Definitivamente la postura de Peña Nieto, ante la crisis política que vive nuestro país es pequeña, decepcionante y peligrosa. Reduce a complots y fuerzas oscuras el origen de esta coyuntura tan difícil para la gobernabilidad de México, habiendo tantas causas estructurales y del momento que sustentan el ambiente tenso y oscuro que vivimos; no muestra niveles de estadista, vamos, ni siquiera de un buen presidente, demócrata y sensible, a la hora de expresar su mensaje e intentar dar explicaciones ante hechos de brutal violencia; es muy peligroso, tenemos antecedentes, que un presidente simplifique las causas de problemas sociales y pretenda darles un cause autoritario.
El facilismo discursivo se traduce en prácticas simples y directas, de represión; el y su equipo pueden pensar que todo esta bien, que somos mal agradecidos con su esfuerzo modernizador y que sólo los provocadores son capaces de cuestionarlos. En los tonos y las actitudes de Peña Nieto, su esposa y la dirigencia del PRI se adivina sin duda un perfil autoritario, de hastío con la crítica y de autosuficiencia. Partiendo de que todo se encuentra bien no ven necesidad alguna de hacer cambios; son repelentes a la autocrítica.
Mientras no acepten que nuestro país tiene problemas profundos, de brutal desigualdad social, de privilegios desorbitados para una minoría, de una democracia escuálida y de un estado ausente en una parte del país, tampoco intentarán soluciones adecuadas y efectivas. Podrían seguir simulando y posponiendo las soluciones requeridas, las de apertura del sistema y un replanteamiento del proyecto de nación, pero no irán a ningún lado, tarde o temprano se les volverán a aparecer las causas verdaderas de los problemas que padecemos y que necesitan atención seria y concreta.
Del menú de opciones que tiene el gobierno federal para hacer frente a la crisis se está inclinando aparentemente por la salida falsa , la de inventar enemigos a quienes fustigar virtual o realmente; mientras decida así sólo estará alargando las soluciones. Para que la crisis tenga una salida positiva, democrática, se debe renunciar al maquillaje y a las evasivas, para pasar a las alternativas de solución donde, por supuesto, no quepan la descalificación del adversario ni las amenazas represivas.
Lo sepan o no, les guste o no, este es otro país, con espacios más libres y la participación variada de ciudadanos dispuestos a vivir decentemente y sin violencia. Ante una población más informada, consciente de sus derechos, las formas represivas pueden ser grotescas e inservibles. No deberían insistir en una política antigua y caduca, estamos en el siglo XXI, con una juventud al día y deseosa de llevar una vida digna.
México vive una crisis en donde el horror de Iguala vino a cumplir el papel de una gota que derrama el vaso, esa crisis es el resultado de una acumulación de agravios a la población; en lo inmediato se derrumbó la popularidad del presidente y, de paso, se llevó en el paquete a otros actores políticos, incluyendo lamentablemente al PRD. Haber impulsado un perfil colaboracionista y el de un partido atrapa todo, donde el único objetivo es ganar por cualquier medio, ha llevado al partido amarillo a una grave crisis que amenaza su viabilidad.
Hay que hacer todo lo posible, sin descanso, para que Peña Nieto no cometa el error histórico de la represión; deberá haber una movilización sostenida y pacífica para que el presidente reflexione y acate la voz de la calle; debe despojarse de su rol partidista. No vale la pena hablar de maniobras desestabilizadores sin dar nombres y rostros, eso es una cortina de humo que pospone todo; plantearlo así es anacrónico y peligroso. Mucho ayudaría el presidente si deja de atender esta crisis con actitudes lejanas y facciosas.
Recadito: Después del ingeniero Cárdenas, en caso de irse, la pregunta sería quien cierra la puerta.