En los días previos a la elección del 7 de junio pasado, en medios y grupos de opinión se decían cuatro cosas: que la elección sería un desastre y que no se podrían instalar todas las casillas; que la abstención sería mayor que en otras elecciones; que crecería el voto nulo con relación a ejercicios anteriores y que el INE sería rebasado por los problemas. Ninguna de estas cuatro cosas ocurrieron. A continuación, se ofrece un sintético análisis de lo que pasó.

La debacle anunciada. En contra de algunos pronósticos, el día de las elecciones, de las 148,836 casillas que se deberían de instalar se pudieron abrir 99.95% de las mismas en todo el territorio nacional. El 0.05% de las casillas que no pudieron ser instaladas, que se reduce a unas cuantas decenas, se concentra en algunos municipios de Oaxaca, Guerrero, Chiapas y Michoacán. La apertura de casillas fue semejante a procesos anteriores.

El abstencionismo será mayor. En la elección del 2015 participó 47.00% de los electores, que es un poco más de 44.60% que lo hizo en la elección del 2009, donde también se eligió a las y los diputados. Así, en esta ocasión, hubo un crecimiento marginal en la participación de 2.40% en contra de algunos pronósticos. En la elección presidencial del 2012, votó 63.14 por ciento. Siempre en este tipo de sufragio la asistencia a las urnas es mayor.

La votación en las elecciones intermedias, cuando sólo se elige a las y los diputados, históricamente es menor que cuando esta elección es concurrente con la presidencial. En esta ocasión, la elección de gobernador en nueve estados, que consistió en una mayor participación que en anteriores procesos, en todos los casos por arriba de la media de 55.00%, explica la reducción marginal del abstencionismo.

El voto nulo crece. En las semanas previas a la elección algunos académicos y dirigentes sociales se pronunciaron de manera pública a favor del voto nulo. La expectativa era que aumentaría con relación a ejercicios pasados. En el 2015, el voto nulo fue de 4.60% y en el 2009, cuando también se eligieron las y los diputados, de 5.39 por ciento. En esta ocasión hubo una reducción de 0.79%. En la elección presidencial del 2012, la anulación de los votos fue de 2.47 por ciento. En el cómputo que se realiza, de los sufragios nulos no es posible identificar cuáles son de manera intencional y cuáles por error.

El INE no va a cumplir su tarea. Era la primera vez que el instituto organizaba una elección y al mismo tiempo entraba en vigor la nueva ley electoral. El actual diseño del INE necesariamente lo somete a la crítica de quienes participan en el proceso, en la medida de que es una misma instancia electoral quien organiza la elección y juzga la actuación de los participantes. Así, nunca existe la posibilidad de quedar bien. En ese marco, el reto era mayor, pero el instituto cumplió suficientemente bien con su tarea.