Hace seis años ya corría fuerte el rumor acerca de que el secretario de finanzas, Javier Duarte de Ochoa, sería candidato a diputado por Córdoba para ponerlo en aptitud de la candidatura al gobierno del Estado. Fuimos muchos quienes no creímos en el segundo supuesto amparados en la “lógica política”, pero aprendimos entonces que la política de la lógica era más efectiva (un proyecto transexenal y cubrirse las espaldas). También confirmamos que la política es la ciencia de lo posible y que lo increíble es realizable.
No creíamos posible que Duarte de Ochoa fuera gobernador, era increíble para muchos, más aún para aquellos que iniciaron desde la talacha política sus primeros pasos hacia el poder. Sin embargo, aquello “imposible” se hizo posible; nos parecía increíble, y sin embargo el proyecto se hizo una realidad. Incurriríamos en error si por tal antecedente dedujéramos que en política no hay lógica, porque la hay en grado sumo si se posee la información suficiente para armar silogismos correctos que induzcan, lógicamente, a conclusiones correctas. Hace seis años si bien suponíamos los motivos que impulsaban al gobernador para convertir a Duarte en su sucesor, ignorábamos sin embargo cómo lo iba a implementar.
Sirve aquella experiencia para avizorar, no para asegurar, lo que pudiera ocurrir en el futuro inmediato que va de 2015 a 2016. Pero en primer término debe valorarse que los tiempos y las circunstancias han cambiado, pues aun con el mismo reparto de actores los papeles que hogaño desempeñan ya no son los mismos de antaño e incluso ha habido cambios drásticos en la condición social, política y económica de esos protagonistas, pero son condiciones individuales o de familia que no influyen determinantemente en el porvenir estatal como para ser considerados en un pronóstico.
Los datos duros informan que Fidel Herrera Beltrán legó a su sucesor un Estado en penuria económica, una administración pública desordenada y finanzas públicas sumidas bajo la órbita de una pesada deuda pública. También señalan que estas circunstancias y la inseguridad pública han impedido al gobierno de Duarte de Ochoa cumplir con sus compromisos de campaña e implementar programas de obra pública y de propósito social a la medida de las necesidades de la población veracruzana. Adicionalmente, el equipo de gobierno sufre inestabilidad, no ha sido el más idóneo y cuanto ha ocurrido a su interior confirma la vieja tesis cuya premisa fundamental es: administrar bien es gobernar bien.
En 2010 gobernaba el país un presidente panista, no tenía injerencia en las decisiones del PRI y los gobernadores asumieron la facultad de nombrar sucesor porque en el CEN priista no había la fuerza necesaria para influir u orientarlo. La estructura priista veracruzana estaba controlada por el gobernador y, previamente, en 2006 se había obstaculizado la llegada al senado de José Yunes Zorrilla, un joven valor de la política veracruzana con el perfil del cambio que requería Veracruz, pero fuego “amigo” lo “desapoyó” con el anticipado propósito de que no entorpeciera al proyecto. Quedaba Héctor Yunes Landa, quien apegado a los estatutos de su partido no se sometió a las reglas del juego diseñadas por el gobernador e hizo campaña para ganar la postulación, pero no le alcanzó para rebasar “el pinche poder” y lograr la candidatura que el gobernador consiguió para Javier Duarte de Ochoa. Esa es la fotografía de 2010.
La radiografía de hoy es nada parecida a aquella, médico, enfermeros y enfermo han sufrido cambios, ya no está el especialista estrella, los enfermeros aspiran a médico y el médico todavía no se especializa, mientras el número de enfermos, o sea de pobres, no ha disminuido; en cuanto a las circunstancias también han sufrido mutaciones que para 2016 serán más contrastantes respecto de 2010. ¿Por qué? Simplemente porque el actual gobernador no posee la misma movilidad y experiencia de su antecesor para maniobrar electoralmente; ahora el presidente de la república es priista y el perfil del manejo priista en una sucesión de gobierno será necesariamente diferente a la que hubo en 2010. Adicionalmente, pero de significativa importancia, ahora el PRI tiene dos senadores con perfil elevadamente competitivo cuyas respectivas trayectorias no orbitan en el plano de la gravitación estatal; para rematar, el hartazgo social aumenta y el INE no es el IEV.
¿Podrá el gobernador Duarte de Ochoa consolidar el proyecto que diseñó quien fuera su tutor de inicio? ¿Existe realmente un proyecto futurista de Grupo? De lo primero darán constancias los hechos por venir; en cuanto a lo segundo encuentra base hipotética en una entrevista que le hiciera en abril de 2011 el periodista Edgar Hernández al entonces alcalde de Tuxpan: “Javier ya como gobernador tiene muy claro quién los hizo. Javier se reúne muy frecuentemente con Fidel, a quien le sigue diciendo señor, lo escucha pero le deja tersamente, muy tersamente sentir que él es el gobernador”.
¿Quiénes son los del grupo de amigos de ayuda mutua que pretenden escalar hacia la gubernatura? Erick Lagos, el más ducho en maniobras de cabildeo, Jorge Carvallo, el más discreto pero no menos movido, y Silva Ramos el más mediático. Al margen de otras consideraciones, les asiste el derecho normativo para aspirar al gobierno veracruzano, pero deben enfrentar una consulta pública que se antoja difícil, exigente, y a una competitividad eficiente, sólida, de intenso trabajo político de dos senadores de la república con sobrados méritos; más aún si existe la consigna de respaldar al almirante Saynez, entonces buscarán un escaño, una probabilidad en la que también participa el diputado Alejandro Montano. Todo, sin olvidar al candidato que pudiera presentar el PAN, aprovechando las circunstancias propicias que representa el contexto social pues recogería la inconformidad y la irritación social subyacentes, las animadversiones sembradas en el camino y la necesidad de un auténtico cambio, menos pobreza, mejor administración, ataque frontal a la corrupción, más transparencia, fin a la impunidad. El pronóstico es reservado.
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