El mundo de los pobres nos enseña que la sublimidad del amor cristiano debe pasar por la imperante necesidad de la justicia para las mayorías.
Oscar Arnulfo Romero.

El asesinato del arzobispo de San Salvador, en la cuaresma de 1980, marcó también mi vida como adolescente de 14 años, fue tanto el impacto de ver las noticias que la televisión privada y pública que aquellos años transmitían. Una de las primeras reacciones fue hacer mi primer archivo de mis recortes de periódicos que llegan a mi hogar, el Diario de Xalapa, el Tema de Hoy, y el Novedades, el mejor Diario de México; y en la memoria recuerdo cada una de las imágenes de la televisión. Y otra fue la lectura de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, en revista Servir: Teología y Pastoral, núm. 87 tercer bimestre de 1980, con colaboraciones de Jon Sobrino. S.J, Raúl Vidales, Luis Alberto Gómez de Souza; una edición de nuestra arquidiócesis.
A pocos días de la entronización de Papa Francisco, en trono petrino, le comentaba a un católico ultraconservador de nuestra arquidiócesis que con la llegada del Cardenal Bergoglio, como Papa y miembro de la Compañía de Jesús, el proceso para llevar a Monseñor Romero, a los altares; iba a hacer casi de inmediato, este querido amigo, me afirmaba que era imposible. El tres de febrero del presente año, SS. Francisco, autoriza la publicación de los decretos de la causa de los santos, se anuncia desde Roma, que próximamente será beatificado el arzobispo mártir de la República del Salvador. Por motivo de su martirio acontecido el 24 de marzo de 1980, se canonización será también en breve, pues no hay que esperar ningún milagro para incluirlo en el canon de los santo de la Iglesia Católica Apostólica y Romana.
Oscar Arnulfo Romero nació un 15 de agosto de 1917, en familia modesta de un empleado de correos, siendo el segundo de ocho hijos del matrimonio Romero Galdámez. A los doce años, Oscar Arnulfo empieza ejercer el oficio de carpintero. Para el año de 1931, ingresa al Seminario Menor de San Miguel, seis más tarde pasa al Seminario Mayor de San José de la Montaña, para luego ser enviado a continuar sus estudios a la ciudad de Roma, el 4 de abril de 1942, es ordenado como sacerdote. Su primera misión como presbítero es en la parroquia de Anamorós, para luego ser enviado a la parroquia de San Miguel donde trabajó durante veinte años. Eran los años del Concilio Vaticano Segundo, para 1966 fue elegido como Secretario de la Conferencia Episcopal de Salvador. SS Pablo VI, lo nombra obispo auxiliar de Luis Chávez y González, siendo consagrado como obispo por el nuncio apostólico Girolamo Prigione de grata memoria para México. En diciembre de 1974, es nombrado como obispo de la Diócesis de Santiago de María, para finalmente el 23 de febrero de 1977, es designado como arzobispo de San Salvador. En los años de la guerra fría, Oscar Arnulfo Romero, en su ejercicio sacerdotal se fue transformando un auténtico profeta, bajo el amparo del Concilio Vaticano II y opción preferencial por los pobre. Desde su magisterio sacerdotal denunciaba cada una de las injusticias cometidas en su país, por parte del Gobierno y del Ejército salvadoreño, En 1977, con el asesinato de P. Rutilio Grande, monseñor Romero supo en carne propia del asesinato de unos de sus sacerdotes más cercanos. Finalmente el 24 de marzo de 1980, celebrando la eucaristía en la tarde es asesinado por fuerzas paramilitares. Su entierro también fue otra batalla campal, dejando 40 muertos, SS Juan Pablo II, designó al Cardenal Ernesto Corripio Ahumada, arzobispo de la ciudad de México, como su representante personal en las exequias.
Nos invito a ver la video columna del Dr. Zilli: http://www.jbzilli.com/2015/02/rajas-y-rajitas-un-obispo-martir.html.
El teólogo Jon Sobrino de la Compañía de Jesús, quien salvo la vida el 16 de noviembre de 1989, cuando sus hermano en la Republica del Salvador fueron asesinados por los paramilitares. Jon Sobrino por encontrarse en extranjero salvó la vida. Fueron asesinados los religiosos que trabajaban en la Universidad de Centroamerica: Ignacio Ellacuría, Segundo Montes, Juan Ramón Moreno, Ignacio Martín Baró, Amando López, y Joaquín López y López; al igual que Oscar Arnulfo Romero están trabajando por un mundo mejor para los salvadoreños. Jon Sobrino, escribió en 1980, sobre monseñor Romero: He conocido durante tres años a Mons. Romero. Lo vi por primera vez en Aguilares la noche en que asesinaron al P. Rutilio Grande, S. J. Una semana antes de su martirio hablé con él por última vez, transmitiéndole la solidaridad de los participantes del IV Congreso Internacional Ecuménico de Teología, celebrado en Sao Paulo. Recuerdo con gratitud su amistad, el impacto de su fe y la inspiración para la reflexión teológica. (Sobrino. 1980:323)