¿Por qué el PAN y el PRD sufren crisis internas y el PRI no? Parece ser una pregunta ocurrente con respuestas variopintas, según el color que la ideología o los intereses pinten desde el visor. Pero enfocado desde una perspectiva histórica el análisis arroja visiones más precisas, con versiones que nada tienen que ver con ortodoxias ni sectarismos porque la relación de acontecimientos abrevia discusiones estériles. ¿En verdad el PRI no ha sufrido crisis a su interior?
Por supuesto que desde luego que sí, parodiando en homenaje a Chespirito que ya se fue. Revisando los genes priistas (PNR y PRM), se demuestran las crisis existenciales que sufrieron el Partido Nacional Revolucionario, cuando en 1938 desapareció para convertirse en Partido de la Revolución Mexicana, y la crisis que éste vivió en 1940, cuando Juan Andrew Almazán puso en Jaque con fuerte resistencia opositora al candidato oficial a la presidencia de la república, Manuel Ávila Camacho. La breve vida del PRM fue tersa aun cuando en 1946 tuvo un clon, que resultó ser el Partido Revolucionario Institucional, el que en su ya larga trayectoria ha transitado por caminos sembrados de ortigas, acaso camuflados porque ha sido gobierno y a la vez puntal del Sistema Político Mexicano.
La primera gran crisis que enfrentaron el PRI-Gobierno se produjo en 1952 cuando no fue posible convencer al General Miguel Enríquez Guzmán que no le hiciera oposición al candidato del PRI escogido por Miguel Alemán Valdez, don Adolfo Ruiz Cortines. Fue aquella una campaña electoral plena de incidentes que concluyera en resultados que no concordaban con la percepción ciudadana sobre el posible vencedor, pero los votos extraídos de las urnas demostraron una distancia sideral entre los sufragios a favor del candidato priista y los que se le reconocieron a Enríquez Guzmán; fue una prueba superada por el PRI, obviamente con la ayuda del gobierno.
Luego el PRI transitó tranquilo, escudado en las alas del sistema, sirviéndole al gobierno que absorbía los golpes de los movimientos magisteriales, el médico y el ferrocarrilero, pues no afectaron sustancialmente al brazo electoral del gobierno. Antes bien, obligaron al Sistema a abrir la válvula de presión creando la figura de diputados de partido en 1963, puesta en operación a partir de la elección federal de 1964, cuando se eligió presidente a Gustavo Díaz Ordaz, a quien le correspondió trabajar con la primera Cámara “plural” que operó de 1964 a 1967. Los daños provocados al Sistema por el movimiento estudiantil de 1968 fueron asumidos por el gobierno, aunque colateralmente resultó dañada la figura presidencial, pero el PRI no resintió impactos graves, tal como demostró la elección de 1970 en la que resultó electo Luis Echeverría, cuya candidatura por cierto estuvo en riesgo de ser inhabilitada, pero se salvó debido al severo deterioro político que había sufrido el presidente Díaz Ordaz a causa del movimiento estudiantil del 68.
Desde esa fecha hasta la gran ruptura de 1986 por el surgimiento de la creación de la Corriente Crítica, el PRI caminó auspiciado por los triunfos electorales y una que otra derrota provinciana que servían para justificar la competencia “democrática” con partidos satelitales que, excepto el PAN, tenía a su disposición. Pero el rompimiento encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas, Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, entre otros connotados priistas, fue un parteaguas para el PRI y el gobierno porque los resultados de la elección presidencial de 1988 anunciaron la necesidad de un cambio de estrategia, y esta devino coyunturalmente en la alianza con el PAN. Acontecimientos como el levantamiento del EZLN en enero de 1994 y el asesinato del candidato presidencial, Luis Donaldo Colosio en marzo de ese año colocaron al PRI en grave predicamento, pero no se reflejó en forma adversa en las urnas pues su candidato emergente, Ernesto Zedillo, recibió el mayor número de votos que candidato alguno a la presidencia haya tenido.
Seis años después de un periodo accidentado, durante el cual el PRI cambió de presidentes según el humor en Los Pinos, acompañado del discurso de la “sana distancia” que Zedillo estableció con “su” partido, con un resultado catastrófico pues perdió la presidencia de la república, obligando al acomodamiento de grupos que a pesar de sus diferencias se mantuvieron unidos para salvaguardar un patrimonio político bastante sólido: 19 entidades federativas de las 32 que componen la federación mexicana eran gobernadas por el PRI. Ellas fueron el reducto que ayudó al tricolor a superar el duro trance del 2000, e incluso el de 2006 cuando se presumía un hipotético regreso a Los Pinos con Roberto Madrazo, pero los tambores del Tucom los despertó en el tercer lugar de la preferencia electoral. Sin embargo, moderno Ave Fénix, el PRI regresó a Los Pinos en 2012, tras una victoria de la que aún no se sabe si ganó el PRI o perdieron sus adversarios.
Crisis también las ha sufrido el Partido Acción Nacional, surgido en 1939 para oponerse a lo que se consideraban las desviaciones nacionales provocadas por el gobierno de Lázaro Cárdenas. Fuertemente apoyado por el Grupo Monterrey, el PAN caminó en una oposición leal, auténtica, doctrinaria. Sin embargo, la corriente solidarista que patrocinaba Efraín González Morfín no encajaba en el pensamiento ni los intereses de los poderosos del Grupo Monterrey, que indujeron a desplazar esa tendencia provocando un fuerte cisma político al interior del PAN, al grado de impedirle presentar candidato a la presidencia de la república en 1976. Y sin candidato panista al frente, el del PRI, José López Portillo, encontró un camino desbrozado en el que tuvo que imaginar molinos de viento contra los cuales pelear electoralmente. El pleito empresarial contra Echeverría, primero, y en las postrimerías del gobierno de López Portillo, después, enseñaron al PAN el camino hacia las victorias electorales, era una simbiosis muy conocida: empresarios-PAN. Partido doctrinario y a la vez pragmático, el PAN se enrumbaba a los triunfos electorales, pero se ocasionaron fricciones internas que llevaron a la renuncia de Felipe Calderón Vega en 1981: “El PAN era un partido de clases, no de clase. Ahora se pretende convertirlo en un partido empresarial”, dijo uno de los iconos doctrinarios del blanquiazul y padre de quien más adelante sería presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa.
El desprendimiento del Foro Doctrinario y Democrático en los 80´ se fue denunciando al Neopanismo que privilegiaba un: “…indebido y antidemocrático acercamiento con el gobierno y apoyo abierto a la política estatal; injerencia creciente de los empresarios en la vida del partido y autoritarismo interno, burocratización del partido e intransigencia con los grupos y opiniones divergentes (…) Hoy el PAN es pro salinista, pro liberal y pragmático”. Mucho más es posible relatar del partido albiazul que ya gobernó al país por doce años sin haber podido concretar la ilusión de sus fundadores de reorientar al Sistema Político Mexicano. Sobre el regreso del PRI a la presidencia el mejor diagnóstico lo tiene Gustavo Madero:
“Francisco Madero cometió un gravísimo error: no desmantelar el anterior sistema porfirista, es el sistema que combatió, por el contrario, no sólo no lo desmanteló sino que enlistó a sus tropas, 15 meses después el sistema lo devora”; el PAN cometió error semejante porque una vez que ganó la Presidencia en el 2000 con Fox Quesada, “No se desmanteló en estos 12 años el antiguo régimen priista que combatimos. Ni la cultura, ni el funcionamiento del sistema y del poder político y no fueron 15 meses después, sino 12 años después. Ese sistema nos devoró electoralmente en julio de 2012″. Aquí cabe muy bien el reconocido adagio: “Quien no conoce la historia, está condenado a repetirla”.
El PRD es el más joven de los partidos políticos “grandes” de México, fue fundado en 1989 tras el desgajamiento prisa de 1986-1987 por priistas que reunieron en su entorno a las diferentes corrientes de izquierda que militaban en sus respectivos minipartidos haciéndose competencia electoral entre sí, atomizando el voto sin ganar elección alguna. El factor de unificación fue el apellido Cárdenas, el efluvio histórico del expropiador petrolero. Pero los triunfos electorales de este partido lo convirtieron en una agrupación de pequeños burgueses a quienes el dinero y el poder hicieron daño provocándoles amnesia acerca de los fines que perseguían cuando ingresaron a la esfera pública. Fueron enajenados por las prerrogativas y pronto el PRD se convirtió en objeto de codicia en todas las corrientes internas.
Resultó vencedora la más proclive a la negociación, al apoyo entreguista a cambio de canonjías, a la componenda con el poder para conseguir privilegios de grupo. Obviamente, las “tribus” así desplazadas no lo podían permitir, cuando surge lo de Iguala se descubre el descarnado conciliábulo del poder y del dinero de la dirigencia perredista, de allí al precipicio no hay sino un paso.
El episodio perredista no termina con la renuncia de Cuauhtémoc Cárdenas al partido que ayudó a fundar, pero su separación es un auténtico deslinde de cuanto ocurre y de lo que puede venir tras las investigaciones que se llevan a cabo. Más vale que digan aquí corrió que aquí quedó; no por nada Alejandro Encinas pide llegar “hasta las últimas consecuencias” en las investigaciones. Mientras, acurrucado en su MORENA, quien se llevó un gajo importante del PRD, Andrés Manuel López Obrador sonríe, y parece decir: “Se los dije, se los dije”.
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30-noviembre-2014