El misterio de la vida y la muerte nos ha intrigado y fascinado desde los albores de la humanidad y aun hoy en día, con los increíbles adelantos de la ciencia, no se ha podido desentrañar ni sabemos si cuando morimos simplemente volvemos a la nada o viajamos rumbo a ignotas dimensiones cósmicas.
Ni siquiera estamos seguros de la existencia del alma o el espíritu como nos lo enseña la religión. Nadie ha retornado de ultratumba, aunque algunos relatan experiencias cercanas a la muerte que nos hacen reflexionar sobre situaciones que van más allá de la comprensión humana.
Hemos leído o nos han platicado casos de personas que han sido declaradas clínicamente muertas y tras segundos o minutos de permanecer con el corazón paralizado y sin el mínimo signo vital, se recuperan súbita e inexplicablemente.
Coinciden en sus relatos. Se ven caminando en un túnel, al fondo una luz maravillosa y disfrutando de un inefable bienestar jamás antes sentido. O bien, se encuentran en paradisiaco lugar con familiares o amigos muy queridos y fallecidos tiempo atrás, que los reciben con beatífica alegría.
Hay quienes afirman haber atestiguado desde arriba del quirófano, las conversaciones de los médicos entre sí y observado cómo le practicaban cirugía a su cuerpo físico. Como si su mente o cuerpo astral levitara por encima de doctores y enfermeras.
Se habla también de fantasmas o aparecidos, creencias no confirmadas y sí rechazadas por la ciencia y las distintas iglesias, que sostienen que los muertos no regresarán antes del día del juicio final cuando resucitarán para ser juzgados.
Los mexicanos celebramos cada año los días de todos santos y de difuntos, con ofrendas, flores, visitas a panteones y misas u oraciones en templos religiosos. La mayoría de las familias aseguran que las almas de sus parientes fallecidos vienen de visita desde el más allá.
Por estas fechas también se narran sucesos aterradores y escalofriantes de ánimas en pena que se les aparecen o se les han aparecido a mujeres y hombres porque acaso dejaron asuntos pendientes en esta vida terrenal.
De cualquier modo, infinidad de escépticos y creyentes coincidiremos en los panteones este 1 y 2 de noviembre, donde limpiaremos tumbas, llevaremos flores y coronas e instalaremos altares y ofrendas en honor de nuestros difuntos, vengan o no sus almas.