El 28 de noviembre pasado, el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, reaccionó ante el reclamo social, después de los acontecimientos de Tlatlaya e Iguala, a través de 10 medidas que en su visión contribuyen a solucionar los problemas estructurales de seguridad, justicia, corrupción y desarrollo regional que vive el país.
La Presidencia generó grandes expectativas con su estrategia comunicacional. Funcionarios del más alto nivel, en distintos medios, fueron “calentando” el ambiente días antes del mensaje presidencial.
Eso contribuyó a elevar la calidad de la respuesta que la ciudadanía esperaba de la intervención del presidente.
En esa misma dinámica, para hacer el anuncio se cita a una reunión en Palacio Nacional a la que asisten los Poderes de la Unión, los gobernadores y representantes de distintos sectores de la sociedad. La estrategia mediática previa funciona y se crea un clima de gran interés sobre lo que va a decir el presidente.
Sus asesores políticos y los responsables de comunicación debieron haberle advertido, no sé si lo hicieron, que ante las expectativas generadas las medidas que iba a anunciar, que están bien y caminan en la dirección correcta, no eran suficientes para responder a la gravedad de la situación y la crisis de credibilidad que vive el presidente y su gobierno.
Las propuestas no son nuevas y una buena parte ya habían sido planteadas por gobiernos anteriores (Felipe Calderón, Vicente Fox y Ernesto Zedillo), pero sin que tuvieran ningún resultado. Habrá que ver si esta administración las podrá realmente implementar. Aquí estaría una diferencia.
De las 10 propuestas, ocho tienen que ver con cambios de las leyes y las iniciativas del presidente habrán de pasar al Poder Legislativo para su aprobación. En ese proceso van a pasar semanas o meses. La sociedad esperaba acciones contundentes y rápidas. Eso no se dio.
La propuesta presidencial hubiera tenido más fuerza si hubiera sido precedida por la autocrítica y el reconocimiento más claro de la situación que vive el país. La estrategia de comunicación las debió contemplar.
El poder ante la ciudadanía gana mucho si sabe reconocer de manera abierta sus problemas, deficiencias y omisiones.
El escepticismo generalizado con el cual la ciudadanía ha recibido la propuesta del presidente obedece a tres razones: no son soluciones contundentes e inmediatas, que era lo que se esperaba; son semejantes a las hechas por gobiernos anteriores y en la práctica muy poco o nada ha pasado; no responden a las expectativas creadas por la propia Presidencia.
En respuesta a las críticas de los más diversos sectores ante las medidas anunciadas, el mismo presidente reconoce que “varios de los temas (…) pudieron haber sido postulados en el pasado”, pero ahora lo distinto va a ser que “realmente se materialicen, se vuelvan una realidad en beneficio de todos los mexicanos”. La ciudadanía está a la expectativa. Habrá que ver.
Twitter: @RubenAguilar