La perla del Papaloapan, como lo hemos visto en estas últimas semanas, ha sido cuna de hombres y mujeres de estirpe, dando presencia a esta región y realce a los veracruzanos, y uno de sus próceres distinguidos lo fue el maestro Don Cayetano Rodríguez Beltrán que vio la luz por primera vez en la ciudad de Tlacotalpan el 24 de septiembre de 1866. Poseedor de tres virtudes elogiables a lo largo de su vida: la de su gran vocación de maestro, la del periodista que gracias a su valentía y cultura fue reconocido como un hombre cercano a la gente y la de escritor que dentro del género costumbrista con la evocación a su tierra; su indiscutible manejo del amor y ternura, dejó una huela imborrable dentro de la literatura veracruzana. Vivió gran parte de su vida en esta ciudad de Xalapa en donde falleció.
Su corazón siempre estuvo entre su ciudad natal y la capital del Estado en donde se desempeñó como catedrático en una labor incesante, como parte de una de sus misiones en la vida, cumpliendo siempre los propósitos educativos, maestro que ofreció sus conocimientos provocando inquietudes entre sus alumnos inundándolos de una especial motivación por seguir adelante. Fue director del Colegio Nacional de Xalapa, actual Colegio Preparatorio de Xalapa (“prepa Juárez”) de 1918 a 1926, y de 1929 a 1934
Desde muy joven ingresa a una de sus pasiones con singular entusiasmo, el periodismo, el cual pisa con paso firme en la prensa veracruzana con una posición honesta, defendiendo los principios liberales y a la democracia. Destacan sus biógrafos la variedad de sus artículos de contexto filosófico y didáctico, sin pasar por alto el acontecer regional en donde era reconocida su juiciosa crítica. Siempre sorteando su vena literaria en donde resaltaba su estilo, publicó en: El Quijote, Don libertad, El Tlacotalpeño y El Correo del Sotavento. Su pluma viaja más lejos que su persona en ese momento, llegando a la Ciudad de México y la Habana. Bajo los seudónimos de Onateyac y Lic. Vidriera, fue reconocido su aporte como un importante defensor de la justicia y la equidad.
En el terreno de la escritura, Cayetano Rodríguez Beltrán perteneció a la escuela cercana al realismo, por ello que su estilo costumbrista estuvo lleno de tintes coloridos muy afín a esa evocación por su territorio, tanto en sus cuentos como en sus novelas, con un manejo diestro de las estampas regionales, con personajes muy humanos. En esta vertiente de su vida se le reconoce como un prolífico escritor, su obra Una docena de cuentos los prologa Rafael Delgado, su obra Atrevimientos ¿Literarios? con prólogo en manos de Rodolfo Méndez y de Perfiles del terruño, Pajarito y Cuentos costeños, el prólogo lo hace López Portillo y Rojas. Realiza dos obras dedicadas a Tlacotalpan: Por mi heredad y Un ingenio.
Atrevimientos ¿Literarios? es una recopilación de artículos periodísticos, destacando la distinción entre realismo y naturalismo
En su obra Perfiles del terruño, retrata la vida de su tierra natal, las costumbres de Tlacotalpan, manejando con maestría sus descripciones.
Cuentos costeños es una descripción de las costumbres de la región, en donde curiosamente gran parte de los cuentos no son costeños, pero si su autor. Uno de ellos lleva por título Dorotea, la protagonista es una mujer nada agraciada y con muy limitada preparación pero con un gran corazón, desarrolla una historia sin complicaciones, en ella aborda la adopción de una niña huérfana a la que cuida y atiende con muchos sacrificios hasta verla casada, una vez culmina su misión en la vida producto de su encomiable esfuerzo, muere. Cuentos y relatos conmovedores con un manejo de los sentimientos que identifican de inmediato los lectores. Rodríguez Beltrán también escribió poesía. Una de su obras menos logradas fue Cuentos y tipos callejeros, en esos relatos los personajes son poco relevantes no así sus descripciones.
A lo largo de sus libros rescata fandangos, la alegría del arpa jarocha, los sones , dando una forma de identidad a los veracruzanos. Por eso decimos que dejó un importante legado en la cultura de nuestro Estado. Partió a los 73 años el 16 de junio de 1939 en la ciudad de Xalapa, que lo cobija entre flores aromáticas en estas templadas tierras, con su corazón siempre entre palmeras y aves tropicales que surcan los azules cielos del la cuenca del Papaloapan.
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