En política son los medios los que deben justificar el fin.
Albert Camus
Premio Nobel de Literatura
Sin afán de expresar una perogrullada, afirmo que es importante encontrar en la gobernanza el instrumento con el cual se redefina el papel de la sociedad en la vida pública del país, de no ser a través de ese arquetipo social, continuaremos observando la actual tendencia enraizada en rasgos bien definidos de nihilismo político.
México requiere de ciudadanos comprometidos y participativos. El futuro le pertenece a quienes creen en la grandeza de sus convicciones y en la meritocracia de su trabajo diario.
De esa manera es que evoco la corriente existencialista como es el nihilismo, misma que por definición ortodoxa es la negación de toda creencia y de todo principio religioso, político o social. En el entendido de que no se puede pugnar por una gobernanza edificadora si el nihilismo político es la constante del agregado social dentro de la participación política mexicana.
Es decir, la practicidad del ejercicio público como demanda que al amparo de un componente de enorme influencia como la participación social enderecemos el camino político del país, más cuando el sistema social y la certeza en el mismo es el hilo conductor para el avance en diferentes vertientes del quehacer económico y cultural.
De no revalorar la importancia de lo político en el accionar de este país padeceremos la metáfora de Sísifo que ilustra la percepción del hombre moderno ante el gran tema del sentido de responsabilidad.
Sísifo un personaje que pretendió, como Prometeo, dar a los hombres una luz que les permitiera ver claramente el mundo; pero esta osadía ofendió a los dioses, quienes lo castigaron de una manera cruel e ingeniosa, como era su costumbre, privándolo de la vista y dando sanción a rodar una gran piedra desde la parte baja de una colina hasta la cima, lo que era un esfuerzo muy penoso.
Cuando por fin lograba colocar la piedra en la aguda cima, esta caía por su propio peso y rodaba hasta la base de la colina, y Sísifo tenía que recomenzar el trabajo una y otra vez.
Así sucede con la democracia mexicana cuando en el 2000 presentábamos acciones de alternancia sin precedentes que mostraban los éxitos de un profundo proceso civilizatorio, que parecía conllevar a una maduración de nuestro accionar social, hoy 15 años después encontramos todas las atenuantes que evidencian los marginales beneficios que ha generado a favor de la ciudadanía.
¿Qué puede hacer el ciudadano promedio? ¿Qué puede hacer una persona que se sienten inmersa en el absurdo?…. preguntas así no pueden responderse sino de múltiples maneras.
Hemos caído en un agujero que no da cuenta a las necesidades imperativas, es decir, la correlación entre crecimiento e igualdad no se da en forma positiva, los dos puntos en el cuadrante se encuentran en un momento crítico, me refiero a que mientras el crecimiento no se comporta a la altura de las exigencias la desigual se amplía exponencialmente.
Lo que ha hecho que la gente literalmente se torture a si misma con dilemas morales y éticos en calabozos creados por un escepticismo hacia lo público, que a final de cuentas no importan.
El nihilismo político mexicano está contra el orden, es lo opuesto a cualquier otra ideología que busca imponer una concepción absoluta de la manera en que deben ser las cosas, ya que simplemente esa no es la manera en que funcionan las vicisitudes.
Más cuando la visión sobre la vida no puede controlarse por una simple y confeccionada respuesta universal o construyendo un orden perfecto que durará por siempre, ante eso el planteamiento con rasgos de nihilismo para la sociedad mexicana funciona con la expectativa de que el futuro y sus requerimientos siempre son desconocidos; por tanto lo que requerimos es prepararnos para ajustarnos al presente e intentar enfrentar cualquier reto que surja en el transcurso de la existencia.
De esta manera el Nihilismo no se preocupa mucho por las consecuencias como lo hace con el aquí y ahora, de aquí su propia definición. De tal suerte que si la sociedad mexicana no encuentra nuevamente en la participación política el conducto para transformarse, continuaremos como Sísifo cargando una loza pesada llamada democracia que no hace efectiva su existencia al carecer del principal activo que requiere, una sociedad participativa y empoderada.
En ese sentido, para conquistar una democracia más madura que sirva de soporte para una economía más incluyentes es necesario no empobrecernos con la idea de que da igual no participar en las actividades sociales, pues esa visión fermenta la acrimonia y el odio partidista.
Dejemos la visión nihilista y seamos proactivos al actuar conforme a las necesidades de nuestro pueblo, sin no el lamento será tan hondo como nuestras posibilidades de desarrollo.
Recordando:
• Cuando el escepticismo reina, comprueba las ideas con participación real.