El principal motivo del análisis económico es contribuir a la mejora social.
A.C.Pigou
La economía mexicana se encuentra deprimida tanto en términos numéricos como en la psicología de la población. La política y la economía moderna son, una extensión de sensaciones y de sentimientos. La volatilidad y el agudizamiento de cifras nada alentadoras son un electrocardiograma poco confortador.
La reducción total de 259 mil millones de pesos al presupuesto nacional (marzo) en parte por la caída del precio de la mezcla mexicana del petróleo de 79 dólares por barril a 44 dólares, más la abrupta caída del peso respecto al dólar llegando a una paridad 16 a 1, son pies de barro donde es difícil edificar una plataforma que dé celeridad económica.
El Indicador IMEF Manufacturero por ejemplo, disminuyó 2.9 puntos en diciembre de 2014 con respecto al mes anterior, con lo que el índice se ubicó en 49.7 puntos, por debajo del umbral de 50 puntos, lo que indica una contracción.
Por su parte, la serie de tendencia-ciclo reportó a principios de año un descenso de 0.7 puntos y se ubicó en 50.7 unidades. Esto sugiere que la actividad manufacturera podría tener un desempeño moderado todo lo que resta del año.
Dos motores que se esperaba darían más dinamismo, las inversiones por la reforma energética y el gasto público, han estado mermados por la caída en los precios del petróleo en 2015 y para 2016 el presupuesto base cero hará lo suyo.
La demanda interna, tras el pobre desempeño que tuvo en buena parte de 2014, no parece crecer a mayor ritmo en 2015. En el tercer trimestre del año pasado, el consumo privado creció 3.5%, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
Aun así, éste no será el motor más fuerte para la economía mexicana, sobre todo si se toma en cuenta que las ventas de tiendas departamentales crecieron solo 0.9% en 2014, muy por debajo de la meta de 1.7% que tenía la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales (ANTAD).
Para 2015 ese mismo indicador muestra que dicha comercialización a tiendas iguales creció 5.2% anual en marzo, donde éste consumo se favoreció por los días feriados de Semana Santa, es decir no hay aumento en el consumo salvo en trayectorias estocásticas.
Sumado a lo anterior, es parcialmente erróneo lo que expresó el secretario de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray, pues destacó que la economía mexicana está creciendo por encima del promedio de la zona OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos).
“El crecimiento que pronosticó para México la OCDE este año es de (un crecimiento del PIB) 2.9 por ciento, lo cual está en la parte alta del rango de pronóstico que tiene la Secretaría de Hacienda”.
Con rigurosidad técnica podemos expresar que el 2.9 que Videgaray menciona no es alentador, cuando México por el tipo de economía debe crecer en el orden del 5%, es decir un 40% más que la tasa natural de crecimiento del país que es 3%, en el entendido que economías como la Inglesa, Francesa o la de USA con crecer en el orden del 2% es suficiente para mover su producción, mientras que la nuestra no.
Por otro lado el sector exportador continua con la tendencia a una tasa anual de 9.3%, 3.4% más que antes de que se abriera la economía al comercio exterior a pesar de un retroceso paulatino en las exportaciones petroleras.
Sin duda el comercio exterior se presenta como algo alentador en términos relativos, pero en absolutos deja mucho que desear pues las exportaciones netas, es decir las exportaciones menos las importaciones de insumos necesarios para producirlas, es deficitaria desde hace más de 15 años.
Lo peor, el dinamismo del sector externo no se ha transmito al resto de la economía, donde la productividad del trabajo que se encuentra estrechamente relacionado con el ingreso por habitante ofrece un comportamiento a la baja, afectando la demanda efectiva y el estado psicológico del grueso de la población.
Para concluir y no seguir llenando de números el escrito, es prudente expresar que ante la situación no resta más proponer que pasadas las elecciones se pugne por un consenso y un acuerdo donde se redefina la trayectoria de nuestro país, y así dar mayor certeza a través de puntos programáticos que muestren hacia dónde nos dirigimos y lo principal, cómo lo vamos a llevar a cabo.
Recordando:
• Las divergencias entre los economistas sobre los problemas teóricos y más todavía sobre las distintas políticas económicas, continúan siendo perennes y proverbiales.