Por estas fechas, la gente pide regalos o deseos a Santa Clos o los Reyes Magos o simplemente que el año nuevo sea mejor que el que va de salida.
Unos se imponen a sí mismos, propósitos que nunca cumplen. Me uno al coro de ilusos y optimistas peticionarios navideños y aquí va mi lista de anhelos para el 2015.
Que de verdad terminen los gasolinazos, disminuya la inseguridad, los servidores públicos cumplan con la ley, rindan cuentas y dejen de robarse los dineros del pueblo.
Que por fin se generen empleos, se reduzca la pobreza y todo funcionario corrupto sea destituido, enjuiciado y encarcelado sin derecho a fianza y le decomisen los bienes mal habidos.
Parecen sueños fantasiosos, pero si los analizamos uno por uno, todos son posibles.
Vamos prácticamente en la primera mitad del gobierno de Enrique Peña Nieto y los mexicanos están desencantados y sin vislumbrar esperanza alguna.
Es inconcebible que no se haya resuelto aún el caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa y de miles y miles de mujeres y hombres asesinados o desaparecidos.
¿Por qué bajan los precios internacionales del petróleo y la gasolina continúa a la alza, por ejemplo? Acaso los expertos en la materia sí lo saben.
¿Por qué rayos no hay dinero en las arcas públicas a pesar del aumento en los impuestos y si no se ven grandes inversiones en obras importantes?
El incremento del salario mínimo es ridículo y más parece una mentada para los trabajadores que ven con tristeza cómo los políticos perciben elevados salarios y no conformes con ello, caen en actos de corrupción y se enriquecen de manera escandalosa en un país donde existen millones de pobres y desempleados.
¿Hasta cuándo lo permitiremos?