Por Ramón Durón Ruíz

El escritor religioso español Jordi Llimona, dijo:

“Vivir es confiar a pesar de todo;

es esperar a pesar de todo;

es sonreír a pesar de todo.

Pero…

también es admirarse, porque merece la pena;

también es ilusionarse, porque merece la pena;

también es soñar, porque merece la pena;

…y es abrazarlo todo,

porque, ¿cómo podríamos vivir sin abrazar?”

La voz popular afirma: “Todos somos ángeles con una sola ala… debemos abrazarnos si queremos volar.”

Si buscamos la medicina perfecta para que nuestra alma levante vuelo, la encontraremos en algo simple… el abrazo, aparentemente es algo simple, en el fondo es espectacular porque beneficia nuestro ser espiritual, fisco y emocional, trayendo consigo armonía y equilibrio, amor y paz interior.

Un reconfortante abrazo, nos reconfirma que estamos en el universo como parte del milagro de la vida para amar, ser amados, triunfar y ser felices, al revitalizar la energía nos conecta con el universo, en un ambiente de abundancia de bienes y prosperidad.

Mientras más ejercitemos el abrazarnos a nosotros mismos, abrazar nuestros sueños, abrazar nuestra vida, abrazar a quienes nos rodean, abrazar a la gente de nuestra vida, nos abriremos a recibir la abundancia de bienes y dones que el universo tiene para nosotros, porque el abrazo es un proveedor ilimitado de amor.

Cuando tengamos la habilidad de abrazar la vida, generaremos una impresionante sensación de prosperidad, el banco de la abundancia del universo, abrirá sus puertas para nosotros, creando una inagotable fuente de bienestar, recordemos que para el cosmos no hay límites, sólo abundancia y en la medida en que más nos abracemos, la energía vital fluirá por nuestra trinidad: cuerpo, mente y espíritu.

Abrazar, es tirar lastre; es eliminar miedos; es llenar nuestra vida de seguridad, de confianza en nosotros mismos y en los demás; de fe, espiritualidad y amor; abrazar es disfrutar el placer de vivir; es ver las cosas desde una perspectiva diferente; es sacudir el alma de viejos polvos, para darnos la oportunidad de sorprendernos con el milagro de la vida.

La madre –la joven y la adulta; la rica y la modesta; la sabia y la ignorante– al abrazar a sus hijos los gratifica con bienestar físico, espiritual y mental de dimensiones inacabables, les fortalece el espíritu, les ahuyenta la soledad, su abrazo es tan cálido que aquieta los miedos. Abrazar… es abrazarte.

“Un abrazo, es la medicina perfecta del alma para la totalidad del ser que fortalece la autoestima.

Un abrazo, es la fuente primaria de amor que demora el envejecimiento.

Un abrazo, reafirma nuestra potencialidad de vida.

Un abrazo, tiene la magia de llenar de luz, los vacíos que el miedo produce.

Un abrazo, fortalece la fuerza de nuestros sueños.

Un abrazo, genera confianza para avanzar, crecer, amar, triunfar y ser felices.

Un abrazo, es el camino del amor que transforma nuestra vida, agiganta nuestra fe y pasión.

Un abrazo, es especial, contribuye de manera importante a nuestro bienestar y equilibrio.

Un abrazo, es una forma natural de manifestar afecto, además de ser encantador es necesario para afianzar la salud y desarrollar nuestra alegría y felicidad.”1

A propósito el Filósofo le dice al Pipo:

“Mira, yo nunca tomo, a menos que este solo… ¡O CON ALGUIEN!”

Fuente: http://majemajestadasuspies.blogspot.mx/2009/02/el-poder-transformador-de-un-abrazo.html

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