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En Memoria de don Julio, y de las divertidas mentadas que inventaba para aquéllos que espiaban sus llamadas telefónicas.
Sí, así como esta titulada esta colaboración, así parece decir el gabinete económico de México respecto de la terrible recesión económica que sufrimos los mexicanos. El desprecio por el bienestar de los ciudadanos queda de manifiesto de muchas maneras, todas irrefutables pues la realidad se impone a cualquier explicación o simulación.
Cualquiera sabe que si baja el precio de los energéticos, la economía se reactiva. Así, en México aprovechando la baja de los precios del petróleo, el gobierno debería de haber bajado los precios de las gasolinas, a aproximadamente ocho pesos el litro, lo cual le hubiera dado un enorme impulso a la economía nacional, ya sea por la baja de precios de los bienes y servicios, o al aumento de las utilidades de las empresas que los comercializan. Sin embargo, el gobierno decidió que si ya creció, si ya tiene un nivel enorme de burócratas y proyectos cuyo costo sufre un sobreprecio del 37% en promedio (CFE dixit), es preferible mantener ese 37% de gasto por corrupción, y la plantilla enorme de funcionarios y empleados públicos, muchos de los cuales son útiles a la nación, y otros no tanto. Así, al mantener altos los precios de la energía, el gobierno sigue manteniendo su nivel de gasto y de apropiación de recursos de México, en lugar de beneficiar a la economía nacional… Esta actitud en un país con pleno empleo sería muy razonable, pero en un país como México dónde la mitad de la población se ubica debajo de los niveles de pobreza, y dónde más del 70% de los jóvenes no encuentran un trabajo remunerado y digno, resulta ofensivo y grotesco. Casi como si quienes dirigen México prefieran el gasto a la inversión, y el robo al crecimiento económico. Por eso, cuando se habla de generar bienestar en la población, el gobierno parece decir ¨que se jodan¨.
Cualquier alumno de primer año de economía del ITAM puede afirmar que el crecimiento económico genera a la larga no sólo bienestar a la población, sino mayor captación de impuestos y recursos para el sector público. Si hoy el gobierno sacrificara sus ingresos salvajes por venta de gasolinas y diesel, a cambio de estimular el crecimiento económico, iniciando un programa de austeridad que pueda permitirle sortear los años de menor recaudación, a largo plazo sería recordado como un gobierno que benefició a México. Pero cuando se trata de México y los mexicanos, el gobierno parece decir ¨que se jodan¨.
En el acto del siete de enero, el gobierno de la República anuncia con bombo y platillo que el campo se llevará trescientos cincuenta mil millones de pesos el presupuesto. Quizá esperan que los campesinos se emocionen ante ese dato. Pero los pobres campesinos mexicanos ni se enteran, y mucho menos esperan recibir esos dineros para mejorar su precaria situación productiva. Ellos saben que los recursos no van a llegar a sus manos. Saben, pues la experiencia de muchos años así lo indica, que de esos recursos, una buena parte se quedará en las tesorerías estatales, otra parte, quedará en manos de los funcionarios encargados de su reparto, otra parte quedará en manos de los amigos y recomendados de los funcionarios encargados de su reparto, y quizá una mínima, pequeñísima parte le llegue a algunos campesinos para tomarse la foto con ellos en la entrega –siempre simbólica-, de dichos recursos. Con discursos la gente no come, ni el campo produce, pero eso no importa, mientras tanto el gobierno cuando se trata de los campesinos, parece decir ¨que se jodan¨.
El gobierno federal continúa endeudándose, y tal parece, que para la primera mitad del año, está batallando para crear un crecimiento económico artificial, con el fin de obtener la mayoría en el congreso y ganar también cuando menos seis gubernaturas de las que están en juego el próximo junio. Así, en lugar de estimular un crecimiento económico sustentable, basado en bajos precios de los energéticos y estímulos económicos al sector productivo, se intenta hacer crecer a la economía en base al gasto público y a un endeudamiento que todos tendremos que pagar en el futuro. Así, pensando en un crecimiento económico sano, el gobierno parce decir ¨que se jodan¨.
Ante el clamor nacional, que vino a detonar el deleznable crimen de Iguala, que todo México quiere aprovechar para combatir la corrupción y la impunidad, el gobierno de México responde con decálogos muy tibios, y con simulación en lugar de escuchar a la sociedad y comenzar una verdadera cruzada que deje a México un poco más limpio de cómo lo recibió a inicios del sexenio. Así que la realidad es muy clara, pues el gobierno de México afirma categóricamente que en todo lo que se refiere a combate a la corrupción y a la impunidad ¨se jodan los mexicanos¨.
Un gobierno sordo a las necesidades y peticiones de sus ciudadanos. Un gobierno que desde la soberbia del poder se olvida que está para servir y para obedecer a sus mandantes. Un gobierno que desea continuar con la tradición revolucionaria de servirse del poder para enriquecerse y sortear los problemas hasta el final del sexenio. Es un gobierno que cuando piensa en los electores, cuando piensa en los votantes, cuando piensa en los ciudadanos, cuando piensa en ti, lo que realmente está pensando es ¨que se jodan¨.
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