¡Desgraciada reputación la de un príncipe oprimido por un partido que llega a dominar, o empeñado en destruir un prejuicio que le sobrevive!
Montesquieu

Como nunca en la vida democrática del país se ha carecido de propuestas contundentes, hoy cada demarcación distrital tiene más candidatos per cápita que viabilidad legislativa; las carencias de perfiles, sumadas al escepticismo ciudadano son el álgebra que configura una fórmula regresiva para la legitimidad del entramado institucional.
El mantra de nuestra cotidianidad, no es sino el rechazo a todo lo que tiene relación con posicionarse en el centro del Estado, esto obedece y se nutre de un principio económico que se sustentan en la cantidad de información con la que cuentan los electores, hoy las vías más rápidas de “información” son las redes sociales, la mayoría de las personas hacen suya y verídica la información que ahí se encuentra, aunque ésta en la mayoría de los casos está sesgada.
Lo anterior, acompañado del marketing fundado en la denostación política, edifican un ecosistema que es rapiña y diatriba que limita un avance en pos de la madurez democrática.
Demasiados partidos, en lugar de ser fuente de representación de las minorías, es instrumento de opacidad electoral, es decir, al final dentro del tiempo establecido para la presentación de propuestas por parte de los candidatos, y conforme a ellas poder el ciudadano tomar decisiones, como son tantas las “opciones” por elegir, se pierde tiempo conociendo quienes son los aspirantes a representarlos.
Más cuando muchos de ellos no son habitantes permanentes en el distrito o son neófitos políticos salidos en la incandescencia del momento, y solo son utilizados para cumplimentar y complementar las listas nominales.
Los minutos que en lo personal he dedicado a conocer las propuestas de las candidatas y candidatos de los dos distritos donde me muevo, he podido percibir que gravitan en el ataque como forma de capitalización política, y lo peor que cuando ostentan querer llevar una propuesta suya a la máxima tribuna en caso de ser elegidos, o ya existe la norma que procura dar respuesta al problema, o por otra parte no se encuentra dentro de sus posibles facultades.
La carencia de propuestas merma la oferta social y política, misma que para ser competitiva frente a otras alternativas debe estar sustentada en un solo concepto, que signifique una sola promesa y un solo compromiso como cúspide.
Además no se percibe que las propuestas legislativas sean altamente diferenciables de las otras alternativas que promueven los adversarios, menos por parte de los partidos satélites con respecto a los tradicionalmente hegemónicos.
Ni que decir de ser creíbles, convincentes y atractivas, cuando la trayectoria de los candidatos en los hechos no cuenta con pruebas fehacientes que sustenten su efectividad administrativa y que permita garantizar un beneficio al público meta.
Nos es sencillo el escenario, pero es urgente realizar la reconfiguración necesaria que desemboque en acciones efectivas que nos permita avanzar, pues sino la dinámica privada de los individuos terminará por ser más atractiva que la existencia de las instituciones; para ejemplificar al respecto véase las notas de quienes quieren hacer justicia por su propia mano.
Recordando:
El político de altura brilla por su ausencia; más cuando las redes sociales se están encargando de volver aún más perfectibles las cosas de lo que ya lo son.