La campaña electoral lleva ya seis semanas y faltan todavía tres para que tenga lugar la elección. En estos 42 días no ha habido nada novedoso e interesante en el ámbito de las ideas políticas y de la publicidad de campaña. Hay una real crisis de imaginación y creatividad por parte de los candidatos, los partidos y los despachos que los asesoran.

La participación en las campañas federales de medio término ronda en 45% y no se ve que en esta elección pueda ser superada. En los nueve estados en los que habrá elección para gobernador es posible que aumente; la tendencia es que vote 55% de los electores, pero no cambia el promedio nacional.

De acuerdo con la ley electoral, los días de campaña, en el marco de los tiempos del Estado, en cada estación de radio y televisión de manera gratuita se trasmiten 48 minutos diarios de spots de los partidos y del Instituto Nacional Electoral (INE) divididos en segmentos de dos o tres minutos y cortes de 30 segundos. Al final de la contienda sumados habrán estado al aire 40 millones de spots.

En estos días no ha habido una variación significativa de la intención de voto con la que arrancó cada partido. Esto con dos excepciones que son obvias: el de Morena, que no existía y que jala, así se preveía, la intención del voto del PT, MC y parte del PRD y el PVEM, que -debido a la presión del INE para detener diversas trampas y abusos- ha caído en las preferencias electorales.

Si en los 21 días que faltan esto se mantiene, habrá que preguntarse en serio si el actual modelo de publicidad que contempla la ley electoral, caracterizado por la banalidad de los mensajes y la saturación de los mismos, tiene algún efecto sobre el electorado. Los datos, en una primera lectura, indican que no, pero es un tema que debe ser abordado con investigaciones de fondo, para llegar a conclusiones fundadas, que trasciendan la sola impresión.

Algunos trabajos de campo, en universos reducidos, refieren que los mensajes que se distribuyen por las distintas redes sociales tienen algún efecto entre los simpatizantes de quien emite esos mensajes, pero no logran atraer y convencer a los otros. Aquí también se requiere una investigación seria que proponga conclusiones con datos duros. En este campo hay muchas afirmaciones gratuitas que requieren ser corroboradas o desmentidas.

La tónica general de esta contienda, con muy contadas excepciones, ha sido la propia de las campañas negras o negativas. Buena parte se ha centrado en un duelo para demostrar cuál de los partidos es el más corrupto. Ninguno argumenta que es honrado. Se da por hecho que todos son corruptos. Al final de la jornada habrá también que investigar si las campañas negras tuvieron algún efecto.

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