Son muchas y variadas las manifestaciones culturales –ancestrales y contemporáneas– de las que nos enorgullecemos en Veracruz. Una de ellas es el rito del Palo Volador, que aún se preserva en el Totonacapan y la Sierra Norte de Puebla.

Su origen es tan remoto, que algunos especialistas la ubican en el periodo Preclásico Medio Mesoamericano, aunque hay vestigios que datan del Posclásico. De cualquier forma, es parte de nuestra esencia y razón de ser como sociedad.

En 2009 fue proclamado Patrimonio Cultural Inmaterial por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

Todo esto bastaría para tener en situación especial a quienes mantienen y difunden este ritual, porque son especiales al momento de volar por el aire, en clara alusión a los cuatro puntos cardinales, y poner su vida en manos del rito, del pasado, de la regeneración de nuestra especie. Vamos… de mantener con vida este mundo. Pero no es así.

No entraré en especulaciones, porque desconozco a fondo las realidades. Hemos leído en diversos medios sobre la situación que viven algunas personas que participan en los rituales, pero sólo la cuchara sabe lo que hay en el fondo de la cacerola. Mejor, abordo el trabajo que vendrá para reforestar el árbol de la región, el Palo Volador.

La diputada Mariela Tovar Lorenzo, representante del Distrito VII con cabecera en Papantla, informa: “En atención a la especial importancia que tiene la naturaleza para la cultura totonaca, también en el Parque Temático Takilhsukut se pusieron en marcha proyectos de rescate del Palo del Volador, árbol emblemático llamado nopo o manzanillo, utilizado en la ceremonia ritual de los voladores, que llega a medir hasta 30 metros de altura y 50 centímetros o más de diámetro”.

Esto, en el contexto de un proyecto integral de reforestación que la Comisión de Asuntos Indígenas entregó a la Comisión Nacional Forestal (Conafor). Al parecer no sólo hay problemas con las personas que ejecutan el ritual, sino con uno de los elementos nodales del rito: el Palo Volador.

No debemos olvidar que la ceremonia no sólo abarca danza, música y vuelo de los participantes, sino inicia desde que los varones salen a cortar el árbol, cuyo tronco servirá de base y eje para completar el ritual.

De ahí la importancia de mantener esta especie y reforestar, porque si bien, en algunas ocasiones se han colocado postes metálicos fijos, esto es más con fines turísticos y de entretenimiento. Lo esencial es la tradición que ellas y ellos mantienen.

Qué bueno que se trabaje en este aspecto, que sirva para propiciar empleo temporal, porque nunca está de más un dinero extra o poder solventar algunas necesidades de las familias.

Ojalá que esta preocupación se extienda a buscar mecanismos legales de protección a los danzantes: seguros de vida, mayor difusión de los rituales (con respeto a la tradición) y una constante y sistemática actividad que permita a las nuevas generaciones mantener viva esta manifestación, que no sólo es nuestra, sino de toda la humanidad.

Por hoy es todo. Le deseo un excelente día y nos leemos en la próxima entrega