Por años, quizá décadas, hemos escuchado discursos sobre el apoyo a productores del campo. Hemos testificado mediante los medios informativos cómo cada Presidente, cada gobernante, habla y anuncia el antes y después en la vida de la gente del sector rural, pero no pierdo la fe ni la esperanza en que nuestras familias campesinas, productoras y jornaleras, verdaderamente encuentren en su tierra el motivo para desarrollarse, crecer y no tener que migrar en busca de lo que aquí se les niega.
Por eso leo con optimismo las declaraciones del presidente de la Comisión Legislativa de Desarrollo Agropecuario, Rural, Forestal, Pesca y Alimentación, Édgar Díaz Fuentes, en relación con la capacitación a los beneficiarios de los distintos programas oficiales. Es decir, que no sólo se aplique correctamente el dinero, sino que éste sea una auténtica inversión a corto, mediano y largo plazo.
Desde hace tiempo debemos inmiscuirnos en todo el proceso productivo. Desde su inicio hasta su fin. No basta con pescar, hacer producir la tierra o criar y vender ganado; ahora se debe ver todo el proceso de comercialización y buscar las figuras jurídicas que más y mejor convenga a nuestros productores. También hay que capacitarlos, trabajar para que las propias comunidades sepan estructurar sus proyectos productivos de acuerdo con la vocación de su entorno natural. Vamos, sacar la plusvalía de cada producto.
Por eso comparto la opinión del diputado por el Distrito de Chicontepec, Édgar Díaz. Hay que dejar esos etnocentrismos coloniales y empezar a respetar la sabiduría y conocimiento de la gente del campo y del mar. Un poco de humildad nos ayudaría, y con la modestia del caso, acudir a escuchar y proponer hasta consensar lo que más conviene a quienes están allá y a los que estamos acá.
No debemos olvidar que en las ciudades lo único que producimos son problemas y eso no nos sirve para comer. Bien dijo el Legislador: “El crecimiento de las ciudades ha ido absorbiendo las tierras dedicadas a la producción”.
¿Qué vamos a hacer cuando los centros urbanos acaben con las tierras productivas?, ¿cuándo acabemos con la vida de los ríos, lagunas y el mar? No soy apocalíptica, pero sí es importante que empecemos a realizar acciones concretas entre los gobiernos y la sociedad.
Si bien el principio de una autonomía nacional es el financiero, no debemos olvidar el auto sostenimiento alimentario. Porque al lograr nuestra independencia alimentaria estaremos dando pasos importantes hacia nuestro desarrollo social. Los rezagos son ancestrales, pero no por eso vamos a seguir “tirando el polvo bajo la alfombra” y aparentar que todo está limpio.
Para recorrer el mundo basta dar el primer paso y es hora de que empecemos a apoyar y mejorar la vida de nuestros conciudadanos. Esas familias merecen respeto, porque sus manos son las que sacan de la tierra lo que tenemos en nuestras mesas.
Por hoy es todo. Le deseo un excelente día y nos leemos en la próxima entrega.