Todo cuanto está ocurriendo en el país y en la entidad veracruzana es posible conservarlo en un ensayo sobre sucesiones de gobierno o en una novela que sin las limitaciones propias del compromiso contemporáneo exprese con claridad el acontecer diario de la arena política; particularmente en la aldea jarocha en donde aún no salimos por completo de un proceso electoral y con la alegría que nos caracteriza ya entramos a otro, que en nuestro caso es de dimensiones estatales debido a la importancia que encierra pues conlleva interesantes implicaciones como la de saber si será posible cerrar el círculo abierto por Alemán Velasco en 2004, cuando decidió favorecer la candidatura de Fidel Herrera Beltrán y su consecuente llegada al gobierno del estado con un proyecto transexenal que por lo menos en 2010 coronó con éxito para su grupo, o si concluye ese ciclo ya fallido en resultados e iniciará, como se espera, una nueva etapa de genuino desarrollo económico, político y social para Veracruz.
Pero ese tránsito no es fácil pues intervienen una gran diversidad de actores políticos y por supuesto las circunstancias en que se desarrolla la pugna político electoral. Obviamente, de entre los personajes destaca el presidente de la república, Enrique Peña Nieto, por ser el eje de la decisión cupular priista que intervendrá en la sucesión atendiendo a factores varios definidos por el acontecer veracruzano y los intereses que participan. Sin demérito de otros personajes del orden nacional, por su condición de gobernador Javier Duarte de Ochoa tendrá que ver en este tinglado, la medida de su peso específico es un elemento cuya calificación corresponde a los altos mandos políticos de nuestro sistema, un elemento que escapa al bagaje informativo de que disponemos para calificar en qué medida será su intervención en el asunto sucesorio.
Obviamente, en el diagrama tienen lugar de primer orden quienes han expresado su interés por la candidatura al gobierno del estado, y en esta variante también opera el gradualismo, pues hay de precandidatos a precandidatos; unos, como es el caso de los senadores José Yunes Zorrilla, Héctor Yunes Landa, del diputado Alejandro Montano Guzmán, por el PRI, de Miguel Ángel Yunes Linares, Juan Bueno Torio, Fernando Yunes Márquez, por el PAN que por sus circunstancias están entre quienes aspiran con posibilidades de ser competitivos. Hay quienes también declaran sus muy legítimos derechos de participar: Gerardo Buganza, Tomás Ruiz, Renato Tronco, más los que se vayan acumulando en la estrategia para dispersar el voto y confundir a la población votante.
Pero no son los únicos que aspiran; tras discretas bambalinas y quizás con un método que pudiera ser más efectivo para obtener la candidatura está Erick Lagos, de quien todos hablan en cuanto a que busca la candidatura pero en lo particular él no ha dicho esta boca es mía, y no porque oculte o niegue aspiraciones, sino porque está apegado a una estrategia que en el pasado ha dado buenos frutos. No se olvida que Erick forma parte del proyecto transexenal diseñado por Fidel Herrera, quien ha permanecido en la operación político electoral de esta entidad ¿quién pudiera dudarlo o negarlo a estas alturas? Por este lado, Erick Lagos figura como la pieza que se pondrá en la baraja sucesoria porque alcanzó una de las metas más inmediatas: lograr una votación de excelencia que no consiguieron ni Ramos Silva ni Jorge Carvallo, pero a quienes no es dable descartar porque siguen siendo las cartas sobre la mesa, aunque por esta ocasión de repuesto.
Si retrocediéramos a los añejos tiempos en los que convertirse en candidato del PRI al gobierno del estado era un pase automático hacia el palacio de gobierno, no cabría la menor duda que Erick Lagos en 2016 estaría recibiendo de Duarte de Ochoa el bastón de mando en el Congreso local. Sin embargo, tiempos y circunstancias han cambiado tras un largo proceso que se inició en Baja California Norte en 1989 cuando se inauguró la alternancia en entidades federativas mexicanas, que a su vez llegó precedida por múltiples alternancias en gobiernos municipales, iniciadas en Quiroga, Michoacán, en San Luis Potosí, SLP, y en Mérida, que abrieron la puerta a ese concepto desconocido en México durante la hegemonía priista que es la alternancia. En Veracruz, también supimos de alternancia política tras la sorpresiva elección municipal de 1973 en Coatzacoalcos, Acayucan, Papantla, Poza Rica, en Pánuco en donde el PRI-gobierno sufrió dolorosas derrotas.
No, ya no es igual. Lo señala en Veracruz el activismo hiperactivo de los senadores veracruzanos recorriendo la entidad desde mucho antes de convertirse en candidatos al senado, obviamente no se les pudiera acusar de “adelantados”, porque simplemente no ha habido restricción alguna para sus recorridos de proselitismo. Por esta y otras circunstancias, Héctor Yunes Landa y José Yunes Zorrilla acusan una delantera proselitista muy avanzada; tal circunstancia les acomoda una ventaja considerable entre las filas partidistas y al interior de la sociedad veracruzana, en tiempos en que los votos cuentan, lo que explica el por qué son factores de poder en su partido.
En ese escenario todos en Veracruz hemos observado una actitud alternante respecto del gobierno respecto a ambos senadores; en el arranque se promulgó ostensiblemente la simpatía hacia José Yunes Zorrilla, eventos públicos hubo en los que Héctor Yunes tuvo que “tragar sapos” ante las muy evidentes muestras del rechazo oficial. De pronto la moneda cambio de cara, y tornó “la suerte” del senador Yunes Landa al grado que en los corrillos políticos se habla de una relación de compromisos. Si la estrategia fue diseñada para bajarle los decibeles a Yunes Landa y transmitir un mensaje sobre compromisos para favorecer su postulación, Héctor Yunes se encarga de negarlo iterativamente. Aunque, de cualquier manera, quien resulte candidato del PRI en la campaña que viene tendrá como primer reto el deslinde respecto del actual gobierno, si no quiere quedarse a la zaga en la pesca de votos.
Es más que obvio que los de enfrente también cuentan, y en grado sumo. No es posible imaginar una campaña opositora sin tema auténticamente opositor, de impacto en la opinión pública, que explore los puntos débiles de la actual administración, que no son pocos por cierto. Y como el enojo social es grande, y como la pobreza de los más es mayúscula, y como existen cientos de expedientes incumplidos, y como la corrupción es tema que todo mundo advierte, ningún candidato que quiera ganar votos podrá evadir el asunto. Entonces podremos advertir lo que sucederá en junio de 2016, o gana o pierde el PRI, como dijera perogrullo.
Peeeero, tampoco olvidemos el que un candidato puede ofrecer bajarnos la luna y las estrellas para que votemos a su favor, mucho menos caer en la tentación de cultivar amnesias infantiles porque ya se sabe que en política uno es el personaje que se reviste de candidato y es otro cuando llega al ejercicio del poder. ¡Uf! De todos modos. Juan te llamas.
alfredobielmav@nullhotmail.com sociedadtrespuntocero.com
1-julio-2015.