El tiempo no se detiene, obviedad que a veces se olvida o no parece tan importante; es tan larga la vida, tenemos tanto tiempo, que no lo vemos como un bien no renovable. El año termina con el mes de diciembre, periodo de festejos y de reflexiones naturales. Se quiera o no hay mayor y mejor tiempo, relajado, para los encuentros, la convivencia y los propósitos. El recuento suele ser liviano, pasajero y de trámite. La emoción de la temporada apenas se nubla por las ausencias, los excesos se pagan en peso y en pesos. Llega el año nuevo y viene con retos y compromisos; el año viejo se queda atrás, lo que se hizo bien ahí queda, también lo malo; no hay hubiera, si la hay no sirve para nada salvo para los lamentos, arrepentimientos y amarguras.
La vida es todo, una aventura, oportunidades, retos, subidas y bajadas, una travesía, dulce y amargo, luz y oscuridad, salud y enfermedad, contraste, amor y odio; es un permanente cuestionario, con preguntas y respuestas, todos los días. Nuestra filosofía indica preguntarnos que somos, a donde vamos, que queremos y que estamos dispuestos a hacer por los demás. En las respuestas, oportunas y efectivas, radica nuestra sustancia y nuestra felicidad; preguntas siempre, una y otra vez, respuestas siempre, una y otra vez. Después de contestar volver a preguntar, cada vez más de fondo, en evolución y de tal manera que se aprenda y se mejore uno mismo y el entorno.
En medio de la felicidad promedio de estas fechas, desigual como la sociedad mexicana toda, llegan las evocaciones, las nostalgias de los seres queridos que se adelantaron al mundo de las sombras. Uno se detiene unos minutos para atrapar en la memoria los rostros y vivencias de los familiares ausentes, de los amigos que partieron al más allá y de las figuras públicas, sobre todo de los hombres de ciencias y letras. A mi me estruja el corazón pensar en mis padres, tenerlos solo en recuerdos, importante pero absolutamente insuficiente: estas fechas con ellos eran una delicia, vitales, para abrazarse y convivir con lo que fuera, con un pan y un café; no puedo evitar, ni quiero, la humedad de mis ojos cuando pienso en ellos; lo tengo que decir, contra mi costumbre, no para presumir sino para no guardarlo quemando conciencia y sentimiento.
En México las cosas andan muy mal, estamos en crisis, no se resuelve la barbarie de Ayotzinapa y se desencadenan múltiples actos de violencia por todos lados; el gobierno no sabe o no pude ofrecer una salida digna y democrática a la ola de descontento; las elites abusivas sólo piensan en sus beneficios. Se estira la liga de la paciencia y el miedo, se apuesta al olvido, irresponsablemente; como nunca han sido demócratas ni tienen sentido de Estado creen que con simulación y cooptaciones pueden salir adelante. Craso error, hay muchos agravios acumulados en la sociedad, sobre todo los que casi no tienen nada y, por tanto, tampoco nada que perder. Nada pasa hasta que pasa, los movimientos sociales en México y en el mundo son producto de un proceso lento y complejo; así fue en el 68, en el 88, en el 2006 y así será ahora. Por afanes de poder personal o de grupo, intereses oligárquicos, los poderosos juegan con fuego y nos ponen en peligro a todos.
Uno quisiera que la Navidad sea de paz y felicidad para todos, lamentablemente los familiares de los desaparecidos de Ayotzinapa y el resto del país, no tendrán nada que celebrar; uno, igualmente tiene que moderar cualquier tipo de festejo por un mínimo de respeto y solidaridad hacia ellos. En lo posible hay que mantener la flama de la resistencia y la lucha por ellos y por todos. El año nuevo se avisora difícil en todos los sentidos, con inestabilidad económica y serios problemas de ingobernabilidad; para colmo habrá elecciones, que servirán de poco, lamentablemente, para oxigenar nuestra vida pública.
Espero que estas fechas hagan reflexionar a fondo a Peña Nieto y su grupo, a los potentados como Azcarraga, a la sociedad toda en el sentido de que necesitamos un nuevo país, mucho mejor, más justo, en paz e incluyente. Si no lo hacen a tiempo y por las buenas será la movilización social la que los arrincone y les quite privilegios. A ustedes, estimados y pacientes lectores, los abrazo a la distancia y les envió mis mejores deseos de felicidad.
Recadito: Este día 20 de diciembre nos reunimos por los 25 años del Mopi