En la Escuela de Escritores de la SOGEM, hace más de 10 años, me encontré a Roberto Gómez Bolaños, “Chespirito”. Él había acudido a develar el busto de José María Fernández Unsaín, quien fuera presidente de la Sociedad de Escritores de México y fundador, en los ochentas, de la Escuela de Escritores. El busto se develaba en la casa de Coyoacán donde tomábamos clases.
Ahí estaba Roberto con Florinda Meza, Edith González, Jaqueline y Chantal Andere, estas últimas, esposa e hija respectivamente, de Fernández Unsaín. Pero a mí me llamaba la atención Roberto Gómez Bolaños, el actor que durante muchos años había interpretado a dos personajes icónicos de la televisión en Latinoamérica, el Chavo del ocho y el Chapulín colorado. Se le veía disminuido, ya los años se le notaban. Y es que uno se iba con la finta de que el Chavo del ocho era interpretado por un chamaco, un actor joven; sin embargo, para cuando Gómez Bolaños empezó a interpretar a su personaje del Chavo ya tenía más de cuarenta años. En 1999 cuando lo vi, Roberto estaba cumpliendo 70 años.
Durante toda la ceremonia me sentí con ganas de ir a saludarlo, de mostrarle mis respetos, de decirle que yo, como millones de niños, había visto sus programas de televisión y que no me importó que durante tantos años estuvieran repitiendo los mismos capítulos, las mismas bromas, las mismas frases que nos sabíamos, no hasta el cansancio, porque nunca nos casamos de ellas; al menos no yo.
Roberto formó parte de una televisión que en algún momento era el único entretenimiento posible para las masas en este país. Las opciones no eran muchas, pero no fue esa la razón de su éxito. Roberto creo personajes que reflejaban una parte de lo que el mexicano era. Lo mismo hizo Buñuel con Los olvidados, esa película en la que aparecía el “Jaibo”, el muchacho pobre de las zonas marginales de la ciudad de México; el joven delincuente sin escrúpulos, el huérfano que nunca conoció la caricia de una madre o las palabras de aliento de un padre.
El Chavo del ocho era la antítesis del “Jaibo”. Cierto, también era un huérfano, un sujeto que emergió de la nada y que se detuvo en el tiempo, pues siempre tuvo ocho años, siempre tendrá ocho años, siempre vivió en el cuarto número ocho de la vecindad, aunque si se le requería, sabíamos dónde encontrarlo, en su barril, oculto, refugiado del daño que los demás le pudieran causar. Algunos psicólogos comparaban ese refugio con el retroceso edípico que algunos tienen, y que los hace buscar amparo en la vagina de la madre, donde la calidez de la gestación es el refugio ideal; el Chavo no tenía madre, pero sí una vagina de madera donde se ocultaba después de los coscorrones que le propinaba don Ramón.
Siempre con hambre, el Chavo debería ser un emblema de lo que este país suplica todos los días, justicia, porque los mexicanos, como el Chavo del ocho, siempre estamos hambrientos de justicia, de esa justicia mendiga que nos vuelve huérfanos, viudas y también, como dijera Esther Hernández Palacios, a algunas las vuelve “madres mutiladas”.
Los personajes de esa vecindad también reflejaban esa realidad de nuestro país, la realidad de las familias disfuncionales. No había en esa vecindad una familia completa. Don Ramón era viudo, doña Florinda también, doña Clotilde era una solterona que, a pesar de los pasteles que le preparaba, nunca pudo conseguir el amor de su “Monchito”. En esa vecindad, que era una parte del país, las familias funcionales no existen; el mito de la gran familia mexicana, que tanto pregonó Televisa, se contradecía con la vecindad del Chavo. Es más, la conducta de los miembros de esta vecindad era por momentos harto reprochable, en esos programas imperaba la violencia, el menosprecio y el engaño. Pero ¿acaso no son esos los elementos de los que se vale la comedia?
Otro de los logros de Roberto Gómez Bolaños fue su personaje el Chapulín Colorado, un héroe que no era súper porque no poseía poderes especiales; un héroe que era un Quijote en el sentido que parodiaba, como el personaje de Cervantes, a los héroes que la DC Comics o de Marvel. Con su chipote chillón, su corazón en el pecho y su gran temeridad se convirtió en el antihéroe, en la parodia de esos personajes invencibles que contaban con súper poderes, pero no contaban con la astucia del Chapulín Colorado.
Culpar a Roberto Gómez Bolaños de la enajenación que tenía a los mexicanos pegados al televisor se me hace injusto. “Chespirito”, como todos los que por Televisa pasaron, fueron usados por los intereses, primero comerciales y luego políticos, de personas sin escrúpulos. Usado fue el mismo Jacobo Zabludovsky, quien ya tarde, pero se redimió. No extrañe que justo en este momento lo utilicen para distraer un poco las broncas que se trae el duopolio Televisa/Peña Nieto.
Pero yo siempre me quedaré con sus personajes más entrañables, con el Chapulín Colorado, con el Chavo del ocho, quizá porque, un poco, pero todos hemos sido como ellos. A veces hacemos las cosas sin querer queriendo, a veces lo que pasa es que la gente no nos tiene paciencia, a veces, cuando estamos en un gran dilema, clamamos “quién podrá defendernos”.
Pero a veces, pocas veces, cuando conseguimos un gran éxito, cuando logramos que se sancione a algún funcionario corrupto gracias a nuestro trabajo periodístico, nos miramos al espejo, damos un pequeño salto y decimos: “No contaban con mi astucia”.
Descanse en paz don Roberto Gómez Bolaños.
POSTDATA 1: ROBERTO GÓMEZ BOLAÑOS Y LA LETRA “CH”
Chespirito supo explotar muy bien la letra que es el payaso del alfabeto, la “CH”. Si DC Comics explotó la “L”, poniendo a muchos de sus personajes Luisa Lane, Lana Luna, Lex Luthor, etc., Gómez Bolaños reconoció la gracia de esa letra que por su sonido peculiar encabeza palabras chistosas: Chavo, Chapulín, Chapatín, Chilindrina, Chimoltrufia, Chómpiras, Charrito, Chipote chillón, Chanfle, Chaparrón…
POSTDATA 2: APRUEBA CONGRESO NUEVA LEY DE VÍCTIMAS PARA EL ESTADO
El estado implementará los mecanismos para promover, respetar, proteger, garantizar y permitir el efectivo derecho de acceso de la justicia y la verdad, así como la reparación integral a las víctimas, luego que por unanimidad la LXIII Legislatura local aprobó el dictamen de Ley de Víctimas para el Estado de Veracruz. Durante la cuarta sesión ordinaria, se aprobó esta ley con 41 votos, misma que armoniza los ordenamientos estatales con la Ley General en la materia, y por la cual se crean las figuras de Comisión Ejecutiva Local, el Registro Estatal de Víctimas, la Asesoría Jurídica Local y el Fondo de Ayuda, Asistencia y Reparación Integral.
Armando Ortiz aortiz52@nullhotmail.com