien a la situación de un gran grueso de la población que como bien dicen los economistas, son parte de una temblorosa clase media que se debate entre sus sueños de ser clase alta y el riesgo inminente de cualquier día de estos caer en la clase baja. Para esa zona socioeconómica no debería ser una mayor proeza el sorprenderse por la Luna de plata, los amaneceres arrebolados o la sonrisa de un niño. Yo así soy feliz, porque me sorprende todavía el toque del timbre de mi casa con la sorpresa del quién será.
Y pues como así vivo, realmente pareciera que no tengo nada que hacer aunque en realidad hago y hago mucho. El problema es convencerme a mí mismo, porque ahora me inscribí a un curso de Política y análisis de políticas públicas. Este curso en internet, como el que hace poco terminé de Innovación educativa con recursos abiertos, también es gratuito (mis ganas de aprender no van más allá de un par de cientos de pesos). Para su conocimiento –si es que le interesa-, ahí la llevo. El curso parece estar tranquilo y es más de leer y ver videos que de trabajo. Así que está como diría Kiko: cachetón. En los primeros videos nos explicaban que en las políticas públicas no hay un “interés general” que pueda ser garantizado como descaradamente alardean los políticos, sino que siempre habrá ganadores y perdedores en su implementación.
Comento todo eso porque hoy acudí al Foro de Economistas Veracruzanos, quienes en un ejercicio plural analizaron el Segundo Informe de Gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto. Los ponentes fueron Martín Quitano Martínez (con el punto de vista de izquierda), Omar Miranda (desde el enfoque del PAN), Denisse de los Ángeles Uribe Obregón (desde el punto de vista de la Fundación Colosio del PRI) e Ignacio Silva (catedrático de la UV). El foro estuvo bastante interesante y en momento dado hasta se puso álgido. No pudo haber sido distinto pues incluyó la participación de personas de diversas corrientes (derecha, izquierda, centro y académicos). Todos ellos tendrán su sentir con respecto a las políticas públicas, pues siempre hay ganadores y perdedores. Tratar de resumir en estos párrafos lo que dijeron en más de dos horas sería una tarea propia de los sabios de Upsala. Mi capacidad de síntesis no llega a tanto, pero sí le puedo decir que fue muy interesante ver cómo ¡TODOS! desde su perspectiva personal y su trinchera… creen tener la razón.
Yo tengo muchas cosas que hacer como para andarme preocupando más de lo debido por el Segundo Informe de Peña Nieto, aunque se agradece que el Foro de Economistas haya conjuntado voces con distintas versiones pues nos permite ver de una mejor forma la realidad del país. Usted, bien querido lector lectora, probablemente también tenga mayores ocupaciones o cosas más importantes que hacer como por ejemplo pararse en su balcón, levantar la vista y observar, abrazando a su chimbombito o chimbombita, las preciosas lunas de octubre. Si es así… ¡lléguele!
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