Es bueno encontrar gente honesta, de esa que no te dora la píldora sólo para quedar bien. Este fin de semana en una fiesta me encontré rodeado de la miríada de jóvenes, y ya no tan jóvenes, primos Flores, los cuales estuvieron festejando los 70 años del buen amigo el doctor Carlos Aguilera. Los conozco a casi todos desde hace ya demasiados años y hemos comprobado mutuamente cómo la caída del cabello y el ablandamiento de los músculos ha ido haciendo mella en nuestras juveniles carnes. A uno de ellos no lo conocía, y ya se imaginarán que me refiero al honesto primo Jorge Flores, quien después de las presentaciones de rigor me preguntó si yo era “Atticuss Licona, el que escribe”. Ya saben cómo se pone uno cuando te dicen eso: hinchado como tomate transgénico. Haciendo gala de humildad le dije que sí, a menos que tenga un homónimo que encima también escriba, sí soy yo. Su respuesta me dejó plantado “No te leo, sólo que una vez vi tu columna y tu nombre se me hizo muy curioso”. ¡Válgame! Pero eso es mejor que nada.
La fiesta, por cierto, se llevó a cabo en el rancho del doctor: una impresionante construcción rematada con una barda con doble cadena de desplante y unos cimientos aptos para recibir una Estela de Luz en cada castillo. Ese hombre a sus 70 es feliz, y así quisiera llegar yo a mis setenta, rodeado de naturaleza y haciendo lo que me gusta, que para el caso del doctor es vivir con sus gallos, sus aves de corral, sus caballos, sus mojarras y, como algo dignísimo de destacar, su ParaiZoo.
Carlos Aguilera (papá) tuvo un sueño: poner un cementerio de mascotas. Y ya es una realidad. Como siempre pasa hay personas especialistas en romper sueños, no dan opciones ni alternativas, sólo quieren aplastar la iniciativa, y en su momento el doctor se enfrentó a muchos de esos matasueños que consideraron una locura un Cementerio de mascotas. “¿Quién va a llevar a su animal allí?”, “¿No es más fácil sólo enterrarlo en el jardín?”, “Está muy lejos”, “Eso pegaría en las grandes ciudades pero no en Xalapa”. Comentarios de esa índole el doctor los metió en el banco para ver si algún día le daban algo de interés y olímpicamente ignoró las malas vibras. E hizo bien. Ahora no sólo es posible enterrar allí a nuestras mascotas sino que también se pueden incinerar. Hay gente desalmada que cuando una mascota se muere es capaz de tirar los cuerpos de los gatitos y los perritos a la basura, como si no hubieran sido parte de la familia.
Una buena amiga tiene a su perrita esperando cachorritos. Anda muy preocupada según me dijo y va a llevarla a que le saquen unas placas para ver cómo vienen los animalitos. Yo no entendía tanta alharaca pues en mi pueblo los perritos nacen, precisamente, como perritos, a la buena de Dios. Sin embargo su sentimiento me dejó poquito menos que anonadado, igual de honesta que Jorge me dijo “ay Atticuss, la quiero tanto que preferiría tener yo a los perritos para que ella no sufra”. Amores como esos tienen que ser recompensados al momento que se mueren, y ahora hay dónde hacerlo. Nosotros tenemos una perrita, la tremenda y escandalosa Lilly, ya bastante viejita y queriendo crear su club de fans de perros del Inapam. Jamás se pudo cruzar pues era –según nos dijo el veterinario- bastante apretada y morirá sin saber lo que es ser madre. Eso nos entristeció y hace que la queramos el doble. Por el tiempo de vida de un perro comprendemos que no durará muchos años ya, y cada vez que hace arcadas, que se queja en sueños o que se pone triste, ya andamos pensando que está a punto de estirar la pata. ¿A dónde la llevaremos cuando eso pase? Espero que haya lugar para ella en ParaiZoo, para poder ir a visitarla de vez en cuando y recordar esos buenos momentos que nos entregó desde que era una cachorrita, la más bonita de la camada y la más hermosa compañera que hemos tenido.
Regreso a mis labores esta semana cargado de buenas vibras. Me dio un gusto enorme ver a todos los primos Flores (los cuales solitos arman dos escuadras de béisbol), a Carlos, Guille, Jorge, Mundo, Beto, Abel, Quique, Abrahamcito, Daniel, Ernesto y los demás… al Doctor y a las tías; y en general a esa enorme familia que siempre ha sido un corazón abierto para los amigos de sus hijos. Gracias por recibirme y gracias al Doctor por pensar en ese sector social que necesita ubicar un lugar propio de descanso eterno para nuestras mascotas: nuestra familia.
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