Querido México: Sé que cuando estas triste y preocupado por un ser querido, normalmente buscas que es lo que puedes hacer para que su situación se corrija. Por ello, yo debería preocuparme por ti y buscar corregir lo que considero que está mal contigo… Pero es tanto… y mis fuerzas son tan pocas… y somos tan pocos los que queremos hacer algo… aunque somos muchos los que estamos tristes por ti.
Querido país: Estás herido, ofendido, humillado, lleno de porquería, la putrefacción se percibe apenas rasca uno un poco por encima de la piel. Eres como un enfermo lleno de llagas, con pústulas purulentas que sobresalen de aquélla piel lozana de la que alguna vez gozaste.
Me angustia y creo que a muchos nos angustia reconocer que es poco lo que podemos hacer por ti. Si la mayoría estuviéramos unidos para curarte lo lograríamos, pero parece que la inmensa mayoría de los que te habitamos no tenemos intención de hacer nada, algunos a veces rezamos, otros justificamos nuestra inactividad y cobardía diciendo que serán nuestros hijos los que –si los educamos bien-, comiencen a curarte (lo cual considero una absoluta irresponsabilidad, pues hoy estamos nosotros y nosotros debemos curarte hoy). Algunos más nos quejamos de lo que te sucede, nos quejamos en las pláticas con amigos y familia, nos quejamos en las redes sociales, nos quejamos en nuestro trabajo, criticamos lo que creemos que está mal, pero nada hacemos por remediarlo, simplemente criticamos y nos desahogamos. Algunos logramos una catarsis leyendo lo que otros escriben, escuchando lo que otros dicen, y eso nos reconforta, como si un reclamo verbal o escrito fuera suficiente para curarte.
Sinceramente creo que los que hoy te habitamos, simplemente no te merecemos, no somos dignos de ti.
Como en la poesía de Amado Nervo, parafraseando ¨los motivos del Lobo¨, en todos los rostros veo las brasas de la ira, el engaño, la mentira. Hermano a hermano se hacen la guerra, pierden los débiles, ganan los malos. El fuerte abusa de su fortaleza, el poderoso de su posición, el relacionado de sus relaciones, el miembro de la turba abusa del anonimato que le otorga ser miembro la multitud. Hembra y macho son como perro y perra, y así, todos se dan de palos, y te los dan a ti. Y muchos, casi todos, abusan y se aprovechan de que hoy por hoy no eres un país de leyes, la corrupción es norma y la impunidad costumbre.
Tú nos has dado mucho. Hemos desangrado tus entrañas para extraer el oro negro, y los metales preciosos con que desde antes de la conquista nos has bendecido, y toda es riqueza se ha desaprovechado. Tus hijos han recibido migajas, mientras que unos cuantos se han apropiado de todo. Tu suelo es ejemplo de la desigualdad entre tus habitantes. Hoy tu nombre es sinónimo a nivel mundial de lo que no debe ser una sociedad moderna. Incluso cuando alguien fuera del país es impuntual, desobligado, irresponsable, incluso hasta corrupto o ladrón, la gente del exterior comenta a sotto vocce: ¨ni te fijes, es mexicano¨.
Cuánto te hemos fallado, que tu gentilicio se convierte en adjetivo calificativo con connotaciones negativas. Pero eso sí, en cada plática, en cada reunión, en cada discurso, todos nos comprometemos a hacer lo correcto, a ayudar a los demás, a mejorar sus vidas, y sobre todo a respetar las leyes, esas reglas de convivencia que hemos copiado y que hemos hecho nuestras para mejorar las relaciones entre hermanos mexicanos, pero que en la práctica poco utilizamos y mucho menos conocemos.
Me llama la atención que siempre tiene la culpa el ¨otro¨, siempre se busca que se haga la voluntad de Dios, ¨pero en los bueyes de mi compadre¨. Hoy tus hijos somos tan irresponsables que acostumbramos mirar la paja en el ojo ajeno, sin observar la viga en el propio. La sociedad acusa al gobierno de ser el culpable de todo. Los funcionarios públicos acusan a la sociedad de lo mismo. El empleado al patrón y el patrón al empleado. El rico al pobre y el pobre al rico. El hombre a la mujer y la mujer al hombre. Siempre la responsabilidad es del ¨otro¨. Hemos hecho todo un culto a la ¨otredad¨, para justificar incluso nuestros malos actos, y nuestro enorme pecado de omisión. Vemos en el ¨otro¨ el reflejo de nuestra propia conducta y la criticamos pero no cambiamos ni un ápice aquello de nosotros mismos que sabemos está mal.
Aplaudimos el triunfo económico, aunque éste provenga de prácticas ilícitas o de cualquier tipo de crimen. Hemos perdido el gusto y el reconocimiento social del aprecio a los verdaderos valores humanos. Incluso los que predican esa pérdida de valores, cuando son confrontados con su propia realidad, en muchos casos tampoco ellos los poseen. Jamás nos atrevemos a censurar de frente cualquier tipo de conducta incorrecta o errónea, pero siempre reclamamos a aquéllos que no lo hacen.
Y sabes que es lo peor querido México. Que a pesar de haber convertido el paraíso en el infierno, te amamos entrañablemente y no podemos vivir lejos de ti. Para cualquiera de tus hijos, el haber renunciado a vivir en tu tierra y haber emigrado le causa un enorme dolor. Dolor que sólo justifica al pensar que deja sus raíces en ti, en México, pero que sus hijos y nietos tendrán un mejor porvenir, y para ellos, la nueva patria no será adoptiva sino propia. Es terrible pensar que el daño que te hemos hecho, provoca que tantos hijos tuyos escapen de tu tierra para convertirse en ilegales allende el Bravo, tan solo por obtener un trabajo digno y un salario justo, que hoy, aquí, no pueden encontrar.
Por todo esto y por muchas cosas que quien lea esto podrá añadir, me das mucha tristeza querido México. Me das mucha tristeza por ti, también me dan tristeza tus habitantes que no hemos sabido conservar el paraíso que eres en el fondo, y sobre todo me da tristeza mi impotencia para comenzar el cambio que tanto necesitas…. Perdón, el cambio que tanto necesitamos, nosotros, nuestros hijos, y las siguientes generaciones de mexicanos.
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