En marzo del 2011, en Michoacán, surge formalmente el cártel de Los Caballeros Templarios, en rompimiento con La Familia, a la cual después va a sustituir, bajo el liderazgo de Servando Gómez Martínez (49), La Tuta, y Enrique Plancarte Solís (44), El Señor de los Caballos.

En marzo del 2014, Plancarte Solís cayó abatido por el Ejército en Colón, Querétaro, y el pasado 27 de febrero Gómez Martínez fue arrestado después del seguimiento de meses, sin disparos, por elementos de la Policía Federal (PF). Los dos líderes históricos han desaparecido; uno está muerto y el otro preso.

La captura de La Tuta no se puede minimizar, pero debe ser ubicada en su verdadera dimensión. El golpe es un triunfo del gobierno federal y tienen una fuerte carga simbólica. Su arresto muestra la capacidad de las fuerzas de seguridad, deja en claro la voluntad del gobierno de seguir apresando a los grandes capos y con él cae una figura emblemática del crimen organizado, que se había hecho una imagen de invencible.

Sin desconocer eso coincido con la valoración que hace Alejandro Hope, especialista en temas de seguridad, quien afirma que el arresto de La Tuta, en el terreno de los hechos, no tendrá un gran efecto porque “ya estaba aislado, casi no operaba, por lo que no alterará los contornos básicos de la problemática michoacana: la proliferación de grupos armados y la ausencia de las autoridades estatales y municipales”.

La estructura de los cárteles ha cambiado como consecuencia de la declaratoria de “guerra” del presidente Felipe Calderón en diciembre del 2006. A partir de entonces las organizaciones se fragmentan y multiplican, pero conservan su capacidad de movilización y de violencia. Estos grupos ya no están a la cabeza de los grandes capos de antaño que han ido desapareciendo, pero el negocio sigue.

El arresto de Gómez Martínez no implica que vaya a disminuir la violencia en Michoacán o que deje de operar el crimen organizado. Los cárteles y ahora también los grupos fragmentados han demostrado históricamente su capacidad, para de inmediato recomponer los liderazgos. En algunos casos la pérdida implica la ruptura y multiplicación de grupos, pero no su desaparición.

Sólo el trabajo permanente en el fortalecimiento de la autoridad estatal y de cada uno de los municipios, que incluye la reestructuración total de sus fuerzas de seguridad, podría ir creando las condiciones, para cerrar el espacio de acción a Los Caballeros Templarios en su actual estructura. La tarea es de muchos años y de distintos gobiernos. La captura de La Tuta no es menor, pero no hay que cantar victoria.

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