Todo adulto que niegue sus errores de juventud, sus aprendizajes y su pasado, miente. Todas y todos hemos cometidos errores. Hemos buscado nuestras oportunidades, las hemos aprovechado y las hemos tirado. Porque así es la juventud. Juguetona, curiosa, mordaz, irreverente, locuaz y siempre creadora.
Pero hoy, la época es más compleja que antaño. Nuestros jóvenes viven problemas que les hemos heredado, sin que les hayamos dado opciones o diseñado “puertas de salida”. Por el contrario, los estigmatizamos con neologismos como el de “nini”.
No es novedad que como sociedad hemos fallado a las nuevas generaciones, pero eso no nos impide enmendar nuestros errores. De ahí que debemos propiciar las condiciones para que nuestra juventud se incorpore a las actividades productivas de acuerdo con sus experiencias, estudios y necesidades.
Coincido con la diputada vocal de la Comisión Permanente de Juventud y Deporte, Minerva Salcedo Baca, quien dijo que “La falta de oportunidades de empleo para los jóvenes es un mal social que afecta a todo el país, por lo que el tema debe incluirse como prioridad en la agenda pública, y los legisladores tanto locales como federales y los tres niveles de Gobierno deben diseñar nuevas políticas en la materia.”
Y es que según la encuesta 2012 que aplicó el Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ) de la Universidad Veracruzana (UV), coordinada por Julia Flores Dávila, a solicitud del Instituto Mexicano de la Juventud (Imjuve), los tres principales problemas que enfrentan los jóvenes son: mala economía, con 50.2 por ciento de los casos; inseguridad y delincuencia, 36 por ciento; desempleo, 30.2 por ciento, y corrupción, 35.2 por ciento.
¿Qué hacer para que los jóvenes sean mejores que nuestra generación? No lo sé, porque cada momento es singular. Pero lo menos que puedo pedir es que tengan las mismas oportunidades que nosotras, condiciones de seguridad y que puedan realizarse como personas en lo privado y en lo profesional. Sólo eso puedo pedir.
Como adultos, vamos trabajando para dejar un mundo mejor a nuestros herederos. No pidamos a nuestra juventud más de lo que le podemos dejar. Si no propiciamos las condiciones para su desarrollo y crecimiento, entonces no nos quejemos de ellas ni de ellos.
Nuestros jóvenes son nuestro reflejo, nuestro rostro antes de marchitarse. En ellos y en ellas podemos ver lo que viene. No a largo plazo, sino en este presente que les negamos o les damos. La decisión es del mundo. Sé que estamos a tiempo de corregir el rumbo. No es fácil, pero tampoco es imposible. De Usted y de toda la sociedad depende. No hay más.
Por hoy es todo. Le deseo un excelente día y nos leemos en la próxima entrega.