Alrededor de una mesa de café, en charla con recalcitrantes críticos de esos que en un santiamén y con simplistas y contundentes recetas componen y descomponen el mundo, uno de ellos me retó: ¿qué le pedirías al presidente si lo tuvieras enfrente?
Reviro ipso facto, le plantearía los siguientes temas y no como reportero sino como un ciudadano más.
1.- Que entregue cuanto antes los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, a las sufridas familias que abrigan la esperanza de encontrarlos vivos.
2.- Que devuelva la seguridad a los mexicanos, otorgando y garantizándoles la ansiada y añorada tranquilidad perdida.
3.- Que se aplique la ley sin distingo y erradique la impunidad. La gente está harta de la injusticia, de que solamente los débiles vayan a prisión, mientras los influyentes permanecen intocables a pesar de delinquir una y otra vez.
4.- Que combata a fondo y en serio la corrupción. Todo servidor público que desvíe recursos, debe ser desaforado, enjuiciado y encarcelado; embargada su fortuna y obligado a reintegrar los bienes mal habidos.
5.- Que imponga topes a la riqueza personal, como en otros países. Es inmoral que a unos cuantos les sobre el dinero y la mayoría de los mexicanos sobrevivan en la miseria.
6.- Que se generen empleos para erradicar la pobreza y el hambre. Causa tristeza y dolor ver a hombres y mujeres sin empleo, sin un peso en la bolsa y sin la mínima posibilidad de que su situación mejore.
7.- Mis ingenuos e idealistas amigos de la mesa, me pidieron incluir también esta petición: prisión vitalicia o pena de muerte para delitos graves, como corrupción, tortura, secuestro, homicidio y violación de niños y mujeres, etcétera.
Me dirán ustedes que es como escribir una carta a Santa Clos o a los Reyes Magos, sin embargo y aunque la magia es mera ilusión y no existen los milagros en política, nada de lo anterior es inviable.
Concluyo este proyecto de misiva que acaso nunca leerá ni tomará en cuenta Enrique Peña Nieto, parafraseando al apasionado poeta veracruzano y radicado durante algún tiempo en Xalapa, Salvador Díaz Mirón: Nadie tiene derecho a lo superfluo, mientras haya pobres que mueren de hambre por carecer de lo indispensable para su alimentación.