A raíz del artículo anterior, he recibido reclamos, porque no señalé que también se obtienen recursos de manera ilícita al retener a los trabajadores del estado, municipio, paraestatal, federación, etc., el impuesto sobre productos del trabajo, y no enterarlo al Servicio de Administración Tributaria, así como retenciones por honorarios y por arrendamientos.
También se acostumbra inflar las nóminas, ya sea con más empleados, o inflando el sueldo de los empleados, quienes por necesidad aceptan que una parte de su salario nominal vaya a los bolsillos del servidor público que así planeó su estrategia para apropiarse de los recursos de la nación. Y a propósito de esto, apenas se esta publicando información de 11 mil millones de pesos que serían para pago de profesores en los estados del país, pero que no existían los profesores a quienes se les pagaría dicho importe. Es decir, negocio redondo para los gobernadores.
Otro amable lector me recuerda que el término de funcionario público ya es obsoleto, pues ahora en plena ironía se les denomina servidores públicos, pues en teoría sirven a la Nación, aunque todos sabemos que en la realidad se sirven del puesto para su propio y personal beneficio. Agradezco la corrección del término.
Uno más me insiste en que no olvide la compra de facturas para justificar faltantes, lo cual se ha convertido en un negocio muy lucrativo, pues cuando la venta se realiza al sector público, el SAT poco hace por encontrar los proveedores de dichas facturas. Al contrario, se les protege, pues a fin de cuentas, son parte del engranaje nacional de corrupción que la propia secretaría de hacienda y la PGR jamás detectan, ni con sus nuevas disposiciones anti lavado de dinero. Haciendo honor al dicho popular de que ^perro no come perro^.
Un amable lector me envía la siguiente carta, la cual tuve que leer tres o cuatro veces para medio entender, pero creo que vale la pena compartir:
¨Leí tu artículo y me impresionaste. Me hiciste recordar a Hans Kelsen y su obra: «Teoría Pura del Derecho», en cuanto que disocia científicamente el mundo del «ser» y del «deber ser». Separa los hechos del derecho y de manera bicromada, solamente percibe blanco y negro sin matices ni medianías. En lo personal, nunca he compartido ese tipo de posturas que defienden todas las ciencias, pues el monopolio que ejercen para explicar la realidad humana, está bañado de mucha soberbia y con independencia de ello, su espectro de visión termina siendo limitado a sus principios. A manera de ejemplo, habría que preguntarle a un arqueólogo de que hegemonía goza un muerto bien muerto de hace siglos, y conforme a su perfil académico, sin duda alguna, estará por arriba de los vivos; por no decir que en esta línea de pensamiento el universo se divide en estas posibilidades, vivos y muertos. A un maestro albañil, si le cuestionas el grado de riesgo que tiene una loza mal colada, del cuarto donde dormita el Sr. Presidente con sus movidas, te responderá que el mundo lo divide en estructuras firmes y en trabajos chambones; y si se duda, que se piense que pasaría si le cae el techo en la espalda al primer mandatario. En resumen, se vive pensando que lo que hace uno es lo más importante y que eso explica y da sentido a todo.
A propósito, hace poco en una comida, escuché que en una plática reciente que alguien tuvo con un hijo de Manuel Bartlett, éste último afirmaba con toda convicción propia de los evangelizadores que tocan puertas, que su padre había salvado a la República Mexicana; que este México que vemos derretirse como nieve en primavera, se debe aún en esas condiciones, a los grandes estadistas como el nombrado político (y verdaderamente se lo creen). Pues sólo es el espíritu malagradecido el que no reconoce, lo mucho que se hace, pues bien pudieron no haber hecho nada. Quedando en consecuencia, en deuda la historia con ellos. Pues aquí, en relación con el principio, solamente existen los entes políticos y los que no lo son. Y al parecer esos dos tonos: la política con todos sus políticos y politiquillos (con eso de que en todo hay niveles) y lo que está fuera de ella; subsumen la forma de comprensión que se puede tener de lo que es, con lo que debiera de ser. Pues es arriba donde se sitúa el centro de control, el cual alcanza a regular según intereses bien definidos y por supuesto alejados de la patria, la normalidad de una sociedad y hasta donde se normativiza esa misma realidad. Consiguiendo consagrar como el hombre más prestigiado al delincuente más repulsivo, y todo bajo el amparo del derecho; es decir, con envoltorio brillante, moño y toda la cosa.
Pues al tiempo he entendido la gran mentira que es, que la realidad social genera las normas jurídicas. La historia no se cansa en demostrar una y otra vez, que es un grupo de elegidos en cualquier corriente y geografía, quien determina las leyes que deben de regular la convivencia social en sí y con la autoridad. Funciona al revés el reloj. La Tierra se mueve hacia el otro lado. Solamente cuando se respeta el reconocimiento de los derechos humanos en casos de frontera, es cuando la lógica encuentra acomodo, pero para ello, ya se lanzaron cientos de toletazos y gases de ataque en seres humanos con preferencia sexual diversa, en mujeres violadas que no quieren alumbrar al producto de ese abuso, o en otras minorías que no advierten cobijo en el derecho positivo; hasta entonces y nunca antes.
Pero por debajo de tu artículo y de estas líneas, existen dos vertientes que corren paralelas, y que ilustran la majestad del poder:
1.- La impunidad.
2.- La opacidad en el manejo de los recursos públicos.
Y estos dos elementos si los miras de nuevo, pueden dada su flexibilidad, caer de paracaidistas tanto en el mundo del ser como del deber ser. Depende del discurso. Depende de quien tiene el micrófono en sus manos. Nunca han dependido de nosotros mi estimado y apreciable Contador.¨