Hace unos días, me consternó la dolorosa noticia sobre la partida de un hombre que dejó una imborrable huella en cientos de jóvenes a quienes nos impartió clases en la Universidad Veracruzana, nuestra Alma Mater, de la que fue Rector de 1981 a 1983.

Quienes lo conocimos en ese entonces, reconocemos que bajo su rectoría fijó un nuevo rumbo a nuestra Máxima Casa de Estudios al impulsar la excelencia, anteponer los principios éticos y morales, fomentar la responsabilidad, la justicia social, la crítica, la democracia, la integridad y la competitividad.

La Universidad Veracruzana en su época tuvo brillo propio, un amplio reconocimiento nacional y un innegable compromiso con el desarrollo de Veracruz, así lo demuestra el hecho que durante su periodo se crearon las secretarías Académica y de Administración y Finanzas, así como las direcciones generales de Investigaciones y de Estudios de Posgrado.

Impulsó la creación del Instituto de Contaduría Pública y su compromiso con los jóvenes deportistas hizo posible la licenciatura en Educación Física, Deporte y Recreación en 1982, año en el que también apoyó la creación de la Especialidad en Comercio y Operación Marítima y la Especialidad en Ingeniería Integral para los Sistemas de Agua Potable y Alcantarillado, esta última producto de un convenio con la entonces Secretaría de Recursos Hidráulicos; su espíritu innovador siempre estuvo presente.

De Don Héctor Salmerón Roiz tenemos reconfortantes recuerdos que seguirán presentes en muchos de quienes fuimos sus alumnos y de los que nos dedicamos al servicio público. Nos regaló un legado de arduo trabajo basado en nobles principios que valdría la pena reproducir y difundir, al ser el prototipo idóneo de lo que debería ser todo funcionario público; hombres como Don Héctor necesita con urgencia nuestra entidad.

Fue un funcionario honrado, devoto del juramento universitario y constitucional que varias ocasiones rindió, como alcalde de Córdoba (1970-1973) y como Director de la Industria y el Comercio. Un varón en toda la extensión de la palabra, probo, reflexivo, juicioso, bondadoso, de costumbres sobrias, un hombre sin rencores, presto al consejo pertinente y también a la reprimenda apropiada. De carácter firme, pero poseedor de una gran calidad humana.

Don Héctor, personificaba los atributos de un gran abogado: estudioso, ecuánime, de sólidos principios, independiente y de una memoria excepcional, que le permitían tener a flor de boca las tesis jurisprudenciales existentes sobre cualquier tema; ejemplificó con su actuar, la importancia de la formación académica y el compromiso social que tan vehemente nos reiteraba, así como de la necesidad de tener profesionales críticos, responsables y comprometidos con Veracruz y el país, pues decía que sólo así se hace uno digno de la tierra en la que se nace.

Un amante e impulsor del arte local. Conocedor de la buena música, que disfrutaba al máximo cada concierto de su querida Orquesta Sinfónica de Xalapa, de la que en varias ocasiones fue presidente de su Patronato y favorecida en su andar, como también lo hiciera su predecesor en la rectoría universitaria, Don Roberto Bravo Garzón, con quien, por cierto, conformó esa histórica federación estudiantil veracruzana a mediados de los cincuentas.

Su labor es reconocida y admirada por todos, pero fue reconocida especialmente por el Ayuntamiento de Xalapa siendo presidente municipal Don Ricardo Ahued Bardahuil, al entregarle la medalla de honor “Xalapa”. La Máxima Casa de Estudios hizo lo propio al entregarle una medalla en el marco del 65 Aniversario de la Universidad Veracruzana, reconociendo su destacada labor como rector de la que todos somos testigos.

Un merecido homenaje en su memoria sería hacer realidad y ponerle su nombre, a la Sala de Conciertos proyectada para la Orquesta Sinfónica de Xalapa, que con tanto fervor promovió; siendo ésta otra asignatura heredada pendiente de su construcción.

A mi Maestro y amigo Héctor Salmerón Roiz lo llevaremos siempre en la memoria y en lo más preciado de nuestros afectos. Reiteramos, desde este espacio, nuestro más sentido pésame a su esposa e hijos, deseándoles que el Creador los reconforte prontamente ante tan sentida pérdida.

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