Es un inicio de año bastante complicado por el que transita el gobierno veracruzano, y el panorama a futuro nada ofrece que nos señale un cambio a la tersura. Desde un contexto social muy enmarañado que incluye pobreza creciente y hartazgo social por cuanto ocurre, hasta la confrontación entre miembros de la clase política veracruzana que abiertamente han expresado su rechazo a las formas de conducción del gobierno que preside Javier Duarte de Ochoa. El escenario no es halagüeño porque nadie ignora el peso político específico que representan en el universo veracruzano como factores de poder los actuales senadores de la república de filiación priista.
Si el senador José Yunes Zorrilla declara abiertamente que apoyará a los alcaldes veracruzanos para que reciban con tiempo las participaciones que les envía la Secretaría de Hacienda, el mensaje es muy claro para quienes retienen esas remesas en perjuicio del nivel de gobierno municipal. Cuando el senador Héctor Yunes Landa declara que “Se percibe un afán sectario, de pequeñez, que permea en todos los ámbitos de la vida pública. Es indudable que hay inestabilidad, atraso social, recesión. La clase política está confrontada con el Gobernador. El PRI, dividido por una injerencia anacrónica y lamentable”… no existe acuerdo ni talento negociador”, está diagnosticando una realidad, que en voz de un militante opositor sonaría normal, pero señalado por senadores priistas indica una patología política que debe encender los focos rojos.
Por otro lado, el gobernador está reconfigurando su equipo de trabajo con gente de experiencia en reemplazo de quienes renunciaron para ir en busca del voto ciudadano y convertirse en diputados federales. El grupo de nuevos funcionarios revela experiencia porque tienen camino andado en la administración pública estatal, algunos repiten en sus cargos, esa condición pudiera garantizarle a Duarte de Ochoa un terso final de su gestión, aunque no implica necesariamente que las cosas vayan a mejorar para los veracruzanos. No siempre la experiencia y la eficiencia van juntas, como se ha comprobado, y en el ramo financiero persisten debilidades que no garantizan atención suficiente al amplio universo de necesidades en cuanto a obra pública y en el combate a los rezagos sociales que Veracruz enfrenta. Esto configura un escenario que no permite visiones optimistas.
Ya para el quinto año de gobierno los “hubiera” pudieran cobrar cierta relevancia, pero solo para la especulación. Si el equipo así renovado hubiera sido el de inicio para combinar noviciado con experiencia quizá a estas alturas estaríamos contemplando otra realidad. Todo suponiendo que la intención fuera buscar el beneficio en las condiciones de vida del conglomerado social veracruzano y no la prevalencia de proyectos políticos diseñados para la trascendencia sexenal de grupos de ayuda mutua, heredados por el mesías, instructor y maestro de una generación formada (o deformada) en la cultura del patrimonialismo del poder, o sea el usufructo del poder para fines ajenos al interés público.
No la tiene fácil el gobierno estatal presidido por Javier Duarte de Ochoa, que en todo discurso proclama el apoyo y la solidaridad de Veracruz al gobierno del presidente Peña Nieto; pero es obvio que el primer mandatario de la nación requiere respaldo comprobado en los hechos no en la retórica, y esto significa en lo más inmediato ganar para su partido, el PRI, el mayor número de Distritos posible para acercarle diputados al Congreso de la Unión. También implica aumentar la producción agropecuaria en un campo cuya producción luce estancada; mejorar las infraestructuras urbanas y rurales; si no aumentar, cuando menos conservar en mejores condiciones la red carretera; garantizar el abastecimiento de medicina a los hospitales del sector salud veracruzano, equipar hospitales; reducir los índices de pobreza; cumplir al máximo con el contenido de infinidad de minutas que son asignaturas pendientes en lo inmediato, y muchos etcéteras cuyo cumplimiento respaldarían al presidente de la república de manera efectiva.
En ese contexto, ¿podrá el PRI en Veracruz aportar un buen número de diputados al Congreso Federal? Ya es un lugar común asegurar que existe antipriismo social, que priva al interior de la sociedad veracruzana un hartazgo social expresado en repudio hacia los partidos políticos y a la clase política, y en automático se traslada a la posibilidad de que por ese contexto el PRI va a perder esta elección. Lo cierto es que una elección se gana en una campaña en la que se opera toda clase de marrullerías y se echa mano de todo recurso disponible, incluso la irrupción al interior de partidos de oposición descomponiendo sus cuadros o al menos desestabilizándolos para restarles competitividad. Esto lo sabe hacer el PRI a la perfección y le ha rendido excelentes resultados.
Por su parte, la oposición, la auténtica, se reduce solo al PAN, ya por su competitividad, ya porque los otros partidos, o son satélites del PRI-Gobierno o carecen de estructura que los ayude a competir con solvencia. En esa tesitura, el PRI lleva cierta ventaja porque aprovecha su voto duro en un universo electoral en el que la pulverización del voto se convierte en estrategia fundamental y en esto subyace la interrogante ¿Quiénes de entre los “independientes” y candidatos de “oposición” llevan la comisión de atomizar el sufragio?
De cualquier manera, es obvio que el PRI carece de cuadros nuevos y atractivos para convocar a la ciudadanía, se puede advertir en Xalapa, en Veracruz, en Coatzacoalcos, en San Andrés, lo que no necesariamente presagia derrotas porque para que la haya debe haber oposición fuerte, que aglutine el descontento, que sepa aprovechar la inconformidad social, que el día de la elección cuide sus votos. No bastan ni el hartazgo social, ni la inconformidad e irritación social cuando el adversario de enfrente está acostumbrado a ganarle elecciones hasta al pueblo.
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Enero- 11-2015.