El 17 de octubre pasado The New York Times (NYT) publicó el editorial “El Papa hace lo que dice”, donde realiza un inteligente análisis de los resultados del Sínodo de la Familia, celebrado en Roma, al que asistieron casi 200 obispos, y del trabajo que en él realizó Francisco, sucesor de Pedro.

“Medio siglo después de los históricos cambios del Concilio Vaticano II, el Papa Francisco muestra su intención de impulsar una agenda igual de ambiciosa para la Iglesia católica del siglo XXI”, dice el NYT.

Y añade que “el Sínodo de Obispos convocado en Roma por Francisco para fomentar la reforma y la modernización ha hecho una llamada de compasión, para tener una actitud más amable hacia los homosexuales, las parejas de hecho, los católicos divorciados y los hijos de este tipo de matrimonios”.

El NYT reconoce que el informe de los obispos “no ha cambiado aún la doctrina de la Iglesia, pero ha señalado la determinación del Papa para que sea más sensible a las realidades del mundo moderno”.

En la versión original del texto, dice el diario, “se mantiene la oposición al matrimonio homosexual, pero se evita la habitual condena de la homosexualidad como un “desorden intrínseco”. No es cosa menor y habla de un cambio relevante.

El análisis de NYT ubica bien la magnitud de lo que ocurrió en el Sínodo cuando asegura que “todos esos asuntos son objeto de un intenso debate entre los obispos, pero el hecho de que Francisco haya ordenado a los líderes de la Iglesia hacer frente a estos desafíos parece ya un hito en la historia del Vaticano”.

El editorial capta con agudeza dónde estuvo el punto de inflexión que rompe con la doctrina tradicional de la Iglesia al plantear, entre otras cosas, que más allá de “cuestiones específicas, un bienvenido tono de conciliación y apertura define el informe, como el reconocimiento de que los católicos homosexuales anhelan un hogar acogedor en la Iglesia”.

Y en su análisis ubica con precisión el significado de lo que ocurrió en el Sínodo al asegurar “que éste y otros aspectos marcan un esperanzador comienzo de lo que sin duda será un difícil pero fascinante debate mundial sobre el futuro de la Iglesia moderna”.

El NYT señala bien, más allá de si se es o no creyente, que un cambio en la doctrina de la Iglesia católica con más de 1,150 millones de creyentes va a influir a nivel mundial. No sólo se trata de lo que ocurra entre los creyentes sino del impacto que una nueva posición de la Iglesia puede y va a tener sobre la cultura mundial.

La influencia que ejerce la Iglesia católica, guste o no y se esté o no de acuerdo con ella, es una realidad. El que se modernice y empate con la realidad del mundo beneficia no sólo a los católicos sino también a todos las y los ciudadanos del mundo. De esa dimensión es lo que se discutió en el Sínodo, que termina en octubre del 2015.

Twitter: @RubenAguilar