La última semana de abril sacudió a los contribuyentes (personas físicas) que esperaron hasta el fin del plazo para presentar su declaración anual, urgidos no tanto por el cumplimiento sino por la falsa expectativa sembrada por el SAT respecto a la posibilidad de obtener “devoluciones” para comprar un refrigerador como en el comercial; algunos se llevaron el “chasco” de que ni soñando lograrán tan anhelado premio por no tener los comprobantes fiscales respectivos que les permitan la devolución o porque aun cuando hicieron los gastos, éstos no fueron pagados de la forma en que el SAT lo admite (con cheque, tarjeta o transferencia bancaria).

Pero el “chasco” que se llevaron otros resultó mayúsculo al descubrir que su declaración ya había sido presentada en tiempo y forma y contaba con la autorización para la devolución de impuestos pero a una cuenta bancaria que no correspondía al contribuyente, incluso algunas devoluciones ya efectuadas.

La explicación es simple: les fue robada su identidad con sus datos claves incluidos, como su Fiel y su contraseña y con eso otras personas pudieron realizar la gestión ante el SAT y éste cayó como cómplice del presunto fraude.

Esto apenas empieza y es una demostración a todos los aplaudidores de la reforma hacendaria que las cosas no llevan el buen rumbo que tanto pregonaron, porque no sólo es el tema de las devoluciones de impuestos, no; existen ya muchas demandas por robo de identidad que para la comisión de delitos fiscales han realizado personas distintas al contribuyente (compras por muchos ceros pagadas en efectivo o la elaboración de facturas electrónicas para validar traslados de mercancías, etc.).

La mayor parte de los defraudados son personas que pusieron sus datos en riesgo de ser robados, al utilizar sitios web para su facturación electrónica CFDI, enganchados por la novedad de “la nube” que les permite facturar desde cualquier sitio, como si eso fuera un gran avance. Y no sólo están expuestos al robo de su identidad y su información comercial, sino al mal uso que con ello les pueda involucrar en delitos que finalmente ponen en riesgo todo su patrimonio.

Muy pronto esto será un verdadero caos, cuando comience la acción del fisco en contra de las víctimas del robo de identidad y sus reclamos por impuestos omitidos rebasen la capacidad de pago y de asombro de los contribuyentes, incluyendo el congelamiento de las cuentas bancarias y los bienes del contribuyente, lo cual ya está ocurriendo en casos poco divulgados.

Fue tanta la ambición de fiscalización por parte de Hacienda y el SAT que se excedieron en su estrategia y asestaron un duro golpe a los mexicanos. En su afán de bancarizar toda la economía se pusieron en evidencia por su intromisión en el Buen Fin, ofreciendo un “premio” a los que se endeudaran pagando con tarjeta de crédito, para tenerlos capturados y posteriormente requerirles que “aclaren” como y de dónde sacan el dinero para pagar su tarjeta, con lo que les exigirá el pago de los impuestos correspondientes.

Esto es la clara demostración de lo frágil que resulta una sociedad que no domina la tecnología, aun cuando pareciera todo lo contrario por la adicción de los jóvenes a las redes sociales y otras prácticas de ocio que facilita el internet; pero para los negocios aún no.

Las cifras alegres del SAT pregonan un éxito relativo, ya que están exprimiendo a los mismos contribuyentes, a pesar del aumento de registros en el SAT como resultado de su estrategia para combatir la informalidad, sin que esto vaya a resultar en un incremento en la recaudación a pesar de las facilidades para la fiscalización.

Por lo pronto, en los últimos meses ya es notorio el uso de efectivo en las compras y poco a poco se irá dejando a un lado la costumbre de “pagar con su firma” pues el fisco tiene puestos los ojos en todos y su único propósito es cobrar más impuestos. Pronto la banca comercial lo resentirá.

Volverá el “trueque” para intercambio de bienes y servicios?; se cambiará el ahorro bancario para volver al colchón?; porque el SAT tratando de ponernos en el primer mundo y la modernidad con el uso de la tecnología, nos está empujando a prácticas y costumbres de la economía del viejo siglo y eso también empuja al país a una enorme desventaja ante una economía globalizada. Ese es mi pienso.