Triste noticia me dio hoy mi amigo Efra, a quien conocí hace unos cuatro años. Cuando lo vi por vez primera lo descubrí como un gigante bonachón. Siempre alegre, de sonrisa fácil y una inmaculada visión de que la vida debe ser tersa. Un Buda andante. Cierta tarde después de haberlo conocido me confesó que le habían detectado un tumor y que debía someterse a tratamientos de quimioterapia. ¡Ay Dios mío de mi vida!… con una noticia así yo hubiera estado a punto del colapso y él me lo dijo como quien le dice a otro “Mira, esta ampollita me la hizo un mosquito”.

De ese tiempo a la fecha ha estado entrando y saliendo del hospital. El gitante bonachón pasó con una velocidad pasmosa a Clavillazo maltratado. La ropa que antes le quedaba al piolazo se le ha avejentado junto con su tez, y la holgura de sus telas me recuerda esos difíciles años nones en los que no hay ropa fit para los niños, años olvidados en los que me mantuve toda mi infancia pues siempre fui recogiendo los harapos que mi hermano me fue heredando.

Hoy, como hace unos años, nuevamente me buscó para contarme sus cuitas. Yo me encontrataba entretenidísimo viendo la repetición del electrizante 0-0 del Veracruz vs Chivas y mi mente serpenteaba por los prados de ese cementerio empastado chocarreramente llamado Omnilife.

Lo noté, en contra de su costumbre, serio. Y sin darme chance de incorporarme para brindarle toda mi atención me contó que en su última revisión le diagnosticaron tres nuevos tumores, aún pequeños pero que le han hecho metástasis. Casi se me atraganta medio estadio. Frente a mí estaba sentado Efra, sosteniendo lo que le queda de humanidad y alzando la cabeza para decirme que retoma la lucha, que a partir de ahora será sometido a una nueva andanada de quimios, el doble de potentes que las anteriores.

Me ha costado gran parte del día digerirlo y no puedo imaginar lo que debe estar sintiendo. Tiene familia. Una esposa, dos hijas y un padre que lo aman vigorosamente. Su madre recién había fallecido un par de meses antes de que le diagnosticaran por primera vez el tumor.

Él va a luchar y ante desafíos tan impresionantes no me queda más que ser agradecido por despertar sano. El porqué pasan las cosas no lo sé, no quiero tampoco caer en el lugar común del “Dios sabe por qué lo hace”. El cómo se afrontan los problemas es, como diría el comercial, responsabilidad de Usted.

Hoy noté a Efra serio pero no desanimado, taciturno pero no fulminado, tranquilo, creo que esa es la palabra correcta, lo noté tranquilo. Sabe que por delante tiene muchos kilómetros de camino pedregoso, pero estoy seguro que cuenta con la fortaleza para salir adelante. Vamos pues Efra, que hoy sigue la lucha. Desde esta atalaya, dentro de estas paredes que me dan certeza y me protejen de los malignos spots políticos, te deseo lo mejor y que esos tumorcitos te hagan lo que el viento a Juárez. ¡Ánimo!

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