En la década de los 70 del siglo pasado fue muy celebrada la visita de Maurice Duverger a la capital de México, entonces era el politólogo de moda entre los universitarios y políticos europeos y de América. Según la propaganda, Duverger estaba impresionado por la ya larga cadena de triunfos electorales obtenidos por el PRI desde su fundación en 1946. Llamaba la atención del politólogo que el Sistema Político Mexicano, republicano y democrático, funcionara en los hechos con partido político único. Dejó en su expediente la pregunta ¿Por qué gana el PRI las elecciones? Esa ha sido a través de los años una interrogante generalizada, cuya respuesta debe buscarse en el contexto socioeconómico del país y en el análisis de las estrategias que el PRI ha venido implementando ciñéndose a las circunstancias imperantes en cada elección, desde los actos represivos durante el proceso electoral de 1952 cuando Enríquez Guzmán movilizó a los opositores al gobierno, hasta las modernas estrategias para cooptar al contrario.
De lo que ha sucedido en México es destacable la hegemonía priista sobre los demás partidos políticos que, excepto el PAN y en sus momentos el Partido Comunista, han sido de verdadera raíz opositora; del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), del Partido Popular Socialista (PPS) supimos su inclinación a “negociar” con el poder, un eufemismo empleado para disfrazar las complicidades políticas de sus respectivas dirigencias con el gobierno. Ese fenómeno se ha proyectado en el tiempo, ahora se manifiesta con el Partido de la Revolución Democrática administrado por los Chuchos, con el Partido Verde Ecologista propiedad de la familia González, y con el PANAL cuya dueña está enferma y recluida pero no inhabilitada para la negociación, obviamente con el gobierno. La realidad mexicana arroja datos duros sobre este particular y hace innecesaria la reiteración.
¿A qué se ha debido ese predominio priista sobre cuanto partido nuevo aparece en el escenario nacional o local? Una primera respuesta es la que apunta a que son partidos creados desde el poder; así, la fundación del PARM, del PPS, del Verde Ecologista, encuentra origen en el interés del gobierno por sostener organizaciones afines, prontas para ser utilizadas en la oportunidad conveniente. El PRD se formó en 1989 tras la unión de fuerzas de izquierda que advirtieron la posibilidad de acceder al poder por la vía electoral; pero los conflictos internos, la renuncia de sus líderes más representativos y la vocación entreguista de los actuales dirigentes lo han menguado y electoralmente es dudoso un repunte. En los reacomodos, la constante ha sido la capacidad negociadora del poder para cooptar dirigencias partidistas.
En el micro universo de la aldea jarocha lo hemos podido comprobar de una manera transparente durante la era de Fidel Herrera Beltrán iniciada en 2004. La indiscutible experiencia política y electoral de quien fuera gobernador de este estado, en base a la concepción patrimonialista del poder, le permitió implementar un mecanismo de compra-venta para anular grupos y dirigencias de partidos opositores, a la vez que pervertir a buena parte de directores o propietarios de medios de comunicación y columnistas a quienes enriqueció a cambio de un silencio cómplice sobre todos los menjurjes que se hacían desde el gobierno, aportando en pago una alharaca descomunal en fomento de la simulación. En 2004 inició la era de la unanimidad oprobiosa; a grado tal que muchos de quienes gozaron de la espléndida relación guardan nostalgia por aquellos tiempos a pesar de todo lo nocivo que resultó para la entidad veracruzana.
Esa estrategia se reflejó en los resultados electorales, principalmente por el dispendio monetario en los diferentes procesos electorales, incluido el de 2010 que renovó al titular del poder ejecutivo. Dirigencias panistas, perredistas y de todos colores fueron convenientemente “tranquilizados” para que se abstuvieran de trabajar por sus respectivos proyectos partidistas, dejando al PRI la oportunidad de maniobrar a su antojo. Muchos actores políticos saben de esto, algunos permanecen en la nómina pública como “asesores”, nadie los escucha, pero se mantienen a la expectativa porque su experiencia es aprovechable.
Lo hasta aquí narrado es de todos conocido, es la “verdad histórica”, como dice la PGR sobre Ayotzinapa. Solo que aquí los forenses políticos han sido hechos a un lado para privilegiar al proyecto transexenal. Pronto veremos en el resultado electoral del 7 de junio si el gran prestidigitador de ilusiones logra una cirugía electoral que traiga como resultado la mayoría de triunfos para el PRI. La práctica del procedimiento quirúrgico ya se manifestó en los quirófanos de Acayucan y de Pánuco, que será aplicada en otros Distritos con las variantes del caso: postulación de candidatos de “oposición” nada competitivos, desinterés de las dirigencias partidistas por sus candidatos que correrán el riesgo de verse abandonados a mitad del río, fomento del número de participantes, campañas para inhibir el voto, etcétera, forman parte del equipo para llevar a cabo una cirugía electoral exitosa.