Por Ramón Durón Ruíz

Henry Van Dyke afirmó: “Alégrate de la vida, porque ella te da la oportunidad de amar, de trabajar, de jugar y de mirar a las estrellas.” HOY la vida te invita a mirar y gozar de la infinidad de estrellas, a disfrutar cada instante, a amar profundamente, a reinventar creativamente tu camino, a transformar tus sueños en una realidad digna de ti, a sentirte parte del milagro del nuevo amanecer.
HOY la vida te invita a hacer una unidad de amor entre mente, corazón y cuerpo, reafirmando el amor y el respeto por ti mismo; sembrando en tu mente pensamientos positivos, llenando tu alma de la magia del encanto personal, te transformará en un ser maravilloso y distinto.
La vida te invita a que “Dirijas la mirada hacia atrás para ver lo que has logrado. Hacia arriba convencido de que el cielo se despejará. Hacia abajo para cerciorarse de que vas por buen camino. Hacia adelante ¡decidido a triunfar sobre todo escollo!”1
De la anterior frase surge la siguiente reflexión; la vida es muy simple, nos bastan cuatro miradas para comprenderla a plenitud:
La primera mirada, debe llevar nuestra vista hacia el pasado, no para ver nuestros errores, sino para regocijarnos en nuestros sueños que se trasformaron en logros, en esos que reafirman que en la vida los milagros de Dios existen “No son la implementación de una ley natural, son la implementación de una ley superior”.
La segunda mirada, consiste en volver la vista hacia el cielo –morada eterna de Jesús– para saber que mientras millones de seres humanos carecen de lo indispensable, tú tienes lo suficiente: familia, techo, el pan nuestro de cada día, amigos a quien querer, libros viejos para leer, trabajo para dejar pintado tu semblante en la faena.
La tercera mirada, será para ver hacia abajo, a los pies, hacia el camino que “se hace al andar”, ese que te dice que por más que vueles alto por tus éxitos, no debes olvidar pisar firme, para no perder el piso, para avanzar cada día con inquebrantable entusiasmo, fe y esperanza, convirtiendo tu mundo en un espacio de realizaciones personales y espirituales.
Mirada que sirva para apreciar la vida, disfrutarla, obtener de ella el máximo beneficio, dándole tiempo a las cosas trascendentes, sabiendo que sólo quien camina tropieza y que cuando caes, Dios siempre está a tu lado tendiéndonos la mano para levantarte y animarte a seguir adelante.
La cuarta mirada, debe ser para volver tu vista hacia el cielo y las estrellas. Una mirada hacia delante te recuerda que la vida es lo que viene, no lo que fue; te lleva a saber que en la vida no hay casualidades, sino causalidades; que nada es producto del azar; que siempre existe la posibilidad de triunfar, porque eres capaz de probar todo el potencial de vida que vibra en tu interior; que te invitan a dar con amor, amar sin prisa, trabajar con entusiasmo, vivir con sueños, actuar con la simplicidad de un niño y valorar el milagro de la vida.
Cuatro miradas que te llevan a ser más sabio que ayer, reconociendo y rectificando errores, soltando odios, amarguras y resentimientos para volar en libertad, que te conducen a ser tú mismo, a vibrar y vivir tu unicidad, esa que enriquece lo que eres; a amar, que es el milagro de Dios expresado a través de tu alma, y a dar una sonrisa que es “una línea curva que todo lo endereza”.
Cuatro miradas que te recuerden que tu presencia en esta vida tiene nueve motivos: creer, crear, amar, ser amado, dar, perdonar, triunfar, trascender y ser felices, porque los aciertos y los errores, te dicen que el ciclo de la vida continúa y que nunca es tarde para aprender… para volver a empezar.
La vida es un profundo misterio, aprende a valorarla, a saborearla, a regocijarte en tus dones, porque sólo vamos de paso, la vida es temporal, algunos viven como si fueran a quedarse eternamente; el valor de la vida no está en el tiempo que vives, sino en la intensidad con que la disfrutas.
HOY es una nueva oportunidad para que reinventes creativamente tu vida, llénala de tu encanto personal, busca las soluciones en tu interior, mira el nuevo día desde la perspectiva del amor, sólo a ti corresponde encontrar tu sentido de vida y seas feliz.
A propósito “un pela’o cansado de la vida sin sentido que había llevado, decide entrar a un monasterio.
–– Bienvenido –dijo el Superior–, pero el reglamento dice que cada diez años, podrás decir dos palabras.
A los diez años le dijo al superior: –– ¡Comida mala!
Diez años después: –– ¡Mucho frío!
Pasado otros diez años: –– ¡Me voy!
El superior saliéndose de sus casillas replicó:
–– ¿Pues qué quieres de la vida? llevas treinta años quejándote… ¡‘Abrón!”
1. http://www.encontrarse.com/notas/pvernota.php3?nnota=32288 filosofoguemez2006@nullprodigy.net.mx