No se ofenda. Es una realidad el título de esta colaboración y paso a explicar.
78% de los mexicanos viven en un nivel de pobreza, y 56.5% en pobreza extrema. Más de la mitad de la población vive con menos de los satisfactores básicos mínimos establecidos en este siglo XXI. Y las consecuencias son muy graves, mucho muy graves y por sí mismas explican mucho de lo malo que sucede en México.
Ud. que puede leer este artículo en un periódico o en un sitio de internet seguramente está por encima de esas grandes mayorías, y aún así, mucho de su comportamiento es similar al de ellos, los más humildes, sometidos y abusados (que sufren abuso) de los mexicanos.
Hoy en la mañana leía yo la noticia de un mexicano que murió en USA, y sus familiares solicitaban ayuda del gobierno para repatriar el cadáver. El punto importante es que no pedían ayuda para las gestiones, ¡No!. ¡Pedían ayuda económica!… En principio me pareció muy triste e indigno el tener que mendigar hasta para poder repatriar el cuerpo de un familiar. Pero de inmediato comencé a ver que los mexicanos sufrimos trato indigno todos los días, y mientras más pobre y necesitada es la persona, más indigno es el trato.
Comencemos de arriba: Todos aquéllos que hacen algún negocio con el gobierno, o éste les debe dinero, e incluso, aquéllos que quieren quedar bien, y hasta los que trabajan en el gobierno… Todos sufren trato indigno y se someten a él. Hasta para cobrar lo que es de uno, tenemos que sufrir las falsas promesas y el maltrato del funcionario en turno. Siempre una actitud de sumisión y sometimiento, por un interés que puede ser legítimo o no.
Y baje usted en el nivel social. Alguien que recibe un mal trato en una oficina pública, o en un hospital público, dependiendo de su nivel social podrá exigir una mejor atención o simplemente someterse, pues está en manos del funcionario público o del médico o de la enfermera, quienes desde su posición de poder le proporcionan trato indignante al mexicano.
Y que decir del trato con el alcalde del pueblo. Tiene uno que tratarlo como tlatoani, porque no sabemos el día que vamos a necesitar de su apoyo (con nuestro dinero, de nuestros impuestos), para la graduación de la niña, (de kínder), o para enterrar al tío, o para la medicina de la abuela, o hasta la carta de recomendación. La necesidad hace que algo que debería darse por sentado que no se requieren limosnas para resolver, se convierta en una petición fuera de la dignidad humana. Y todo porque está uno en un nivel de pobreza tal que no cuenta con recursos para defender ni siquiera sus propios derechos, o cuando menos con dinero suficiente para no tener que estar pidiendo ¨chichi¨ a un funcionario o a un patrón.
Porque los abusos no son sólo del gobierno a los particulares o a los propios empleados gubernamentales. ¡No!. Los abusos son también entre particulares. El que tiene más, el que tiene el poder de decidir sobre un empleo, o sobre el futuro de alguien, automáticamente adquiere figura de autoridad, y pocos, muy pocos son justos. Así vemos abusos laborales, y mientras mayor es la paga, o menor el nivel económico del trabajador, mayores son los abusos.
Hasta en las relaciones personales de amistad sucede. Hace poco platicaba yo con un amigo a quien la suerte y las condiciones económicas del país no han favorecido (como a la inmensa mayoría de los mexicanos, incluido quien esto escribe), que me decía que un fulano que lo había tratado despectivamente, era su amigo, o cuando menos conocido, y que él tenía que aguantar el mal trato, pues no sabía si alguna vez iba a necesitar de él. Una vez más, un trato indigno basado en la necesidad de uno y el poder del otro.
Es por eso que siendo tantos los mexicanos en posición de pobreza y sobre todo de pobreza extrema, se puede afirmar sin lugar a dudas que se vive sin respeto a la dignidad humana en este país, y por ello, el título es correcto.
Las condiciones económicas de explotación de muchos por parte de unos cuantos, han llevado a que se pierda la dignidad. Siempre será más digno ganar suficiente para pagar la fiesta de kínder de la niña, la medicina de la abuela, la fianza del hermano, el entierro de la tía. Siempre será más digno saber que se dispone de medios para reclamar un trato digno, no sólo de parte de funcionarios públicos, sino también de quien nos atiende un comercio, en una fonda, en un hospital, y hasta de los conocidos y amigos.
Pero para poder tener dignidad, lo primero es tener el estómago lleno, y la seguridad económica del mañana. Así, ya no se ve obligado el mexicano a someterse por necesidad. Mientras tanto, ahí queda la reflexión.
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