El dolor de la pérdida de un ser querido en indescifrable. No alcanza comentario alguno de consuelo; y cuando sucede eso, se pasa por un período de duelo que invita a refugiarnos en la fe, en el apoyo de la familia y amigos, en la ayuda profesional o en lo que sea, para poder superarlo lo más pronto que se pueda. Porque vivir con el dolor, la frustración y el coraje para todo el resto de nuestra vida, es no vivir. Y el “no vivir”, se sustenta en que el sufrimiento lesiona internamente el estado físico lentamente y además conlleva trastornos psicológicos en la persona que lo sufre, haciendo que las emociones se deformen y se transformen en coraje y amargura, dañando los actos de la vida cotidiana afectando las relaciones humanas y desmotivando para continuar viviendo.
Y eso es lo que ha sucedido con los padres de familia de los 43 normalistas rurales de Ayotzinapa desaparecidos desde el 26 de septiembre de 2014, que no han cesado en su lucha y demanda de justicia ante las autoridades de todos los niveles y ante la sociedad en general. Claro que es comprensible su dolor y angustia y es justa su lucha, por eso la exigencia demostrada durante estos 4 meses, no sólo en el deseo de encontrar a sus hijos vivos sino de encontrar también a los responsables intelectuales y materiales de estos abominables hechos. Sin duda, la sociedad ha entendido su dolor y preocupación y todos nos hemos sumado a esa demanda como sociedad para que se haga justicia y no se deje a nadie que haya participado material o intelectualmente, en el secuestro –y hoy ya confirmado asesinato–de los jóvenes, sin que se les aplique la ley con toda energía.
Pero, los padres de esos jóvenes también han sufrido otro secuestro, el de los grupos radicales locales y partidos políticos nacionales, que han “comprado” o “usado” su causa para poder con ella, golpear el gobierno federal y sus instituciones. Los han manipulado a su antojo, los han llevado y traído a diversos foros, en donde los que menos toman la palabra son ellos, los padres de familia; donde sólo hablan los líderes de estos movimientos, es decir, los interlocutores; concentraciones con predominio de grupos donde se revuelven los que verdaderamente sienten y se solidarizan con ellos, y los que sacan raja política de esta lucha, incluso donde los anarquistas en su marcha—para variar—dañan con pintas y destruyen patrimonios comerciales, nacionales y domicilios particulares.
Eso es abusar de la ignorancia y buena fe de los familiares de los desaparecidos. A veces, los padres ni siquiera se enteran de lo que está sucediendo cuando ellos van frente a una manifestación, no saben qué hacen los que vienen atrás que traen una consigna de destrucción y caos. Eso es politizar y manipular el dolor y…tampoco es justo. Hoy los padres de familia de esos jóvenes, están sufriendo también el secuestro de esos grupos y partidos políticos, gente que les alientan el rencor contra el gobierno nacional, contra la sociedad y les distorsionan los hechos conforme pasa el tiempo.
Ya se les olvidó, a esos politizadores de hechos, que:
a) Los estudiantes normalistas de Ayotzinapa fueron atacados y agredidos por policías municipales del gobierno perredista de Iguala,–y hoy se conoce que también de Cocula—y del gobierno estatal perredista del estado de Guerrero mal dirigido por el exgobernador Ángel Aguirre.
b) Que ese gobernador destituido—o renunciado–, tendrá que responder por la complicidad en los hechos, porque cómplice también es, quien conociendo los problemas hace mutis o disimula no saber, para evadir su responsabilidad.
c) Que el caso Iguala—como así se ha llamado en lo cotidiano–, fue un problema que se originó en el orden local (municipal y estatal). Por eso el gobierno federal sólo actuó cuando se agotó la instancia local y, de inmediato intervino cuando se definió el ámbito de su competencia, haciéndolo a través de sus instituciones.
d) Que en el Estado de Guerrero, tienen décadas, que han existido grupos rurales armados, que inician como movimientos sociales, cambian a revolucionarios, después se convierten en guerrillas y hoy algunos hoy se han coludido con grupos sanguinarios, como la banda denominada “Guerreros Unidos” cuya presencia hizo que surgieran otras bandas contrarias como “los Rojos”, y que se confrontan entre ellos y con las policías comunitarias que los repelen o detienen.
e) Que hoy está en la cárcel el expresidente municipal de Iguala,Gro., José Luis Abarca Velázquez y su esposa, como los principales cabecillas de un régimen de poder local, basado en el autoritarismo y la amenaza policial. Seguramente a través de sus negocios y relaciones con grupos poderosos locales y nacionales, habrá de seguirse la hebra que lleve a muchas cosas más, que se tendrán que descubrir y quizás lleven a encontrar algo aún más deplorable y nunca visto.
f) Que a partir de los hechos del 26 de septiembre, se han realizado 487 dictámenes periciales, con especialistas nacionales y extranjeros, 386 declaraciones y dos reconstrucciones de hechos; y que siempre ha existido la voluntad personal del Presidente y de su gobierno para esclarecer los hechos y castigar a los culpables. Por eso a partir de ayer, y con suficientes pruebas y evidencias ha determinado la Fiscalía nacional, que los jóvenes están muertos y que se trató de una acción reprobable e incalificable realizada por delincuentes profesionales—de casa–, por el grado de perversión en los mismos, de acuerdo a la declarado por el Fiscal general Jesús Murillo Karam.
g) Que el hecho de que las autoridades hoy determinen la situación de los desaparecidos al declararlos científica y ministerialmente muertos, no quiere decir que se dé “carpetazo” porque el caso está vigente y menos, cuando hay gente prófuga y rastreada, otras que se tiene en investigación y en proceso sus casos y se espera solo la sentencia, esperándose se ejerza en ellos, todo el peso de la ley.
Y es claro que las tendencias radicales en México y no es de ahora, siempre han tenido como bastión el sureste del país y particularmente las escuelas normales rurales. Siempre han politizado los problemas que ahí se viven. Desde Lucio Cabañas, –nombre que quizás los jóvenes de hoy no conocen y por eso hay que decirlo–, quien por cierto fue estudiante y maestro de la escuela rural de Ayotzinapa, líder estudiantil y popular, quien en 1970, conformó su propio grupo armado, denominado: “Partido de los pobres” en la Sierra de Guerrero.
Pero Lucio Cabañas, traía esa vena guerrillera por familia y por vínculos con grupos subversivos de los años 60 y 70. Su tío Pablo Cabañas, junto con Silvestre Mariscal , Prisciliano Padilla, Baldomero Vidales, Amadeo Vidales y Abacuc Román Godinez, pero principalmente Jacobo Gámiz, hermano del dirigente magisterial rural, campesino y guerrillero Arturo Gámiz, famoso porque encabezó junto con otros, la primera acción insurreccional de envergadura de la guerrilla contemporánea mexicana en el estado de Chihuahua y su hermano menor Emilio, todos, integraron al “Grupo Popular Guerrillero de Chihuahua” e hicieron su bastión en las escuelas normales rurales de ese estado y en el país. En Chihuahua, sembraron los movimientos insurrectos de la Escuela Normal Rural «Ricardo Flores Magón» de Saucillo Chih., de la Escuela Normal del Estado, y de la Normal Rural «Abraham González» de Salaices, Chih, organizando las primeras guerrillas en México.
Y ese grupo una madrugada del día 23 de septiembre de 1965, intentó tomar por asalto el cuartel del Ejército Mexicano, en Madera, Chihuahua, hecho que dejó muchos muertos entre ellos los hermanos Gámiz y 8 guerrilleros más, así como el teniente Marcelino Rigoberto Aguilar; los sargentos Nicolás Estrada Gómez y Moisés Bustillo Orozco; así como el cabo Felipe Reyna López y los soldados Jorge Velázquez y Virgilio Yáñez Gómez. De ahí que el hermano de los Gámiz que quedara, Jacobo, organizó los propios movimientos en el Estado de Guerrero junto con el tío de Lucio Cabañas, que al morir, se lo heredaron al sobrino. La famosa organización política/militar de los años 70, “Liga Comunista 23 de septiembre”, tomo su nombre por ese hecho.
Y podría seguir señalando otros, de cómo la guerrilla ha querido avanzar en México, y han generado acción política dentro de los partidos, especialmente los que coinciden con la visión comunista y socialista de los años 70 y 80, que dio entrada a la creación de los nuevos partidos de izquierda a fines de los 80, que hoy todos conocemos, y que en los lugares donde son gobierno, han llevado los problemas al extremo. Partidos que se siguen fragmentando para crear nuevos monstruos disfrazados de líderes del pueblo. Así que estamos hablando de una guerrilla—antes—y, hoy también, disfrazada de movimientos radicales que han usado las normales rurales y otros centros educativos como en el DF, para manipularlos y mediatizarlos, según la forma y estilo de los gobiernos municipales y estatales en turno.
Pero a todo esto me pregunto: ¿estarán conscientes los padres de familia cuyos, hijos estudian en esas normales rurales y centros educativos sectarios, de la forma en que son manipulados éstos por las bandas magisteriales y delincuenciales en esos estados? Yo casi puedo estar segura que no. Porque difícilmente enviarían a sus hijos –con respeto–al “matadero”. Y si lo hacen algunos es porque se abusa de su buena fe o de su ignorancia, engañándoles de que van a recibir y formar a sus hijos en la labor magisterial para servir a su prójimo, y en lugar de ello, los involucran en los movimientos políticos locales, con consecuencias claras como los hechos ya mencionados. Eso es lo imperdonable.
Por eso, la acción de la justicia también debe ir encaminada a descubrir a las autoridades y maestros de esas escuelas, que sin duda, tienen responsabilidad. Y los propios padres deben señalar los nombres –cuando así les conste–de aquellos que inducen a sus hijos a la subversión y a la muerte.
Por eso, la acción del gobierno federal es clara: intervenir, investigar hasta las últimas consecuencias un hecho –como el que ha ocupado los medios de comunicación desde el mes de septiembre–, y castigar a los que lo provocaron y consumaron, en suma, terminar con las metástasis de los problemas e investigar a consciencia sobre lo que está sucediendo desde hace mucho, en las normales rurales del país, para poner un alto definitivo.
Ojala y así sea, por el bien de todas esas familias campesinas que envían a sus hijos a prepararse, que no merecen que a cambio, reciban dolor por la pérdida de sus hijos y, de los jóvenes mexicanos que anhelan superarse—para salir de la pobreza–, y que no merecen recibir engaños, manipulación y sometimiento hacia ideologías sectarias transmitidas por sus propios maestros, autoridades locales y hoy, por desgracia, corriendo mayores riesgos por la presencia de las bandas delincuenciales que existen en muchas partes del país. Es decir, recuperar el orden social y el orden político, para no volver a repetir estos hechos que avergüenzan y lastiman a los mexicanos.
Gracias y hasta la próxima.