Este jueves 30, gracias a las buenas artes de los Consejos Técnicos Escolares, en las escuelas adelantaron el festival de día de muertos, el cual realizan con la sana intención de preservar nuestras costumbres… comenzando por la costumbre de hacer nuestras tradiciones una melcocha.
No entiendo de dónde sacan unos padres tal iniciativa, tiempo y dinero, para ajuarear a sus infantes con tal prolijidad. Eso siempre lo he visto como un derroche imperdonable habiendo tantas necesidades en este México, comenzando con mis propias necesidades.
Ya no debería sorprenderme, pero hoy, en la escuela del vampiro Paco, me dejaron pasmado. Disfraces como los que desfilaron no son obra de la casualidad, más bien creo que son cosa de la ociosidad, o que de plano la novela se está poniendo sosa y Pedrito Fernández ya no reparte esos besos de pasión que incineraban a las mujeres. Hubo de todo, y el pobre Paquito fue de los menos aclamados porque sus ingrávidos padres son unos simples, sin gracia alguna, que le compraron una capita negra, le pintaron la cara de blanco con la misma pintura que usa de sombra su señora madre y le delinearon unas gotas de sangre con bilet.
El altar de muertos, elaborado con los mayores primores, se quedó desolado al centro de la explanada y no vi ni siquiera un solo niño que se le acercara. Lo de ellos eran los disfraces de jalogüín y la competencia que se puso muy reñida. Hubo catrines y catrinas (esos nunca fallan), pero los que realmente se discutieron fueron los que se disfrazaron de zombies, Chuckys, calaveras, muertes, y uno que no supe bien de qué venía disfrazado pero que caminando parecía más bien un tamal de dulce.
El maestro de ceremonias aseguró que en México nos reímos y burlamos de la muerte, que convivimos con ella, pero yo no he visto muchos aztecas que en pleno siglo XXI realmente no le tengan miedo. Le huimos como se le huye al fisco, la odiamos como se odia a los políticos, la espantamos como espantamos moscas, no la queremos, ni la deseamos, ni la invitamos, pero ¿qué tal nos llenamos la bocota diciendo que nuestras tradiciones mandan?
El jalogüín le está ganando la partida al Día de Muertos porque, hay que aceptarlo, es más comercial, más chusco, se presta más a la chanza y a hacer fiestas de disfraces, las casas se ven más divis, el morado en las noches luce más que el cempasúchil, un bebé calabaza se ve más tierno que un difunto, los dulces no se echan a perder como la fruta en el altar, las pasarelas de disfraces con confeti son definitivamente más divertidas y porque estamos olvidando, irremediablemente nuestras tradiciones se deslizan río abajo.
Jamás me han invitado a una fiesta de Día de Muertos, pero sí asistí a fiestas de jalogüín en las que me até un par de latas de frijoles pintadas de negro en los pies, me pegué un par de corchos en el cuello y me aplané el cráneo para disfrazarme de Frankenstein. Veracruz aún conserva parte de sus tradiciones, pero los que han vivido en los estados del norte del país saben que allá lo que manda es la tradición gringa. Haga un análisis de conciencia y sin romperse las vestiduras contéstese ¿Usted qué celebra más con sus niños, Halloween o Día de Muertos?
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