Crisis en todo, es la constante en nuestra realidad; crisis crónica, progresiva y con tendencias irreversibles, salvo hazañas por inventar. Por humores públicos, acercamiento informativo o por el peso ineludible de la fría y terca realidad, nos rodea una atmósfera de incredulidad, desconfianza y desesperanza. La información en grandes caudales aturde, mezcla lo sustancial y lo superfluo; no hay debate propiamente dicho, si acaso la declaración del día, sin exigencias de rigor y veracidad, cualquier ocurrencia; la vida pública se deteriora hasta niveles peligrosos, sin ley y sin aplicador, con gobiernos de autoconsumo y dedicados, en niveles altos, al vil saqueo de los recursos de todos.
De golpe, cuesta trabajo contestar a los cuestionamientos sobre los antecedentes y la ruta que se siguió para llegar a los niveles de precariedad actual, pareciera imposible haber hecho todo tan mal. Lo peor de todo es que se pretende seguir igual o peor, sin voluntad rectificadora, pretendiendo que son infalibles. Cuando los procesos políticos, los de interés general, se llevan tan mal, sus efectos devastadores en la sociedad son inevitables. Se percibe terquedad o ceguera, cinismo suicida, en la línea de la clásica condición humana: lo hacen porque si, porque se los ordenan o porque no saben hacerlo de otra manera.
Si no inauguramos una democracia básica y normal en Veracruz, nada va a funcionar bien, sólo se administrarán los problemas y se pospondrán sus soluciones. Reinará, por tanto, la simulación y perderemos todas las oportunidades de progreso y modernidad. Los aparatos públicos deben ser de utilidad para los ciudadanos, ponerlos como eje y razón de ser de su trabajo; son muy pesados y lentos a la hora de responder a los requerimientos sociales. Los políticos, claves y privilegiados, deben estar al nivel de sus responsabilidades, con educación, honradez y eficacia; su toque distintivo debe estar en el trabajo, medible y claro. La burocracia debe dar un extra, asumir un rol más comprometido a partir del origen de sus ingresos; los profesores serán fundamentales en razón de su preparación y profesionalismo, como extensión de su entrega en la mayoría de los casos. Los policías están para nuestra seguridad, son sustento del orden público, para tal efecto deben ser profesionales, respetados y apoyados en sentido amplio.
El nudo se llama antidemocracia, nuestro tapón del desarrollo, esto es: Información, transparencia, rendición de cuentas, división de poderes, pluralismo, estado de derecho, voto libre y demás. Si no sabemos no entendemos, para ello se requiere la información expedita y libre; la re valoración de lo público pasa por la transparencia absoluta, sin ningún tipo de eufemismo; el mal de males, el absolutismo, se representa en la división meramente formal de los poderes, con predominio de uno solo de los tres, el ejecutivo, con lo cual se pudre el tejido público y se contamina lo social; si a una sociedad plural le enciman un solo canal de expresión, disfrazado de lo que sea, la inmovilizan y atrofian, no le permiten participar, la alejan de los asuntos colectivos y desperdician su energía y potencial.
En nuestra realidad política, la Veracruzana, todo opera en sentido contrario a las aspiraciones libertarias, civilizatorias y democráticas; se ahoga a las oposiciones, a los poderes, a la prensa, a los cabildos, etc., con lo que se afecta a la vida pública, se degrada al ciudadano y se estimulan comportamientos clientelares, corruptos y de simulación. En gran medida la violencia que nos rodea mucho tiene que ver con esos factores, ante la falta de oportunidades para la juventud, la baja representación política y legislativa, la impunidad oficial y los escándalos de todo tipo. Sin gobiernos honorables no hay policías similares, restando, por tanto, un soporte de la paz pública y poniéndonos en peligro constante. De pena ajena son los diputados que fungen como voceros del ejecutivo, su desnaturalización es insultante y muy perniciosa; es ineludible hacerlo notar.
La crisis que atravesamos es mayor, de pronósticos reservados, su salida será accidentada; la sacudida que viene es profunda en la medida que se quiera avanzar; nos encontramos en un punto en que a la decadencia en que vamos sólo se pude responder con un proyecto que reivindique a la ética, en todo, no sólo en la política. Es la luz ante tanta oscuridad, es la guía segura para enderezar el barco, es la motivación para un mejor y pronto futuro. Son las ideas regeneradoras, muy por encima de la mediocridad dominante, las que pueden romper con este ambiente mimetista, paralizante; hay que cerciorarse de haber tocado fondo, y de iniciar un nuevo camino, en sentido estricto, que lo público sea eso y lo privado no se vuelva una cueva donde se escondan o pierdan las virtudes. No creo en las concesiones al caos, supongo es más efectivo ser categóricos. El cambio es radical o no es gran cosa; el GATOPARDISMO es cuestión del pasado e inútil.
Recadito: Furor en las firmas contra el gasoducto en Xalapa.