Concluye noviembre, que se recordará como un mes de conflictos, marchas y protestas por los 43 normalistas desparecidos en el estado de Guerrero. Por supuesto que el reclamo es legítimo y justo, pero también es justo decir que muchas personas han querido aprovecharse de estas protestas. Tanto tirios como troyanos los han denunciado.
No debe sorprendernos que oficinas públicas, privadas y negocios tomen sus precauciones, por los ataques que se dieron en diversos inmuebles durante las protestas. La mayoría por personas embozadas y ante los gritos de los asistentes de no caer en provocaciones. Hemos visto cómo los estudiantes de la Benemérita Escuela Normal Veracruzana acordonaron sus contingentes para evitar este tipo de situaciones. Por cierto, la misma acción realizaron posteriormente los universitarios.
Muchas voces criticaron las medidas de seguridad en las sedes de los poderes Ejecutivo y Legislativo. ¿Por qué? ¿Acaso es incorrecto salvaguardar la seguridad del personal que ahí labora? ¿Qué culpa tiene una secretaria, un asistente, como para ser lesionado por una turba anónima que mancha las protestas?
En el caso de la sede del Poder Legislativo se debe recordar que en estos momentos se realizan las comparecencias para ampliar y desglosar el Cuarto Informe de Gobierno. La concurrencia es mayor y ninguna medida preventiva está de más.
Porque quienes vivimos de nuestro trabajo no somos culpables o responsables de las acciones de otros. Una cumple la función para la que fue contratada. Nada más eso. Entonces, ¿debemos arriesgar la integridad física por ir al trabajo? No.
Las protestas son legales, son nuestro derecho, nuestra obligación cívica. ¿Pero qué caso tiene espantar o agredir a alguien que sólo cumple con su trabajo? Pienso en la recepcionista de un periódico local que vio de frente las agresiones de una turba enloquecida que anónimamente rompió los cristales de la empresa. ¿Así suman adeptos a su causa? No lo creo.
A río revuelto, ganancia de pescadores, pero nadie gana con estas revueltas que generan caos y terror. Quienes lo hacen saben que ese es su objetivo. Sea quien sea y donde sea.
Aplaudo las medidas del Congreso para proteger no sólo la integridad de su personal, sino de quienes visitan la sede para gestionar, tramitar, conocer, asistir a las sesiones o a las comparecencias y ninguna relación tienen con algún bando. Violencia genera violencia y la mayoría en este país no la quiere. Eso se ha demostrado una y otra vez.
Además, no debemos olvidar que en el Palacio Legislativo se realizan exposiciones, congresos de diversa índole, visitas de escuelas de todos los niveles, conferencias, charlas, mesas redondas, etcétera. Se pensó en la seguridad de esos asistentes. Lo demás son elucubraciones que “visten bonito”, pero no se sostienen con la realidad.
Mi reconocimiento a quienes, pese a los reclamos y presiones de diversos grupos, siguen laborando institucionalmente para que la gestión de ese contribuyente de cualquier comunidad lejana siga su trámite y concluya exitosamente. Si decimos pensar en los más necesitados, pensemos también en quienes vivimos de nuestro sueldo y todos los días emprendemos una jornada laboral que muchas continuamos en nuestro hogar.
Por hoy es todo. Le deseo un excelente fin de mes y de semana. Viene diciembre y empezamos a repasar los logros y fracasos de este año.