El por años inconcluso puente sumergido de Coatzacoalcos terminó por representar un dolor de cabeza para la actual administración estatal, que recibió una obra que era de por sí complicada y difícil, pero se tornó casi imposible ante la larga lista de irregularidades, malas decisiones y pésimos manejos financieros que envolvió a los trabajos de construcción.

Era tal la maraña que se debía desenredar para conseguir un avance constructivo que el Gobierno de Javier Duarte se tardó casi todo el sexenio en encontrar la hebra, en dar con el hilo de Ariadna que permitiera rescatar la millonaria inversión, y así dejara de ser el elefante blanco en que era (que lo mantenía como un paradigma nacional de lo mal hecho, similar tal vez a la Estela de Luz de Vicente Calderón o a la Línea 12 de Marcelo Ebrard), para ser una obra que por fin ofreciera un servicio plausible a la población, a los viajeros y a los transportistas que surcan el sur de la entidad.

Hoy la larga serie de arduas negociaciones ha llegado a un buen fin, y el secretario de Infraestructura y Obras Públicas, Tomás Ruiz González, anuncia que finalmente se logró avanzar en una solución. El poderoso Grupo Carso, de Carlos Slim Domit, toma la estafeta y acepta terminar, con sus propios y vastos recursos, la obra en 12 meses, para lo cual le será concesionada la operación del túnel por 30 años.

Más temprano que tarde, la gente de aquella región podrá ver cómo se reinician los trabajos de construcción, y será algo digno de admirarse, porque lo harán a marchas forzadas, con una gran cantidad de personal y con mucha maquinaria especializada.

Si no hay algún retraso en la construcción, le tocará al gobernador Javier Duarte presidir la inauguración (que no le tocó al licenciado Miguel Alemán Velasco ni al doctor PML Fidel Herrera Beltrán), y la historia le habrá de reconocer que fue el mandatario que logró dar con la solución mágica que requería esta embrollada y faraónica obra pública estatal.

La obra era indispensable, ciertamente, pero lo que resultó innecesario fueron todas las dilaciones y las pésimas decisiones que se tomaron. Al hacerse realidad, se rescata un sueño y sobre todo una cuantiosa inversión.

Tres gobernadores, 5 mil millones gastados y 14 años de trabajos después, el puente sumergido por fin entra a la etapa final, y probablemente unas semanas antes de que entregue la silla a su sucesor, Javier Duarte de Ochoa llegará a ponerlo en marcha, en los últimos meses de 2016.

Cumple así el Gobierno del Estado al desfacer este entuerto quijotesco, y le cumple el secretario Ruiz González a su jefe y a sus paisanos de Coatzacoalcos -“No sé de dónde (aunque imagino de quién vino) inventaron eso de que soy de Mérida. No tengo parientes allá, aunque me encanta la cocina yucateca y reconozco la belleza de la blanca ciudad”-. Don Tomás hace valer así, una vez más, su fama de funcionario de alto nivel y de excelentes resultados.

A ver si con esto lo vuelven candidateable también.

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