En mis tiempos de escolar vestir ropa deportiva y salir a desfilar el 20 de noviembre era sentirme un poquito más mexicano. Entonces tenía como 11 años. En la hilera me tocaba cerca de la banqueta, desfilábamos con mechudos haciendo movimientos que pretendían ser armónicos. Seguramente éramos un desastre, pero me sentía orgulloso. Desde esa parte de la hilera marcaba el paso a mis compañeros. No era mi obligación, pero lo hacía porque quería contribuir con el desfile, quería que la gente viera que me daba orgullo representar a la escuela primaria diurna Ignacio Zaragoza.
Entonces en este país se celebraba la Revolución, se creía en la Revolución. El partido gobernante por más de 50 años era el partido revolucionario; había un monumento a la Revolución y el periódico mural de noviembre se dedicaba totalmente a la Revolución.
Pero hoy los tiempos han cambiado. Después de doce años el partido revolucionario recuperó el poder en la Presidencia, sin embargo desde que llegó no ha hecho otra cosa que repudiar la Revolución. En lo que llevó de existencia este es el segundo año que se suspende el desfile del 20 de noviembre. La primera ocasión fue por el movimiento magisterial que puso en jaque al gobierno, en esta ocasión, aunque excusen otra cosa, es por el movimiento INTERNACIONAL que se está forjando a favor de los 43 jóvenes normalistas de Ayotzinapa.
Pero si el gobierno pensó que en este 2014 no iba a haber desfile, nuevamente se equivocó. Sólo que este no es un desfile que conmemore su repudiada Revolución, es un desfile que pregona una nueva revolución, la revolución del hastío, la revolución del hartazgo, la revolución del “hasta aquí”.
En muchas ciudades del país hubo manifestaciones de repudio en contra de un gobierno que está exponiendo su impureza. Para colmo, por si faltaban razones de repudio, aparece un presidente encabronado porque lo obligan a descubrir su patrimonio y una primera dama que de manera absurda trata de explicar su riqueza. Esto aviva más el fuego y mucha gente que no cree las mentiras de Palacio sale a las calles a gritar que están hartos de que les vean la cara de pendejos.
Por supuesto el gobierno no se va a quedar con los brazos cruzados. Además de las mentiras que arrecian, ya se había revelado que su estrategia era infiltrar anarquistas en las manifestaciones de apoyo por los 43 de Ayotzinapa. Así, con la excusa de controlar la violencia, el gobierno podía meter a los policías con su garrote. Este jueves por la noche, en la televisión, los comentaristas se llenan la boca con la palabra anarquistas. “Los anarquistas, los anarquistas, los policías desplazan a los anarquistas”. Sin embargo los policías se fueron contra todos, contra los legítimos manifestantes, contra las familias que acudieron a mostrar su repudio y su dolor, contra los jóvenes que se solidarizan con los otros jóvenes desaparecidos.
La policía tomó el zócalo de la ciudad de México a eso de las 10 de la noche; la represión disfrazada de este gobierno que no se cansa de cometer errores. Ya lo dijeron ellos mismo: “Si hace falta un muerto, pues nosotros ponemos el muerto”, después de todo, el mismo gobierno ya puso a los anarquistas.
El día viernes los medios de comunicación dirán, como en el 68, que los policías actuaron para proteger a los ciudadanos; que los policías evitaron que los grupos desestabilizadores echaran a perder el buen gobierno de Enrique Peña Nieto.
Pero este 20 de noviembre de 2014 será recordado por muchos años. Este 20 de noviembre bien pudo dar inicio a la otra revolución.
Armando Ortiz aortiz52@nullhotmail.com