Todas las pasiones son buenas cuando uno es dueño de ellas y todas son malas cuando nos esclavizan.
J.J Rousseau

La diversidad étnica del país no es una pluralidad en el pensamiento; tampoco una visión unitaria del mismo. En el único aspecto en el que coincidimos es en la incongruencia, caso excepcional en este país de díscolos.
Carecemos de unidad en saber el porqué de la importancia de las instituciones democráticas; aún en el grueso de la población no recae la idea de que los gobiernos nunca serán capaces de tomar y sostener decisiones difíciles si la ciudadanía no está debidamente informada.
Los gobiernos necesitan un apoyo amplio público si pretenden actuar de manera indisociable en el largo plazo. El núcleo para la efectividad del avance social surge en función de un espacio común de participación.
En México hay un choque permanente entre lo que somos y lo que decimos que somos.
Quizás como colectividad nos reusamos a transformar nuestro país, a dar el paso implícito que nos haga avanzar, aquí nadie quiere perder lo que tiene, prefiere poco que el aventuro de algo mejor.
Lo anterior requiere de la observancia de un acuerdo mínimo entre las partes interesadas sobre la naturaleza de los problemas y lo que debe hacerse para solucionarlos.
La formación de valores y actitudes influye más en la práctica que la comprensión de los fundamentos de las reglas y principios cívicos o morales.
Es cierto que tenemos muchos problemas. Pero también tenemos el talento y la energía, nos falta que la decisión sea uniforme para poder superarlos. No nos debemos demorar más.
Quizás el cambio está en los jóvenes, pero no en aquellos que están en la vida política reciclando frases vacías y comportamientos consuetudinarios arcaicos, hoy las necesidades son otras, pasar de las poses recurrentes a las ideas con sentido y rumbo.
No podemos seguir esperando que el agua nos llegue al cuello, que hoy el líquido no entre por debajo de la puerta no significa que kilómetros arriba no esté la presa a punto de estallar.
Es decir, no podemos vertebrar avance sin que exista congruencia en nuestra dinámica. Pasar de buenas intenciones a acciones reales.
Dejar de hacer lo que se ha hecho supone reconocer que la calidad de las instituciones juegue su papel clave para sacar al país del atraso.
Sobre todo en un país, que en cuanto a la aplicación de justicia se torna árido. Mismo que reclama una efectiva simetría participativa que contribuya a la edificación de las condiciones necesarias para lograr su avance.
En ese sentido, México requiere una metamorfosis y dejar de comportarse como ajolote que a pesar de que le amputen extremidades de su cuerpo como sabe que tiene capacidad de regeneración no se preocupa por el entorno.
De tal suerte, que si queremos que desaparezcan los padecimientos endémicos como la corrupción, la desigualdad y el analfabetismo funcional; debemos participar de manera integral en la cotidianidad de nuestros quehaceres para que esa constante sea el bálsamo del progreso.
Recordando:
• México cuenta con un gobierno que no mete segunda.