En las competencias atléticas, a diferencia de lo que supongo observa la mayoría, me interesa más ver el medallero de atrás para adelante. El verlo de mayor a menor implica felicidad pasajera, angustia y, al final, aterrizar en los páramos de la resignación. Ya desde ahorita sabemos que la telenovela Centroamericana la protagonizarán México y Cuba (¡qué valientes ante el resto del chiquitaje!) y aunque para estos días traemos todavía un buen colchón, cuando comiencen a cosechar medallas los cubanos en atletismo, comenzaremos a sudar frío.
Pero fijemos la atención al resto, a los ignorados y casi nunca tomados en cuenta; imaginemos por un momento que así como ahorita está Surinam, así estamos por lo regular en los Olímpicos, arañando unas cuantas medallas de bronce y plata y festejando a lo grande cualquier oro. No sé a qué aspiren otros países como las Islas Vírgenes, pero lo más seguro es que su mayor aspiración sea una digna representación.
En cuanto a los Centroamericanos sigo leyendo cualquier cantidad de opiniones encontradas. Algunos se desmañanan y llegan a los gimnasios un poquito antes de que comiencen a trapear, le toman fotos a las gradas y festinan en las redes sociales “¿Ya ven? Ni a quien le interesen los Juegos”; otros aceleran a los demás señalando los casos de robo que se han presentado, los cuales hasta en los Olímpicos con todo y sus Villas y la seguridad extrema se han visto, incluyendo el robo de medallas; y también están los que dicen que todo está bien, que nos están saliendo chulos de bonitos los Juegos, que somos los más pipirisnais en la organización y que pasaremos a la historia.
Son dos sectores bien definidos, que no se moverán de sus posturas: los que todo lo ven mal y no creen nada, en contraposición con los que ven todo color de rosa. Y en medio de todo ese berenjenal de opiniones estamos un gran sector, los que decimos que psss sí, ahí la llevan, aunque pudo estar mejor. He notado algunos detalles, sobre todo en acabados, en los gimnasios, pero que no impiden el desarrollo de los juegos. Lo malo es que esos detalles ahí se quedarán, porque terminando la justa no le meterán un solo peso a esa infraestructura deportiva.
Sigo encontrando a gente que a estas alturas se sigue quejando, cosa que ya no sirve de nada. Pero son los que no creen la verdad ni aunque la vean. Haciendo una analogía a lo que le escuché a un analista político, son los que podrían ver a Duarte caminando sobre el agua del mar desde la Isla de Sacrificios hasta la playa y su única expresión sería “¿ya ven? No sabe nadar”. De esos pesimistas disfrazados de realistas tengo plagado mi Facebook. A algunos he tenido ganas hasta de bloquearlos porque convierten mi muro en el Muro de Lamentaciones. De todo se quejan, no hay nada en este México por lo que valga la pena seguir, los que opinan que los gobiernos, del color que sean –aunque con mayor hincapié el Federal, tóquele a quien le toque-, son unos ogros filantrópicos que nos tienen idiotizados en confabulación con las televisoras.
Al final no los bloqueo porque también necesito nutrir mi perspectiva con esas posturas. Yo aplico la técnica que utilizó el Mossad en la Guerra Mundial Z, hay diez analistas que investigan una situación, nueve la analizan hasta llegar a la misma conclusión y el décimo tiene que cuestionar lo que acordaron los otros nueve y seguir forzosamente otra hipótesis. Me han dicho que soy Contreritas por ir siempre en contra de los linchamientos mediáticos, pero no me considero Contreras, más bien me considero un optimista escéptico. No puedo linchar mediáticamente a la Gaviota con su casota sólo porque yo ni en tres vidas lograría juntar tal cantidad. No puedo pensar que los Centroamericanos sean lo peor o lo mejor sólo porque me lo digan. No puedo creer que los gobiernos sean tan malos como dice la gente, ni tampoco que sean tan buenos como ellos dicen que son. Siempre me quedo en el punto medio, y así soy feliz.
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