El Estado mexicano ha salido airoso tras enfrentar el enorme reto que significó organizar elecciones en un entorno verdaderamente difícil y hasta conflictivo, pues se combinaron las explosivas manifestaciones callejeras de la Coordinadora de maestros y de los padres de desaparecidos de Ayotzinapa con la elevada percepción de inseguridad en varias entidades federativas. El gobierno federal superó la situación en Guerrero, Michoacán y Oaxaca, puntos álgidos de la geografía mexicana en donde incluso se presumía que no se iban a celebrar los comicios, por esto poco se le reconoce pero es de justicia subrayarlo.
Por su parte, el INE se estrenó en medio de la desatada e incontrolable actividad del Partido Verde Ecologista de México al que no perturbaron las multas con gruesas sumas millonarias, simplemente siguió con la implementación de su Plan premeditado, y electoralmente fue rentable ¿no habrá consecuencias a parte de las multas? Ese es un capítulo que seguramente formará parte de la agenda con visos existencialistas de la máxima institución electoral de México.
Por parte de la ciudadanía mexicana la expresión fue de apatía, así lo revelan los números de la participación, la baja votación refleja el fracaso de los partidos políticos y del INE para sacar a la sociedad mexicana del marasmo y la indiferencia hacia un proceso de acentuada trascendencia. Obviamente, se trasluce el rechazo ciudadano hacia los partidos políticos, hacia los gobiernos de los diferentes niveles de administración pública, hacia una clase política que no acaba de entender la necesidad del cambio; aunque tampoco la sociedad votante toma conciencia de que su participación es más que importante, insustituible.
La etapa que sigue corresponde protagonizarla al Instituto Nacional Electoral, no será extraño que en más de un distrito la elección se anule por rebasar el tope de gastos y que en otros se anule la elección por las boletas clonadas, por lo demás, es evidente que tendremos “representantes” con pírrica votación. La elección en Veracruz, como en la mayor parte del país, demuestra la necesidad de legislar en materia electoral pensando en segundas vueltas para elegir pretendientes a cargos de representación popular con mayorías calificadas y no por la simpleza de mayoría de votos.
Ya en el análisis pormenorizado encontramos que la nueva figura de candidato independiente alcanzó triunfos relevantes, el más destacable por su significado inmediato fue obtener el gobierno de Nuevo León, un fenómeno para cuyo entendimiento deben considerarse las características de tiempo, sujeto y circunstancias para no bordar sobre la ilusión de una hipotética reacción en cadena; no es ocioso recordar que las condiciones sociopolíticas de Nuevo León y la conducta electoral de sus ciudadanos para nada se comparan a las de Chiapas, Oaxaca, Veracruz o Guerrero.
Si de lecturas se trata, nótese que, al menos en Veracruz, ha tenido lugar la prudencia de no atribuir el elevado número de distritos ganados por el partido en el gobierno a una aprobación ciudadana al gobierno en turno; tímidas expresiones en algunas páginas periodísticas así lo han manifestado, pero caen por la inercia del subsidio apologético, que no se ciñe a la realidad circundante sino al fructuoso chayote.
Para comprobar significados aparte, basta revisar casuísticamente el resultado de la elección en cada una de las nueve entidades en las que se votó por el relevo del titular del ejecutivo local, pues es posible advertir que en cinco hubo alternancia partidista, es decir, el gobernador entrante proviene de un partido diferente al del gobierno que está en funciones. En una primera aproximación pudiera concluirse que en Guerrero, Michoacán, Querétaro, Nuevo León y Sonora el voto fue de castigo a los gobiernos en turno, pero sería una conclusión muy aventurada porque en Querétaro el gobernador en funciones resulta bien calificado en una de esas encuestas que la clase política mexicana utiliza para barnizar sus actuaciones, sin embargo su partido perdió frente al PAN. No toda elección es referéndum, porque si así fuera, con esa tendencia al automatismo para deducir conclusiones, tendríamos que adelantar que en Veracruz difícilmente el PRI pudiera ganar la elección del relevo constitucional o, en la inercia apologética, inferir que el elevado número de distritos ganados se debe a la buena calificación que el ciudadano otorga a la gestión de gobierno.
Con la misma premura, previo a los comicios, no fueron pocos quienes aventuraron que la oposición arrollaría, en tanto la enorme ola desestabilizadora que se orquestó en varias entidades. No fue así, el que arrolló fue el PRI y sus satélites montados en una estrategia científicamente implementada, nada de lo que hizo el Verde fue ocurrencia, tampoco la creación del PES y el humanista, menos la cooptación de candidatos “independientes”, como ocurrió en Xalapa.
Para los veracruzanos esta elección constituía una instancia previa a la de 2016 para el relevo constitucional del titular del Poder Ejecutivo estatal, y ahora que la Suprema Corte de Justicia despejó la incógnita para reafirmar que habrá en 2016 elección de un gobierno de dos años, actores y maquinarias partidistas ya están en la lógica del relevo bisiesto. Héctor Yunes Landa, José Yunes Zorrilla, Alejandro Montano Guzmán, por el PRI; Miguel Ángel Yunes Linares, Fernando Yunes Márquez, Juan Bueno Torio, por el PAN, más los que se agreguen, protagonizarán la contienda, aunque es de todos conocido que los senadores llevan más de seis años haciendo campaña territorial, comentar si ese expediente alcanzará o no sería una especulación innecesaria porque el desarrollo de los acontecimientos irá marcando la pauta.
No es nueva la eficiencia con la que manejan el PRI y sus aliados el valor del voto, queda fehacientemente demostrado en las cifras de Veracruz que un inteligente observador destaca: “El PRI-Verde obtuvieron 16 distritos con 888, 368 votos, PAN-PRD-MORENA obtuvieron 5 distritos con 1 089, 093 votos, 200 725 más que quienes ganaron 16 distritos…”. La aguda observación, las cifras y las premisas se acomodan singularmente para formular una ecuación en que la incógnita a resolver sería: ¿cuántos votos requieren PAN-PRD-MORENA para lograr 16 distritos? ¿Cuántos para ganar el gobierno del Estado?
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junio 14-2015.