Esta colaboración es una autodefensa. Quien esto escribe ha recibido críticas y reclamos desde dos trincheras disímbolas. Las alturas del poder y las redes sociales, que hoy representan la voz del pueblo (clase media y alta). Los reclamos van en función de que el autor está en contra del vandalismo y la violencia que se refleja en las protestas por el asunto de Ayotzinapa. Pero también por la exigencia de mejores instituciones en el país, en particular las relacionadas con protección ciudadana y justicia.
De un lado se me acusa de pro gobierno, por insistir que no es mediante la renuncia de un presidente, que las cosas van a cambiar en México, mientras los mexicanos, nuestra sociedad y las instituciones no cambien. Además de insistir en que hay grupos interesados en que le vaya mal a México a nivel interno e internacional, pues así mejoran sus posibilidades de lograr sus metas, y son esos grupos los que queman la puerta del palacio nacional o las sedes de gobierno o partidos políticos. Esos mismos grupos que se oponen a que los particulares acudan a realizar sus compras en libertad en el buen fin, y deciden cuando sí y cuando no, se puede circular por las carreteras del país. Y quien esto escribe se desespera de que a pesar de las 20,000 cancelaciones de reservaciones para Acapulco, y el daño que con ello se le ocasiona a toda la economía regional, y en particular a los más pobres y débiles de Acapulco. Ahora se pretenda hacer lo mismo con la economía nacional, para que gracias al sufrimiento de muchos mexicanos, algunos obtengan lo que buscan. Y la desesperación va en el sentido de que en México hay muchos ciegos que se niegan a ver, aunque la realidad esté allí para insistir en ello.
Por otra parte, se acusa al autor de anti gobierno, por insistir en que las instituciones son lo único que nos puede salvar de una debacle social como país. Pero para ello debemos tener instituciones fuertes, libres de corrupción, inmunes a la impunidad, y sobre todo, que apliquen la ley a amigos y enemigos del poderoso en turno. Por eso se insiste tanto en esta columna en que los policías sean personas capacitadas y entrenadas, que tengan además un nivel de ingreso decoroso, que sus condiciones de trabajo y de vida sean las adecuadas acorde a la dignidad humana. Y por ello se insiste también en que la procuraduría estatal (y también la federal), tengan acceso a recursos suficientes para atender con la debida prontitud todos los casos y denuncias que a ella lleguen, con la capacidad técnica y humana suficiente para resolverlas acorde a lo que cualquier ciudadano del mundo, y por ende cualquier mexicano tiene derecho.
Y por ello mismo se requiere que los máximos tribunales estatales y federales estén formados por los mejores juristas no por recomendados del virrey en turno, que no conocen el mínimo de impartición de justicia ni de administración de un sistema judicial estatal o federal. En tratándose de temas de seguridad y justicia lo menos que podemos aspirar y exigir los mexicanos es instituciones fuertes, que resuelvan prontamente los asuntos que la sociedad les encomiende, con personal capacitado, con tecnologías modernas, sobre todo en cuanto investigación se refiere, y con salarios decorosos y niveles de vida dignos, incluso en cuanto a los volúmenes de trabajo que enfrenta cada uno en su calidad de ser humano.
Es increíble que estando en fechas de evaluación de presupuestos, los gobernantes se ofendan ante una verdad como la que planteamos. Los procuradores se molesten porque se pide mayor presupuesto para elevar la capacidad y calidad de sus procuradurías. Los Magistrados se molesten porque se escribe en papel y tinta (o pantalla y pixeles) lo que todos sabemos pero que pocos exigimos. Que los diputados locales y federales simulen no estar enterados de este grave problema y en lugar de mover los presupuestos y las leyes para reforzar estas instituciones, sigan obedeciendo al firmante del cheque que les llega con discreción si son de oposición, o la voz que les ofrece un próximo puesto si son del partido en el poder. Olvidando su principal obligación que es atender al pueblo de México.
Así pasan los días, y estas páginas se convierten en una voz en el desierto. Cuando sólo tenemos dos opciones realmente viables, la primera es fortalecer las instituciones y la segunda es desaparecerlas. Esta última implica un movimiento armado, una revolución o un golpe de estado, pero nos enfrentaríamos a lo desconocido, y normalmente lo desconocido en este país siempre se ha reflejado con muertes, abusos, violencia, sacrificios, sufrimientos de las mayorías, y al final, se regresa al camino de crear primero y luego fortalecer las instituciones creadas.
Impunidad, gobierno sin interés por la patria y pueblo apático son los males que están matando a nuestro país. Seguro alguien dirá que hoy con las marchas no hay apatía. La respuesta es muy clara, se marcha y se permite que la marcha se use para desprestigiar a México y dañar a las instituciones, porque la cobardía y la apatía de los que marchan les impide sacar de sus filas a los vándalos anárquicos y a los vándalos que reciben órdenes superiores de quien se beneficia del caos.
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