El 31 de Octubre de 2003, la Asamblea Nacional de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en su resolutivo 58/4 decide que, a fin de aumentar la sensibilización respecto de la Corrupción, así como del papel que puede desempeñar la Convención para combatirla y prevenirla, se proclame el 9 de diciembre : DIA INTERNACIONAL CONTRA LA CORRUPCION. Mismo principio que entró en vigor en diciembre de 2005.
Y la verdad, –con todo respeto para tan importante organismo internacional–, de cuando acá se tiene que designar un día para que las personas y los gobiernos, cambien en su actitud y modos de ejercer el poder, cuando que, debiera ser la honestidad y la eficiencia los principios obligados y exigibles, para quien desee ostentar un cargo en el servicio público. Es como si quisiéramos poner un día “de la comunicación con nuestros hijos”, obligación que se contrae desde el momento que se tienen.
Pero así estará la situación a nivel mundial, que se hace necesario crear medidas desde los organismos internacionales y en los propios países creando Comisiones Nacionales y Estatales, para enfrentar este cáncer y sus metástasis.
Y tan es grave el problema que, de acuerdo a la encuesta anual de la ONG, Transparencia Internacional que realiza a ciudadanos de más de 170 países del planeta, países como Somalia, Birmania, Afganistán e Irak están considerados como los más corruptos del mundo al estar en la escala más baja de la tabla. Por el contrario, los países menos corruptos son Dinamarca, Nueva Zelanda y Singapur, según el reporte de la entidad, que califica en una escala del uno al diez el nivel de corrupción de cada nación tras una lista de preguntas que responde una muestra de los habitantes de cada territorio.
En el caso de América Latina, Venezuela es el país con mayor corrupción de la región al ocupar el puesto 160 de la tabla. Paraguay, Honduras y Nicaragua le siguen de cerca con las ubicaciones 150, 140 y 127 del ranking mundial, respectivamente. En tanto, Perú, México, Bolivia, Argentina, Colombia y Ecuador se posicionan en la media de la lista incluyendo en este nivel a Brasil y Cuba.
De los países de Latinoamérica, Uruguay es considerado como el país con el menor índice de corrupción al escalar a la posición 19 de la tabla. Percepciones similares de poca corrupción son compartidas por los ciudadanos de Chile, Puerto Rico y Costa Rica, que se encuentran en los lugares 22, 33 y 49 de la lista de Transparencia Internacional.
Pero ¿qué es la corrupción?
Proviene del Latín “corruptio” que une los vocablos, “con” (junto) o “co” (cooperación), “rumpere” (hacer pedazos) y el sufijo “tio”, equivalente a “acción o efecto”, resumiéndose en: alianza para romper, echar a perder o hacer pedazos una conducta o una situación.
Pero, ¿qué hay tras un acto corrupto?, ¿desde cuándo existe?
El mismo es tan antiguo como la humanidad misma, y la Biblia habla del primer acto corrupto en la acción de Adán y Eva, — desde el momento en que existe la ambición y se dejan influenciar por un ente que los convence de hacer lo indebido–. Luego entonces, en un acto corrupto siempre habrá un actor que corrompe y un corrompido, es decir, que para que haya un acto de esta naturaleza, deben estar presentes ambos agentes, que son igualmente responsables del acto mismo.
Por lo tanto, un acto corrupto, por lo regular está vinculado a comportamientos –abiertos o encubiertos–, anti-éticos e inmorales que se pueden dar en todos los ámbitos de la vida privada o pública.
Así que lo mismo, hemos visto que la corrupción se disemina rápido—como el cáncer– y lo mismo se encuentra en la actuación de: a) el vende-plazas que se aprovecha de la necesidad de los desempleados; b) los banqueros que autorizan o realizan transacciones ilegales o indebidas; c) los magistrados, jueces y notarios cuyos dictámenes favorecen a quienes mejor paga; d) servidores públicos de alto, medio y bajo nivel que reciben su “mochada”, “mordida”, “compensación” a su “esfuerzo”, por hacer un trámite dudoso, rápido o ilegal; e) los empresarios y comerciantes que adquieren del productor, artículos sin calidad, para venderlos como buenos y caros al consumidor; f) los maestros y alumnos que transan dinero a cambio de calificaciones aprobatorias; g) el representante popular o el mal gobernante que pide su “diezmo” a las constructoras o contratistas) h) el sistema gubernamental, que recicla a funcionarios corruptos para cubrir áreas de su administración dañadas, por ese cáncer; i) el líder sindical que pide su pago por los favores que otorga a ciertos agremiados o por lo que recibe del gobierno; j) el líder estudiantil que vende su causa, para recibir privilegios por sobre los intereses de la comunidad estudiantil y de la institución, k) el publicista o comunicólogo que trabaja para varios amos, a cambio de un buen presupuesto, l) el líder o militante de un partido político, que se vende al contrario o a quien sea, traicionando a sus siglas; m) la mujer que se prostituye para alcanzar las posiciones que anhela, etc. etc. Y lo último que podía pasar, n) el gobernante que se alía al crimen organizado para satisfacer su codicia, aun a costa de poner en riesgo la integridad física y la vida de sus conciudadanos; y, o) el país que vende armas en su nación a la delincuencia, para destruir al país de enfrente, entre muchos otros casos más.
Y cuál es la constante en todos estos casos: la ambición de las personas–corruptora y corrompidas–, sin valores, sin moral, carentes de ética profesional y sin amor al prójimo; ególatras y jactanciosas que no les importa llegar a realizar el acto más denigrante y/o extremo, para lograr sus objetivos u obtener utilidades, posiciones y ventajas de acuerdo a sus ambiciones.
Luego entonces, la corrupción de acuerdo al nivel y competencia en la jerarquía administrativa o del poder–en el sector público o privado–, es el grado del daño que puede generar en los ciudadanos o en la sociedad en su conjunto. Incluso algunos casos por su gravedad –ya no implican una sanción administrativa–, sino que por sus consecuencias masivas, se puede llegar a considerar como delitos de lesa humanidad, que merecen otras formas de castigo de acuerdo a las Leyes nacionales o internacionales.
Y si analizamos la personalidad del corruptor y el corrompido tenemos que, el primero obedece a individuos que por lo general, no recibieron buenos valores y modelos desde la familia, cuyas profesiones son tomadas –no como instrumentos para servir bien a los demás–, sino como armas para timar, exterminar, acaparar, etc., siempre mediando la obtención inmerecida de privilegios y dinero y; en los segundos, de personas inseguras, flojas y con ambiciones que no les importa gastar, denigrarse, etc., para obtener lo que quieren fácilmente.
En suma, gente que ha vivido en un medio donde la cultura y los valores, no han sido el distintivo principal y ello, ha conformado una personalidad egoísta, que le apuesta más a la sagacidad que a la capacidad y que posee grandes inseguridades. Por lo tanto, los individuos corruptos, siempre necesitarán obtener –a cualquier precio–, el poder y el dinero, para encubrir esas carencias y defectos y, buscarán afianzar –a lo largo de su vida—logros de acuerdo a sus ambiciones, de ahí su alto sentido de dependencia hacia esos reforzadores generalizados.
Decía Max Weber que: la política y la burocracia contemporáneas progresan al eliminar ese factor personal, — refiriéndose muy en su estilo a la corrupción–, cuando se hace valer un predominio más allá de la ordenanza, o aquel que se vale de su habilidad o de sus conocimientos para concederse auxilios particulares, justamente porque convierten la labor desempeñada en una tarea sometida a visibilidad y fiscalización: lo importante no es el individuo que la ejecuta, –que sólo es alguien solvente pero sustituible–, lo decisivo es el correcto cometido que ustedes o yo podríamos hacer si estuviéramos preparados para dicha función .
Y en su didáctica, Weber mostraba el perfil del funcionario idóneo que necesita la administración y decía: “la evolución del funcionario moderno, se va convirtiendo en un conjunto de trabajadores intelectuales altamente especializados mediante una larga preparación y con un honor estamental muy desarrollado, cuyo valor supremo es la integridad. Sin este funcionario, caería sobre nosotros el riesgo de una terrible corrupción y una incompetencia generalizada e incluso se verían amenazadas las realizaciones técnicas del aparato estatal…”
En el sistema pensado por Weber, un empleo público, puesto político o un cargo en la Administración no son recursos patrimoniales y no deben ser utilizados para otorgar favores o despachar presentes, sino una ocupación reglamentaria que se ejecuta para el beneficio de la sociedad.
Es decir, lo grave es: el tiempo, dinero y prestigio que las instituciones –sean públicas o privadas–, pierden, cuando existen personas y actos corruptos al interior, que obliga al propio sistema a someterse a procesos de supervisión extrema, que le cuestan a la institución y que podrían evitarse si estuvieran contratados mejores controles y elementos en los cargos, gente preparada en conocimientos y valores—en suma, individuos idóneos en puestos idóneos–, para que genere su presencia confianza más que incertidumbre.
Hoy los países y entidades hacen un gran esfuerzo para terminar con ese cáncer, pero mientras exista pobreza sin valores, habrá ambiciones negativas y las probabilidades de que el cáncer continúe son muy altas. Mientras haya un crecimiento desmedido de escuelas “patito” o universidades y centros educativos públicos que no se perfeccionan y se desfasan con el avance de la ciencia, que sólo les importe cobrar y regalar títulos y no enviar a profesionistas con calidad a servir a la sociedad, habrá fraude en su actuación y querrán a toda costa hacerse ricos engañando a los demás, en el ejercicio de su profesión u oficio.
Mientras haya un ser corruptible, habrá un corruptor a la vuelta de la esquina y difícilmente se podrá exterminar el problema. En suma, mientras haya sistemas políticos, económicos y sociales carentes de valores éticos, cívicos y morales y, con ausencia de los controles, medidas disciplinarias, justicia y orden, será tierra fértil para que este cáncer siga creciendo y heredándose de generación en generación.
Cualquier gobierno, cualquier comisión mundial, nacional o local, aun teniendo la mejor buena fe de cambiar las cosas, no podrá avanzar, sino hace algo por transformar la cultura de la corrupción desde su raíz , eliminando los agentes que la motivan, operando y mejorando los procedimientos de la administración pública y eliminando los compadrazgos y complicidades en el ejercicio público.
Para qué señalar un día contra la corrupción, el mejor tributo y herencia para la humanidad, será eliminarla.
En el siguiente artículo hablaremos de otro problema, que va de la mano y que es igual o peor de dañino: la impunidad.
Gracias y hasta la próxima.