Hace poco escribí acá sobre la sospecha de una conjura que me trasmitió un amigo muy sagaz; una conjura que vendría de las empresas de telecomunicación que han sido afectadas por la nueva normatividad federal en este rubro.
Mi amigo me dice que su razonamiento está confirmado por los hechos. Y me los enumera:
1. Trate usted de hacer una llamada desde un celular de la compañía Telcel y seguramente encontrará problemas y dilaciones: a) el aparatito se tarda siglos en hacer la marcación; b) cuando contestan del otro lado, solamente se escuchan ruidos raros; c) cuando contestan, lo que nos dicen se oye entrecortado; d) la llamada se interrumpe a los dos o tres minutos… y tenemos que volver al calvario de los puntos a, b, c y d.
Tantos problemas, tan reiterados y tan generalizados, no pueden ser producto de la casualidad. No hay que ser un dechado de perspicacia para pensar -como lo hacemos millones de usuarios- que atrás de esto hay una voluntad, una estrategia, unas ganas de fregar.
2. Conéctese al Internet, como lo ha hecho desde hace años, desde cualquier servidor de Prodigy Infinitum, y seguramente encontrará problemas y dilaciones: a) la red se tarda siglos en entrar, la conexión es lenta, lenta; b) la ruedita de Windows da vueltas y vueltas, hasta que nos dice que no tenemos conexión, que el tiempo de espera se agotó y que lo intentemos más tarde; c) muchas páginas no se cargan; d) el servicio de interrumpe sorpresivamente… y tenemos que volver al calvario de los puntos a, b, c y d.
Tantos problemas, tan reiterados y tan generalizados, no pueden ser producto de la casualidad. No hay que ser un dechado de perspicacia para pensar -como lo hacemos millones de usuarios- que atrás de esto hay una voluntad, una estrategia, unas ganas de fregar.
Telcel e Infinitum son compañías del hombre al que todos los mexicanos cooperamos para hacer el más rico del planeta. Después de años de que los ciudadanos estuvimos haciendo el esfuerzo de pagar al doble o triple los servicios de telefonía e Internet, ahora don Carlione Slim se enoja porque ya no le vamos a pagar de más la larga distancia y tampoco le pagaremos segundos de más en las llamadas que cobraba por minuto, ni muchas otras prebendas que recibía gracias a una normatividad muy a modo para sus empresas.
Según mi corresponsal, estrategas publicitarios del poderoso hombre de negocios piensan que el pueblo se volcará pidiendo que las cosas vuelvan a como estaban antes. De acuerdo con esta línea de razonamiento, la gente prefiere pagar caro por un servicio, pero que sirva. Así, el clamor popular obligaría al Gobierno a regresarle las ventajosas condiciones en que operaban esas compañías, para que don Carlos le vuelva a ganar a Bill Gates (otro voraz empresario) el título del más acaudalado del planeta.
Lo único cierto es que todos estamos hasta las manitas con los pésimos servicios que están ofreciendo Telcel y Prodigy, y muchos están migrando hacia otros servicios y/o pidiendo mano más dura del Gobierno.
Cuidado, don Carlitos, no se le vaya a voltear la tortilla, por andar jugando con fuego.
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