El país vive una de sus etapas más críticas en la violación de los derechos humanos. La sociedad está indignada y cunde el desánimo. Se desconfía de la capacidad de las autoridades. La imagen de México en el mundo se deteriora.

La ejecución de 22 jóvenes en Tlatlaya, de seis personas asesinadas y 43 estudiantes desaparecidos en Iguala, y un número creciente de fosas clandestinas, son expresión de la situación que viven los derechos humanos en el país.

La inseguridad, la acción del crimen organizado, la corrupción y las graves violaciones a derechos humanos generan una situación crítica para la estabilidad social, política y económica en algunas regiones del país. La respuesta de las instituciones revela una grave debilidad estructural que se manifiesta, entre otras cosas, en descoordinación de los distintos niveles de gobierno e ineficacia, que se traduce en una total impunidad. En medio de esta lamentable situación, ocurre la designación de quien va a presidir la CNDH en los próximos cinco años.

La gestión del anterior encargado no estuvo a la altura de lo que México necesita. El Senado tiene una gran responsabilidad al designar al nuevo titular. Con su decisión dará una señal, a nivel nacional e internacional, que va a marcar lo que pase en el país en el campo del respeto a los derechos humanos.

El presidente de la República ha dicho “que los derechos humanos son una piedra angular del Estado mexicano”. Para que eso se haga realidad al mando de la CNDH se requiere del mejor perfil para asumir la responsabilidad. Se requiere de un ombudsman que no surja de compromisos políticos ni de filias o fobias partidistas. Se requiere uno que ofrezca la posibilidad de ser un puente de interlocución con las víctimas, la sociedad civil, las autoridades y los organismos internacionales.

Se requiere de una persona cuya trayectoria muestre su capacidad profesional y experiencia en el tema, no la fortaleza de sus nexos y compromisos políticos. Se requiere de una decisión que no pase por cuotas de partidos e instituciones. Se requiere el mejor perfil, para la situación que ahora vive el país.

He analizado con detalle las candidaturas. Y pienso que Ricardo Bucio Mújica es quien debe presidir la CNDH. Conozco su trabajo en derechos humanos desde los años 90. Sé de su compromiso, de su capacidad profesional y de interlocución con actores políticos, institucionales y sociales, de todos los signos. Sé de su aprecio al diálogo y construcción de puentes, de su visión internacional, su capacidad de suma y su claridad para tomar decisiones con serenidad en un marco institucional.

Ricardo tiene la visión de Estado, la mirada internacional que debe tener quien ejerce esta función, pero sobre todo la convicción de que en la violación de los derechos humanos las víctimas son la prioridad.

Ante la compleja situación que vive el país y el deterioro de los derechos humanos se necesita a un hombre como Ricardo Bucio Mújica. Le conviene a la sociedad, los partidos y al gobierno. Él cuenta con el aval de la sociedad civil organizada. Es de cara a ella y no a los partidos que debe elegirse al nuevo responsable de la CNDH.

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